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3. El método empleado: la historia intelectual

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La orientación teórica de este libro cae dentro de lo que se conoce como historia intelectual. No analizaré aquí las diversas versiones de esta forma de hacer historia. Sin embargo, diré de manera breve cuál fue la metodología usada en esta investigación para que se entienda mejor cómo se distingue de otros estudios sobre el tema.1

En primer lugar, pretendo ofrecer una versión de la historia de las ideas filosóficas en México entre 1908 y 1929. Para realizar esta historia no sólo estudiaré las ideas de Caso, Vasconcelos y otros pensadores de la época, sino que también examinaré los diálogos y las polémicas que sostuvieron entre ellos. Pero me propongo ir más allá de una historia de las ideas filosóficas del periodo. Mi propósito es entender estas ideas —así como sus múltiples influencias, coincidencias y discrepancias— en el contexto en el que se produjeron. En un primer sentido del término, aludo al contexto intelectual, es decir, al entorno en el que los filósofos se desenvolvían: las instituciones académicas, las revistas, las cofradías culturales. Caso y Vasconcelos pertenecieron en sus mocedades a un grupo de intelectuales con quienes compartieron relaciones de magisterio, colaboración y amistad. Para entender en ese contexto las ideas de Caso y Vasconcelos, hay que colocar al Ateneo de la Juventud en el centro de la atención, pero también al círculo más amplio de intelectuales que rodeaba a Justo Sierra, Ministro de Educación de Porfirio Díaz y fundador de la Universidad Nacional en 1910. Si bien la llamada historia intelectual no se reduce a una historia de los intelectuales, el contexto de las ideas estudiadas en este libro está enfocado a la élite intelectual de México, lo que no significa, por supuesto, que no se tome en cuenta aspectos más amplios de la realidad mexicana. Por otra parte, todos los personajes de esta narración conocían la cultura literaria, artística y científica europea. Sin ese contexto más amplio tampoco podemos entender plenamente sus preocupaciones y propuestas. Tomar en cuenta el entorno internacional requiere la consulta de fuentes que normalmente se ignoran en los estudios de la historia de la filosofía en México. No basta con examinar las obras publicadas en el país o en idioma español para hacer historia de la filosofía de México: hay que consultar también las obras de los autores extranjeros leídos por los filósofos mexicanos del periodo en su idioma original. Tampoco basta con la revisión de los textos filosóficos; hay que consultar otros tipos de escritos: cartas, diarios, memorias, artículos en periódicos y en revistas, etcétera. En resumen, mi aproximación a la historia de la filosofía no es internista, es decir, no me restrinjo a examinar un conjunto de escritos de filosofía, sino que intento, además, entender, con la ayuda de otros documentos, la manera en la que aquellos escritos fueron leídos y recibidos por una comunidad más amplia de quienes se llamaban a sí mismos filósofos. Por último, si bien éste no pretende ser un libro sobre la cultura revolucionaria, ni sobre las mentalidades que surgieron en ese momento, no ignora esa cultura y esas mentalidades, aunque siempre dentro del entorno de las ideas y de los autores estudiados. Sería imposible no tomar en cuenta todo ello, ya que uno de los principales temas de estudio y discusión de los filósofos que estudiaré aquí fue precisamente la cultura y la mentalidad de los mexicanos, antes, durante y después de la tormenta revolucionaria.

La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana

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