Читать книгу Introducción a la clínica lacaniana - Jacques-Alain Miller - Страница 9
EL FUNCIONAMIENTO DE NUESTRA CLÍNICA PSICOANALÍTICA
ОглавлениеPor una parte tenemos ese fenómeno del que solemos decir que pertenece a un primer nivel, a la fenomenología de la experiencia analítica, es decir, lo que se puede ver, oír, en el paciente. Éste habla mucho de su síntoma. Habla para lamentarse de él, y es el síntoma lo que lo mueve a ir al analista.
Respecto del fantasma, la situación es otra. El paciente no va al analista a lamentarse de su fantasma. Bien al contrario, ya que el sujeto obtiene placer a través de él. Es algo que puede constatar cada analista. Esta observación es suficiente para colocar fantasma y síntoma en dos vertientes diferentes: la del placer y la del displacer.
De esta manera funciona nuestra clínica psicoanalista. Podemos decir que el sujeto, el paciente, recurre al fantasma en contra de su síntoma. El fantasma tiene una función de consolación. Esta función es una observación de Freud y así es como introduce el fantasma en el psicoanálisis, como una producción imaginaria que el sujeto tiene a su disposición en ciertas ocasiones, más o menos frecuentes, y a la que en ese momento llama «ensueño diurno». Esta es la primera forma en la que el fantasma irrumpe en el discurso analítico, como ensoñación diurna. Puede encontrarse esta vinculación entre fantasma y función de consolación en los Estudios sobre la histeria, de Freud y Breuer, cuando la famosa Ana O. habla de su teatro privado. Podría decirse que es la consolación filosófica por excelencia, la consolación de masturbación. Cuando leemos Pegan a un niño, paradigma analítico del fantasma, vemos que Freud abre ese texto con la vinculación entre el fantasma y esa satisfacción masturbatoria, precisamente, como goce. Un goce que podemos llamar goce fálico, si con esta expresión pensamos, como Lacan, en una satisfacción tanto para los hombres como para las mujeres, en un goce distinto del goce del Otro.
De este modo, el fantasma le produce placer al sujeto mientras que el síntoma le produce displacer. Además, un hecho constante en la experiencia cotidiana es que el sujeto habla con abundancia de sus síntomas, pero tiene muchas reticencias sobre sus fantasmas. Puede ser una paradoja, decía Freud, que el sujeto sea tan prolijo sobre sus sueños, pueda gustar de sus propios lapsus o del witz, pero del fantasma motus –como se dice en francés o en latín–, ni palabra, nada de nada. Sin embargo, en la fenomenología misma de la experiencia analítica se produce una inversión entre síntoma y fantasma.
Es interesante observar, cuando se trata del sujeto obsesivo, que sobre el tema de sus inhibiciones no es inhibido. En cambio –también es una observación de Freud–, el fantasma del sujeto obsesivo es una de las cosas más escondidas del mundo. En una pequeña conferencia titulada «Der Dichter und das Phantasieren», un pequeño texto de diciembre de 1907, Freud lo dice claramente: el fantasma parece como el tesoro del sujeto, su propiedad más íntima. No es el caso del síntoma.
¿Cómo entender, articular, teorizar esta diferencia clínica tan aguda? Podemos hablar de la vergüenza del fantasma. Es cierto, existe una vergüenza del fantasma porque generalmente éste se presenta en relación con los valores morales, con los valores éticos del sujeto. En el neurótico, el fantasma se manifiesta como tomado del discurso de la perversión. De una manera muy general, los fantasmas del neurótico son fantasmas perversos, lo que no quiere decir que el neurótico sea un perverso, al contrario. Pero su fantasma es tomado del discurso de la perversión, es decir, es tomado del campo de un goce que no es el goce propio del obsesivo. Esto explica también la vergüenza del fantasma. No es infrecuente en psicoanálisis encontrar a una mujer feminista que tiene un fantasma masoquista ni encontrar, tal vez, a un hombre humanista cuyos fantasmas sean peculiarmente agresivos.
Hay una contraposición entre lo que llamamos posiciones éticas del sujeto y el elemento fantasmático, elemento que no está en armonía con el resto de la neurosis. Freud lo dice al finalizar la segunda parte del texto que llamamos el paradigma analítico del fantasma: por lo general el fantasma permanece aparte del resto del contenido de la neurosis. Es precisamente de este tipo de observación de lo que un analista no suele desear acordarse. Mi idea es que esta es una manera de decir que el fantasma está en otro lugar que el resto de los síntomas del sujeto, que es distinto. El fantasma incomoda al sujeto, lo inhibe, aunque en general él sabe qué hacer con su fantasma: obtener placer de él.