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1. El COVID-19: breve resumen de las observaciones científicas acerca del COVID-19 publicadas por la Sociedad Argentina de Virología

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En diciembre de 2019, en Wuhan, provincia de Hubei, China, fue descubierto un coronavirus denominado SARS-CoV-2 o COVID-19. Era desconocido hasta entonces. Secuenciaron su genoma en enero de 2020 y el 30 de ese mes la Organización Mundial de la Salud declaró la emergencia de salud pública internacional.

¿Qué es el SARS-CoV-2? Los conceptos que siguen están basados en forma directa en el informe publicado por la Asociación Argentina de Virología. Éste nos enseña que este virus pertenece a la familia Coronaviridae, a la que se define como “virus envueltos cuyo genoma consiste en una única molécula de RNA simple cadena de sentido positivo”. Éstos infectan a aves y a varias clases de mamíferos. Sucede, en ocasiones, que los coronavirus emerjan como patógenos al saltar a una especie hospedadora diferente. Se agrupan en dos subfamilias: Torovirinae y Coronavirinae. Por lo general tienen forma de esfera, con espículas que emergen de su envoltura. Rodeado por esta envoltura está el genoma viral; a éste van unidas copias de cierta proteína.

¿Cómo entran los coronavirus a la célula blanco? Por contacto entre la proteína S y cierto receptor en la membrana celular. Para el virus SARS-CoV el receptor específico es la proteína llamada ACE2. Si en los humanos el SARS-CoV ataca principalmente a los pulmones y al intestino delgado, es porque esos órganos tienen células epiteliales en los que se expresa la proteína ACE2. Bastan dos residuos aminoacídicos en el RBD de SARS-CoV de un hospedador intermediario para que esta proteína gane la habilidad de unirse al ACE2 de humanos. La proteína ACE2 también funciona como receptor para el nuevo SARS-CoV-2, que puede también fusionarse en forma directa con la membrana plasmática celular.

Una vez que se produce el ingreso del virus en la célula hospedadora, se desnuda la partícula dentro del citoplasma. El gen de la réplica viral se traduce a partir del genoma (+gRNA). El autoclivaje de las poliproteínas pp1a y pp1 abgenera las proteínas no estructurales que conforman el RTC (complejo de las replicas transcriptas). Primero se sintetizan los intermediarios replicativos (-sgRNA); hecho esto, se sintetizan los RNA genómicos y subgenómicos (+sgRNA). A partir de éstos, y asociadas al retículo endoplasmático (ER), se expresan las proteínas estructurales S, E y M. El ensamblado de la partícula se produce el compartimiento ERGIC. Luego, mediante exocitosis, se liberan al medio extracelular las nuevas partículas infectivas.

En diciembre de 2019 varios pacientes de tres hospitales de Wuhan tenían diagnóstico de neumonía viral sin causa identificada. No se detectó en ellos ninguno de los virus respiratorios conocidos. En cambio, todos habían concurrido a un mercado de productos de mar en Wuhan, provincia de Hubei, China; esto permitió asociarlos epidemiológicamente. De estos pacientes se extrajo el material genético del virus. Pronto se obtuvo su secuencia genómica completa y se lo denominó SARS-CoV-2.

El nuevo virus podría usar el mismo receptor que el SARS-CoV, la proteína ACE2. Con una diferencia: el sitio de unión al receptor presenta, en el SARS-CoV-2, cambios en posiciones claves para su unión a ACE2. Otra diferencia: la espícula del SARS-CoV-2 es mayor que la de del SARS-CoV y el MERS-CoV. Los coronavirus pueden adquirir nuevos sitios de clivaje para proteasas; esto sugiere una importante capacidad adaptativa, que quizá esté relacionada con su impactante capacidad infectiva.

Aunque los murciélagos son un reservorio para los coronavirus, otros animales pueden haber servido como hospedadores intermediarios entre los murciélagos y los humanos. El informe de la Sociedad Argentina de Virología argumenta que cuando el brote fue reportado, en diciembre de 2019, la mayoría de las especies de murciélagos que habitan en Wuhan estaba hibernando. Además, no se comercializaron murciélagos en el mercado de Huanan; en cambio (prosigue el informe), había otras varias especies de animales. Tercero, la identidad de secuencias entre SARS-CoV-2 y las cepas de murciélago más cercanas fue menor al 90. Todo esto sugiere que los murciélagos actuaron como mero reservorio, mientras que civetas y dromedarios actuaron como hospedadores intermediarios. El hospedador final, por supuesto, son los humanos.

¿Cómo se propagan los coronavirus? La mayoría lo hace por vías respiratoria o fecal-oral. La replicación ocurre primariamente en el tracto respiratorio; sin embargo, varios coronavirus infectan el tracto respiratorio inferior, causando síndrome respiratorio agudo. Ya hemos mencionado que el SARS-CoV-2 se une fácilmente a la enzima ACE2, lo cual explica su veloz propagación en los humanos. El virus suele causar desde síntomas leves parecidos a la gripe (fiebre, tos, fatiga, dolor muscular) hasta dificultades para respirar, neumonía grave o shock séptico. Las personas con afecciones crónicas padecen con más frecuencia las formas graves de la enfermedad. Aun así, salvo para la gente de edad muy avanzada o que presenta con morbilidades, el SARS-CoV-2 es netamente menos letal que el SARS-CoV, que tiene un 10 % de mortalidad, y el MERS-CoV, que tiene un 35%.

Hasta mediados de 2020 era relativamente escaso el conocimiento sobre el mecanismo de patogenia del SARS-CoV-2; a falta de algo mejor, los datos se basan en su similitud con el SARS-CoV. Ya señalamos que el SARS-CoV infecta en primer lugar a las células en la vía aérea superior, causando daños menores, pero al propagarse a los alvéolos el daño es más grave: se produce descamación de neumocitos, edema alveolar, infiltración celular inflamatoria y formación de membrana hialina. También se detectan virus en riñones, hígado, cerebro e intestino delgado. El pulmón es el órgano más afectado, pero hay disputas acerca del mecanismo preciso de la lesión pulmonar. Las lesiones pulmonares muestran respuestas inflamatorias tales como edemas o infiltración de células inflamatorias, pero también una exfoliación de las células epiteliales alveolares, ensanchamiento y daño del tabique alveolar; a esto se agrega la infiltración del espacio alveolar.

La respuesta inflamatoria juega un papel importante en la enfermedad; así lo muestra el daño a las paredes arteriolares intersticiales pulmonares. El huésped desencadena una respuesta inmune contra el virus. Por supuesto, la respuesta inmunitaria es necesaria para eliminar el virus; pero una respuesta inmune fuera de control puede provocar daños en el tejido pulmonar, deterioro funcional y capacidad pulmonar reducida. El informe de la Sociedad Argentina de Virología destaca que en pacientes con COVID-19 se observó un ascenso plasmático del nivel de citocinas y quimiocinas, factor estimulante de colonias de macrófagos y de crecimiento de hepatocitos. Esta liberación exacerbada de inmunomediadores, a su vez, recluta linfocitos, macrófagos y leucocitos al sitio de la infección. Eso explicaría en parte el daño histológico observado en los pacientes más graves con COVID-19.

La infección por SARS-CoV-2 se diagnostica mediante la detección de genoma viral. Esta técnica se utiliza sobre muestras de secreciones de las vías aéreas superiores e inferiores. Un único resultado negativo, por desgracia, no excluye la posibilidad de una infección, por lo que se recomienda repetir el muestreo; del mismo modo, la detección de un patógeno alternativo no excluye la posibilidad de una coinfección de SARS-CoV-2.

En agosto de 2020, a pesar de avances prometedores, aún no están disponibles vacunas contra ninguno de los coronavirus humanos. Esto se debe, en parte, a su capacidad de recombinarse y de mutar. El informe de la Sociedad Argentina de Virología enfatiza que el problema debe analizarse también con vistas a una respuesta inmune apropiada, que estimule los mecanismos innatos y adaptativos adecuados para proporcionar protección a la infección posterior. Para volver a las vacunas, uno de los puntos críticos es la posibilidad de que la inducción de anticuerpos promueva un aumento en la infección y hasta el agravamiento de los síntomas.

Este efecto ya había sido descrito para coronavirus felinos y es similar al observado con el dengue, la fiebre amarilla y el virus de la inmunodeficiencia humana. Otros trabajos mostraron que existe un umbral de ocupación de anticuerpos en el virus y que, dependiendo de ese umbral, los anticuerpos pueden neutralizar el virus o, por el contrario, aumentar su capacidad infectiva. Otros estudios sugieren que la ADE dependiente de los receptores de anticuerpos podría no ser el único mecanismo para aumentar la infección mediada por anticuerpos. En la evaluación de los ensayos clínicos de las vacunas candidatas (concluye el informe) debería tenerse en cuenta que la inducción de niveles variables de los anticuerpos neutralizantes (incluyendo niveles bajos) es un fenómeno esperable en el contexto de una eventual vacunación masiva.

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