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¿Y la Argentina?

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Acabo de comparar la reacción de Estados Unidos ante el Coronavirus con la de Francia. Si quisiera referirme a países en vías de desarrollo con tipo de cambio flexible, debería comparar a Chile con Brasil. En el caso de los países con tipo de cambio fijo, a Panamá con Ecuador. Y después, en una categoría aparte, está la Argentina, que es como Sor Juan Inés de la Cruz: Yo, la peor de todas.

Podemos discutir (y en la segunda parte de este libro lo hago) qué grado de keynesianismo puede darse en los países desarrollados. Pero hay una cosa que está fuera de discusión: no se puede hacer keynesianismo en Argentina. Para eso harían falta dos condiciones: la primera es el acceso al mercado de capitales. La Argentina empezó la pandemia en medio de un default. Por ende, no podía ir a los mercados internacionales. La otra condición es poder utilizar la política monetaria. Pero para eso hace falta demanda de dinero. Y la Argentina no la tiene. Este país no está en condiciones de aplicar el modelo keynesiano. Ante un shock de oferta negativo –porque la cuarentena implicó sacar gente del mercado laboral– ¿había que dar un estímulo a la demanda, aumentando violentamente el déficit fiscal, de 3 puntos del PBI a cerca de 10, y financiarlo con emisión monetaria? NO. Es una locura. El BCRA ya emitió 1,5 billones de pesos para financiar al fisco. Argentina, en el primer semestre, tuvo un déficit fiscal de 14.000 millones de dólares. Y eso en el mejor semestre del año en lo fiscal. A eso hay que sumar que ese dinero no llega a la calle porque lo están esterilizando: el 70% está esterilizado. Así, cuando miramos los pasivos remunerados tenemos el equivalente a una segunda base monetaria. Así, de darse un escenario de pánico bancario, en veintiocho días se duplicaría la cantidad de dinero. Para colmo, se financia la obra pública con emisión monetaria. Se financia a la mitad de gente que está sin trabajo con emisión monetaria. La reconstrucción del capital de trabajo se financiará con emisión monetaria... Todo se financia con emisión monetaria.

De modo que hay una explosión de oferta de dinero y, al mismo tiempo, una caída en la demanda de dinero. Lograr comprar un dólar es una tortura china. En el primer semestre del año entraron al país 8.000 millones de dólares comerciales. A pesar de eso, las reservas cayeron en 1.500 millones de dólares. Eso significa que la demanda de dinero, a pesar de los controles monstruosos que existen, se destruye. Emitir dinero sin contraparte de demanda de dinero, y con la producción cayendo, tarde o temprano lleva a una hiperinflación. En cualquier caso, la Argentina fue la economía que más cayó en el mundo. La tasa anualizada de caída para la primera parte del año es de 53%. Tomando los primeros cinco meses del año, la economía argentina cayó 13% acumulado. Como comparación, en el año 2002 cayó 10,9%. Hoy el desempleo supera el 15%, la pobreza ya está en 45%, el 63% de los chicos de hasta 14 años son pobres. En otras palabras: la Argentina hizo todo mal. Debió bajar el gasto público para poder bajar los impuestos. Pero como los políticos son inmorales, no sólo no bajaron sus ingresos, sino que además anularon los ingresos de las empresas y las obligaron a seguir pagando los impuestos. Las obligaron a mantener la cantidad de empleados. Las obligaron a seguir pagando los salarios. Así, las empresas se vieron obligadas a comerse el capital de trabajo; después hubo una explosión de cheques rechazados y que no se ven en las cuentas del sistema porque salió el Banco Central a pagarlos. En definitiva, vamos hacia un nivel de destrucción de valor inédito en la historia argentina.

Y no sólo de valor material: también de valor moral. Me refiero al uso del miedo. ¿A qué le tiene miedo el ser humano? Por supuesto, a la muerte. Estuvieron ciento cincuenta días machacándonos con la muerte. Nadie se preocupó por establecer un orden de magnitudes. Cualquiera que lo pidiera fue estigmatizado. El principal asesor presidencial, Pedro Cahn, sentenció: “O estás a favor de este modelo, o estás a favor de la muerte”. Se utilizó el miedo como una estrategia de control social. En este sentido, sostengo que la cuarentena impulsada por Alberto Fernández y sus cómplices políticos constituye un delito de lesa humanidad. ¿Parece exagerado? Sin embargo, acorde al artículo 7 inciso k del Estatuto de Roma de 1998 se estipula que cuando se ataca el derecho de propiedad de modo sistemático, a tal punto que se deja a millones de personas sin sustento, ello empuja al individuo a decidir sobre dos opciones: (i) enfrentar al Estado y terminar muriendo de inanición y (ii) rendirse frente al Estado. Así, el primer caso deriva en un delito de lesa humanidad al constituir un asesinato por la vía indirecta con el agravante de que la transición hasta podría ser considerada como una tortura (donde es obsceno cómo miembros del gobierno experimentan placer al dañar económicamente a los opositores). Por otra parte, cuando el individuo por una mera cuestión de supervivencia se pone de rodillas frente al Estado, se convierte en un esclavo, lo cual también constituye un delito de lesa humanidad.

A pesar de todo esto, soy optimista. Es cierto que el mercado laboral argentino es uno de los más rígidos del mundo. Es cierto también que han destruido el aparato productivo. La Argentina saldrá de la pandemia mucho más empobrecida y con los derechos de propiedad vulnerados. Pero a diferencia del pasado, los individuos han empezado a reaccionar. Yo observé con mucha alegría a las manifestaciones del 20 de junio y del 9 de julio de 2020. Había visto muchas manifestaciones antes y algo me frustraba: los reclamos estaban desconectados entre sí. En cambio, en la marcha del 20 de junio, por primera vez desde que tengo memoria, todos reclamaron por el derecho de propiedad, la libertad y que se les permitiera trabajar. Por primera vez una multitud en la Argentina defendió valores liberales. Y luego, el 9 de julio se agregó el reclamo de igualdad ante la ley, que es la bandera emblemática del liberalismo. En definitiva, como nunca antes desde que tengo memoria, los individuos han internalizado los valores del liberalismo. Veo a una sociedad decidida a enfrentar a una corporación política parasitaria que nos ha empobrecido a todos para edificar su progreso. ¿Se sostendrán estos reclamos? ¿Empujarán un cambio profundo? El tiempo lo dirá, aunque de todos modos, en términos de dominancia estocástica sin lugar a dudas estamos mucho mejor.

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