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4.3. La repercusión de la crisis de 2007-2008 en las cadenas globales de valor

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El crack del año 200876, que tuvo su origen en EE UU, se extendió rápidamente a todo el sistema financiero mundial. A renglón seguido afectó también a la economía «real», como consecuencia de la retracción del crédito y, por tanto, de la demanda. Las cadenas globales de valor se convirtieron en regueros por los cuales la crisis en el sector manufacturero se transmitió de forma implacable de un país a otro. La disminución del consumo de smartphones en EE UU afectó directamente a las compañías que ensamblan los dispositivos en China, pero esas empresas transfirieron buena parte del peso de sus dificultades a los países suministradores de componentes, que vieron reducidos los pedidos con destino al país asiático. Los efectos negativos pueden producirse en lugares enormemente distantes que a primera vista parecen no tener relación alguna entre sí. Así, la disminución de las compras de automóviles por parte de los consumidores estadounidenses afectó al sector del caucho en Liberia, que produce la materia prima utilizada para fabricar sus neumáticos.

La crisis reorientó una parte de los flujos comerciales en el sector manufacturero, disminuyendo los intercambios Norte-Sur e incrementándose los que tenían lugar entre los países del Sur. Fue la época en que los BRICS (acrónimo para referirse a Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica) eran presentados en todos los medios de comunicación como la nueva locomotora de la economía mundial, que tomaría el relevo de EE UU. Ya desde muy pronto, el economista Yanis Varoufakis puso de manifiesto que los BRICS no tenían la magnitud necesaria para asumir esa tarea hercúlea77. En el momento de escribir estas líneas (mayo de 2020) el acrónimo ha desaparecido completamente del mapa y, mirando hacia atrás en el tiempo, resulta inaudito que en algún momento se pensara en la posibilidad de que una acción económica concertada entre esos países pusiera en jaque a EE UU y la UE.

Con independencia de los cambios que se produjeron en los flujos comerciales globales y sus diferentes oscilaciones a medida que pasaba el tiempo, no cabe duda de que el modelo de la cadena global de valor sobrevivió a la crisis y siguió siendo el modo de organización de producción dominante de las empresas multinacionales78. Hay algunos indicadores que apuntan a que a partir del año 2010 tuvo lugar un proceso de relocalización de las industrias manufactureras estadounidenses, como es el caso del índice Kearney79. El reshoring o relocalización consiste en que las empresas, en este caso de EE UU, trasladan fases del proceso productivo situadas en el extranjero a su país de origen. Pero el mecanismo de medición elaborado por Kearney es muy discutible y, en todo caso, de acuerdo con sus propios datos, a partir de 2012 se habría revertido la tendencia volviendo a incrementarse rápidamente el offshoring o volumen de tareas productivas que las empresas de EE UU deslocalizaban a países extranjeros.

En el mundo de las cadenas globales de valor, la pretensión de cualquier país de revertir unilateralmente la mundialización de la producción, mediante la imposición de medidas arancelarias a los productos extranjeros, resulta impracticable. Ese propósito fue explicitado por Donald Trump en la campaña electoral que le llevó a asumir la presidencia de EE UU en enero de 2017. Trump manifestó específicamente que tenía el propósito de que los productos de marcas norteamericanas destinados al mercado estadounidense se fabricasen en su país. Si pensamos únicamente en la cadena global de valor que produce los iPhones de Apple, ese objetivo exigiría no solo crear plantas de ensamblaje, sino que surgieran las empresas y los capitales precisos para fabricar en EE UU los componentes que ahora producen las 200 empresas de la CGV de Apple y sus 750 subsidiarias en el extranjero y que constituyen la inmensa mayoría de las piezas que lleva el teléfono. Eso es claramente imposible de llevar a cabo por muchos aranceles que se impongan a los productos chinos. Lo que se conseguiría a corto plazo es arruinar a la multinacional de la manzana envenenada80.

EE UU no puede revertir unilateralmente la globalización, pero es cierto que otros países han adoptado también políticas proteccionistas, por lo que se discute si volveremos a un mundo de economías nacionales o regionales. La visión más convincente de la situación actual señala que la globalización manufacturera ha tocado techo, por lo que no seguirán creciendo las cadenas globales de valor en ese ámbito. Sin embargo, en el sector servicios, especialmente los que se prestan en el marco de la economía digital, la globalización sigue desarrollándose a gran velocidad como lo demuestra el aumento exponencial del movimiento transfronterizo de datos. En el «capitalismo de plataformas»81 los grandes negocios son el manejo de datos y la prestación de servicios de software y computación a las empresas a través de Internet (esta es la fuente de beneficios más importante para la compañía Amazon en estos momentos).

Está teniendo también lugar una transformación tecnológica que supone un salto cualitativo respecto de la revolución informática. Se trata del desarrollo de la inteligencia artificial y la robótica, tema que será tratado en otro capítulo de este libro. La OIT publicó un informe sobre el futuro del trabajo en el año de su centenario82. En su texto se manifiesta una gran preocupación acerca de los efectos que estas tecnologías puedan tener sobre el empleo. Existen previsiones muy dispares acerca del número de trabajadores que serán sustituidos por máquinas. En todo caso, no hay que caer en determinismos tecnológicos, pues las formas y consecuencias de la implantación de las nuevas máquinas inteligentes dependerán de las opciones de valor que las guíen y del grado de participación que tengan los trabajadores en el diseño de las políticas consiguientes.

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