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Prefacio

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Carol Arcos y Grínor Rojo

Presentamos aquí el segundo volumen de los cinco previstos para nuestra Historia Crítica de la Literatura Chilena. Este está dedicado a la producción literaria que en nuestro país se genera en torno a los procesos de Independencia y formación del Estado nacional o, dicho de una manera más exacta, consagrado a aquella producción que aparece en el período que abarca desde la Primera Junta Nacional de Gobierno hasta las décadas del setenta y ochenta del siglo XIX (la modernización de Santiago que lleva a cabo el intendente Benjamín Vicuña Mackenna, entre 1872 y 1875, la Guerra del Pacífico de 1879 a 1883, el fin de la mal llamada Pacificación de la Araucanía en 1883 y el paso por Chile de Rubén Darío, entre 1886 y 1889, son límites histórico-culturales admisibles para un deslinde cronológico competente de este período). En lo esencial se trata del primero de los cuatro volúmenes con que nos hemos propuesto cubrir la era republicana y que, como muy bien lo explica su coordinador, Bernardo Subercaseaux, se ocupa de una literatura que entonces se está produciendo en –a la vez que contribuyendo a– la configuración de una identidad nacional. Las máximas figuras de la época, Bello, Lastarria, Blest Gana incluso el muy americanista Bilbao, así lo entienden. La literatura no se ha diferenciado aún entre nosotros a estas alturas, o no se ha diferenciado completamente, de otras modalidades de discurso. El tiempo de lo literario en el sentido moderno de este vocablo no ha llegado a nuestro país todavía, aun cuando sea ya posible avizorar, en algunos casos excepcionales, esa especialización por venir.

Como ha sido nuestra intención para la totalidad del proyecto, privilegiamos en el presente volumen, y con mayor razón al tener en cuenta la índole todavía imprecisa de lo literario, la conexión entre literatura y sociedad, a la vez que prestábamos la atención que requiere a la pregunta por el canon. Considerando que la nuestra aspira a ser una «historia crítica», no lo sería si nos quedáramos satisfechos con la reproducción del panteón de lo existente y ya legitimado o a repetirlo en los mismos términos en que se lo conoce hasta la fecha. A sabiendas de que el canon literario se está construyendo y reconstruyendo siempre, por lo que, aun cuando el presente no lo invente, sí lo selecciona y lo jerarquiza, nuestra tarea ha consistido en poner el canon chileno al día, en hacer que esa literatura chilena de otros tiempos dialogue con los gustos y preocupaciones de los lectores de hoy. Quisimos, por ejemplo, que tuvieran ahora su lugar la escritura de las mujeres del siglo XIX, así como el testimonio de las voces indígenas, ambos importantes pero tratados descuidadamente en historias anteriores a la nuestra.

Reiteramos que el lector que hemos previsto es un lector culto, tanto nacional como internacional, pero no necesariamente un lector especializado. Esperamos así que este volumen, con el que damos comienzo a nuestra presentación de la era republicana, pueda también constituirse en una fuente de consulta estándar para todos aquellos que piensan, que todavía piensan, que la escritura, y sobre todo la escritura producida con fines estéticos, es merecedora de algún aprecio. Es el valor del atrevimiento poético del cual hablaba Andrés Bello, esa figura fundacional de la cultura chilena, en su legendario discurso de instalación de la Universidad de Chile, el 17 de septiembre de 1843.

Agradecemos a todos quienes han cooperado con nosotros. A los diecinueve articulistas, maestro cada uno de ellos en su especialidad respectiva; a Bernardo Subercaseaux, coordinador del tomo, así como a sus colaboradores; a Catalina Olea, que se encargó de preparar la edición; a los colegas del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile y a su directora, la profesora Lucía Stecher, que nos otorgaron un respaldo permanente, interesados únicamente en la calidad de lo que deseábamos producir; a LOM ediciones y en particular a Silvia Aguilera, que con tanta generosidad y paciencia disculpan nuestros atrasos; y, cómo no, a la secretaria de las secretarias, a Marieta Alarcón.

Santiago de Chile, 22 de mayo de 2018

Historia crítica de la literatura chilena

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