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LA MAQUINARIA DEL FANTASMA

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Una hipótesis lacaniana dice que el fantasma es como una maquinaria que transforma el goce en placer. Una máquina para domar el goce, ya que por su propia inercia el goce no va al placer sino al displacer. Esta es la investigación freudiana que encontramos en Más allá del principio del placer. Más allá del principio del placer en el sujeto hay una dimensión de goce. Así, el fantasma aparece como un medio para retrotraer ese «más allá del principio del placer» a la dimensión del placer. Esto, en mi opinión, se ve en la función del famoso juego del fort-da que Freud presenta en este texto. También aquí el sujeto aprende a dominar una situación a través de esa pequeña maquinaria del juego y a obtener placer de esa maquinación. En esta conferencia Freud dice que, si bien los adultos –según parece– ya no juegan como cuando eran niños, el fantasma viene a sustituir en ellos la actividad lúdica infantil; el fantasma tiene una función semejante a la del juego. Se trata de una función de producción de placer en una situación que es al mismo tiempo una situación de goce y de angustia. Con su maquinación lúdica, el niño obtiene placer de una situación angustiosa, porque no debemos olvidar que la condición necesaria del juego del fort-da es la ausencia de la madre. Hay un sentido en la ausencia de la madre que reside en que el niño no es suficiente para satisfacerla, para procurarle una satisfacción completa. La función esencial de esa ausencia del Otro materno es que ella tiene otro objeto, otro diferente del niño. Más adelante veremos esta función en la emergencia del deseo del Otro como tal, en la producción del fantasma.

La reticencia a comunicar el fantasma, apreciable en la observación fenomenológica, es solamente un primer paso para destacar la diferencia entre síntoma y fantasma a propósito de la interpretación del analista. Para decirlo rápidamente: se trata del fantasma fundamental, de ese tipo de fantasma que Freud acentúa en Pegan a un niño, es decir, ese segundo tiempo del fantasma que nunca aparece en la experiencia misma como tal. Podemos decir que ese fantasma fundamental nunca es verdaderamente interpretado. Mi tesis es que la interpretación es, sobre todo, una interpretación de síntomas y nunca una interpretación del fantasma. El fantasma es objeto de construcción del analista y no, propiamente, objeto de interpretación. Es difícil afirmar cosas así, máxime cuando nadie las ha dicho de esta manera, y lo es también porque hay cierta comunidad de experiencia de los analistas. Se debe ser muy cuidadoso antes de introducir ese tipo de distinciones. Sin embargo, es interesante constatar que, desde este punto de vista, Freud decía lo mismo, aunque de un modo menos evidente.

Aún debemos admitir una paradoja antes de poder afirmar que no hay interpretación del fantasma fundamental. En la experiencia psicoanalítica existe una dimensión, un movimiento, de demanda: por un lado la demanda y, por el otro, lo único con lo que el analista responde a esa demanda: la interpretación. El analista no da ninguna otra cosa que interpretación, nada más que palabras. Como vemos, la demanda fundamental de un paciente en el análisis es una demanda de interpretación, de obtener palabras, nada más. Entonces, es en el orden fenomenológico, en el primer nivel de la experiencia, donde el analista puede presentar algunos fantasmas que están en su propio lado. El fantasma de alimentar al paciente es un fantasma analítico muy conocido. El fantasma habitual del analista es dar el pecho al paciente, pero los pechos de los analistas sólo son pechos significantes. El fantasma topa, justamente, en este punto porque el sujeto no lo ofrece a la interpretación, se lo queda escondido. Pero si generalmente el fantasma no se ofrece al movimiento de la interpretación, el trabajo del analista consiste en obtener su revelación; es una cuestión de dirección de la cura.

El fantasma se presenta entonces como no tocado por el significante. Mientras que, a la inversa –y con esta hipótesis de la cura analítica–, se trata de que el significante que el analista da en la interpretación permita una modificación del síntoma.

Introducción a la clínica lacaniana

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