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La economía mundial durante la pandemia
ОглавлениеComo anarco-capitalista, yo quisiera un mundo sin Estado; pero el hecho es que hoy el Estado existe. No conviene hacer prescripciones para un mundo que no existe. Considerado esto, me parece muy interesante comparar la respuesta a la pandemia de dos economías desarrolladas y con acceso al mercado internacional: Estados Unidos y Francia.
¿Qué sucede, en una economía cerrada, cuando salen personas del mercado laboral porque están infectadas? Esto provoca una caída del ingreso; esa caída conlleva una caída del ahorro. Si comprenden que este shock es transitorio, y por ende el criterio de inversión no se modifica, entonces la contracción del ahorro lleva a un aumento en la tasa de interés. Esta suba de la tasa de interés hace que caiga la demanda de dinero y como consecuencia el nivel de precios sube. Eso es lo que pasa en una economía cerrada. En una economía abierta, por otra parte, si suponemos inicialmente un equilibrio del sector externo y tiene lugar una contracción del ahorro dada la inversión, eso hace que la tasa de interés de equilibrio interno sea más alta que la internacional, lo que genera un flujo de capitales que permite financiar el desequilibrio interno. Ahora, como entonces la tasa de interés no sube, la demanda de dinero no cae y los precios quedan constantes. Por ende, la crisis se resuelve con endeudamiento. El problema, en esta pandemia, fue que sí hubo pánico; la inversión se derrumbó. Además, cuando hay pánico se venden los activos riesgosos para comprar activos seguros. Se venden acciones, se venden los bonos corporativos, y entonces cae el precio de los bonos de las empresas y aumenta el spread entre el retorno de un título de empresa contra el de un soberano considerado libre de riesgo, al tiempo que sube la demanda de dinero en dichos países. Por otra parte, se cae el precio de los bonos emergentes y, por lo tanto, el riesgo país de los emergentes sube.
Bien, veamos ahora qué hizo Estados Unidos y qué hizo Francia ante esta situación. En materia de política monetaria no hubo diferencias entre los dos, porque Christine Lagarde, desde el primer momento, entendió la analogía con lo que había pasado en la crisis subprime: igual que entonces, ahora había una enorme demanda de dinero. Para que eso no condujera a una deflación, se emitió dinero. En el caso de los Estados Unidos, como la tasa de interés de los bonos del Tesoro estaba en cero, la Reserva Federal bajó la tasa de interés a cero y ofreció dinero. Y en ese contexto tuvo que inyectar, en dos días, el equivalente a un PBI y medio de Argentina de ese momento. Sin embargo, eso no causó inflación porque se emitió contra demanda de dinero.
A partir de acá empiezan las diferencias.
En Estados Unidos, para que la caída de la inversión no dañara al sistema productivo, Trump bajó los impuestos a las empresas. Así, la inversión que caía por culpa del pánico se compensaba parcialmente con la baja de impuestos. Por otro lado, como el sistema laboral de Estados Unidos es muy flexible, conforme avanzaba la epidemia aumentaba el desempleo. Sin embargo en Estados Unidos cuentan con un seguro de desempleo que transfiere fondos directamente a los individuos al momento de perder el trabajo, al tiempo que el Gobierno decidió transferir un cheque de USD 1.200 a cada persona que perdía su trabajo; es decir, hubo un aumento del gasto público. De este modo, se logró sostener el consumo, evitar que la inversión caiga en exceso y se financió ese desequilibrio con endeudamiento externo, en un mundo donde todos están dispuestos a prestarle dinero a Estados Unidos y a los países desarrollados: les prestan a tasa cero y además les demandan dólares.
¿Y Francia? Si bien consigue financiamiento barato, y si bien las condiciones monetarias manejadas por el Banco Central Europeo replican un comportamiento parecido, la política fiscal de Francia es muy distinta. Para empezar, Francia no bajó los impuestos a las empresas. También la asistencia que le ofrece a los individuos es distinta: el gobierno francés se hace cargo de determinadas cuentas. Mientras que Estados Unidos les gira dinero a sus ciudadanos para que gasten en lo que ellos quieran, el Estado francés, en su fatal arrogancia, determina en qué gastos los va a ayudar. No es un tema menor.
De este modo, terminada la crisis, la ayuda del gobierno americano cesa, el gobierno deja de emitir los cheques de desempleo, o sea que el aumento del gasto público es transitorio. Al final de cuentas, de la pandemia queda el endeudamiento y la baja de impuestos sobre empresas, que se manifiesta en una mayor inversión y una mayor acumulación de capital a largo plazo. Por eso la economía americana, después de aguantar el shock, en tres meses generó diez millones de puestos de trabajo. Se espera que para finales de septiembre, la economía ya funcione como antes de la pandemia. El caso de Francia es muy diferente: ese país, al otorgar un subsidio donde el que gasta es el Estado, entra en lo que Milton y Rose Friedman llaman “el triángulo de hierro del status quo”. Ese triángulo se compone de los beneficiarios de los programas, de los burócratas que ejecutan esos programas y del político oportunista. El problema es que, una vez instituido un gasto de esas características, no se puede bajar. Por lo tanto, el aumento del gasto público se torna permanente y así deberá ser financiado por mayores impuestos; a fin de cuentas, los salarios reales franceses terminarán siendo relativamente peores que los americanos.
Dicho esto, si bien en Europa no rondaba ni por lejos la idea de bajar los impuestos. ¿Quién fue el primer país que dio ese paso? Irlanda. Recordemos que solía ser uno de los países más miserables de Europa. Con sus reformas pro-mercado generó un proceso de crecimiento virtuoso que, en sólo treinta y cinco años, le permitió superar el PBI per cápita de Estados Unidos y convertirse en uno de los países más ricos del mundo. Así que ahora, frente a la pandemia, Irlanda bajó impuestos. Si bien en un primer momento, los países europeos que forman parte de la OCDE denunciaron injustamente a Irlanda por una competencia fiscal desleal, luego recalcularon y comenzaron a bajar los impuestos. Y bien: ¿quién fue el último en hacerlo? Francia. ¿Y quién quiere, al contrario, subir los impuestos? España, la actual sucursal del chavismo en Europa y tan cercana a las ideas que hoy tanto se aclaman en Argenzuela.
Conclusión: en esta pandemia les fue mucho mejor a los países que son más liberales y que más respetan a la libertad individual, inspirados por el tan criticado Donald Trump, quien a la postre, tal como lo señala mi queridísima amiga y brillante politóloga María Zaldivar, se terminó convirtiendo en el faro del mundo en la defensa de la libertad.