Читать книгу La Biblioteca de Ismara - Javier L. Ibarz - Страница 39

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Esa noche Clara tuvo un sueño extraño. Su tío tenía un laboratorio como el del doctor Frankenstein, lleno de retortas, probetas, jaulas de Leyden y rayos cruzándolo de lado a lado. Guardaba en cajas de cristal los cadáveres verdosos de María y Fernando, los profesores asesinados del IES Lope de Vega, con tornillos en el cuello. Óscar y él bailaban un frenético vals y terminaban en un beso apasionado. Mientras, Daniel observaba la escena. Llevaba una guirnalda que relucía con un ámbar intenso, casi rojo, mientras repetía:

—Eres el amor de mi vida, eres el amor de mi vida, eres el amor de mi vida.

Su tío dejó de besarse con Óscar y se lanzó contra Daniel blandiendo una espada. Lo atravesó de una precisa estocada y el ámbar del collar y el rojo de la herida se juntaron en un surtidor que atravesó la estancia formando arabescos mientras una voz repetía: «Oterkes le se ese, oterkes le se ese».

Clara se despertó, sudando. Durante unos instantes no supo dónde estaba. Un perro ladraba en el parque y ella se asomó a la ventana. Bajo una farola, en la calle, le pareció ver a alguien de pie, mirando hacia la torre. ¿Daniel, quizá? No pudo verlo con más detalle; en un parpadeo, había desaparecido.

«Como en el tanatorio» —pensó.

Fue como si atravesaran su estómago con una lanza. Revivió una vez más la muerte de sus padres con la misma intensidad que si se hubiera producido ayer. El dolor era agudo, penetrante, se abría hueco desde su vientre hasta la garganta. Todos los reproches, todas las justificaciones, toda la culpa, todas las excusas viajaban con él, hendiendo sus entrañas, destrozándola por dentro. No pudo más. Se aferró al alféizar unos segundos, luchando contra el vértigo que le incitaba a saltar y terminar con todo. Luego se apartó de la ventana y se dejó caer, llorando, sobre la cama.

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