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II
Acerca de la formación psicoanalítica

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En el capítulo anterior se hizo referencia al surgimiento de los parámetros requeridos para la formación analítica y como la presión para universalizar sus requisitos se instaló lentamente en Viena hasta hacer rápida eclosión en el Berlín en los años veinte. Las condiciones del momento y las características del medio le dieron al “trípode” una fuerte orientación hacia la clínica y el tratamiento. El dispositivo fue avalado por la IPA en 1925, sostenido con firmeza en todas sus exigencias y desde entonces, con algunas diferencias, cumplido por la totalidad de sus asociaciones componentes.

Es imprescindible señalar que este modelo de formación no ha sido aceptado por otras organizaciones ajenas a la IPA y que no participan estrictamente de sus requisitos. Desde los inicios, pero más claramente en la segunda mitad del siglo XX nuevas Asociaciones, algunas de ellas provenientes de escisiones del tronco común IPA generaron modalidades distintas de formación. Surgieron instituciones o grupos con condiciones menos rigurosas en cuanto a la duración, la frecuencia de los análisis didácticos y la no intervención en la selección del analista.

La historia de casi un siglo revela que los requisitos exigidos por el trípode de Eitingon para la formación analítica se han mantenido, en lo fundamental, inalterables. Esta larga y significativa tradición es una muestra de su eficacia. El trípode reconoció de entrada que la formación analítica debía ser un complejo dispositivo que reflejara que las elaboraciones teóricas psicoanalíticas surgieran de la experiencia con el método, tanto en el imprescindible análisis personal como en el llevado a cabo con pacientes bajo supervisión. La formación no podía ni debía ser un mero proceso de aprendizaje cognitivo. Quizá este haya sido una de las mayores dificultades para integrar este modelo de formación dentro de la estructura clásica de la academia.

La aparente sencillez del procedimiento (Verfahren) encubre la trabajosa dificultad que genera su implementación. Por eso la formación analítica, de todas las formaciones postgrado es una de las más estudiadas e investigadas por sus propios protagonistas. La infinita lista de jornadas, trabajos y congresos dedicados al tema es enorme. Los propios Institutos de Formación de la IPA analizan y estudian permanentemente los temas referidos a la dinámica de la formación.

Cuando la formación analítica se institucionalizó, surgieron preguntas inevitables que dieron y siguen dando lugar a largas discusiones: ¿Qué condiciones previas personales y profesionales se requieren para ingresar a la formación? ¿Qué lugar debía darse a las condiciones de salud mental del candidato y en ese caso, quien y como deberían definirse? ¿La formación, debería tener una meta, un perfil, un final específico definible como se lo plantean las carreras académicas? ¿Cuáles son los instrumentos o metodologías del trípode y cómo se genera un proceso cuyos componentes se realimentan recíprocamente? ¿El análisis de formación es diferente de un análisis terapéutico o no? Y una última ¿Cuán necesario es que todo este proceso tenga lugar en una institución que, en última instancia, se asume responsable de su implementación como de su destino?

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