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ARGELIA

En Argelia la situación se estaba poniendo desesperada. Mientras los paracaidistas franceses intentaban abortar, arrasando a sangre y fuego, la rebelión, Ben Larbi denunciaba todas las operaciones, emboscadas y resistencia del Frente de Liberación Nacional argelino. A mediados de 1962 se daba todo por perdido. Después de una guerra sangrienta y despiadada, el todopoderoso ejército francés tuvo que retirarse a la vez que un millón de personas de origen europeo, conocidos como pieds noirs, junto con los argelinos que colaboraron con ellos. Los que se quedaron fueron juzgados por traidores y prácticamente todos ajusticiados. Fue la segunda pérdida de colonias de Francia, que siguió al revés de Indochina en el año 1954.

Larbi y su esposa pied-noir, Françoise, consiguieron huir en una de las embarcaciones de rescate de colonos y se establecieron en Marsella. El gobierno francés inicialmente les ayudó, les dio una casa y una manutención mensual, pero lentamente toda la ayuda que habían prestado los harkis15a Francia cayó en el olvido y la mayor parte de ellos quedaron estigmatizados para siempre. A partir de entonces, no fueron ni franceses ni argelinos.

Al cabo de unos años, Françoise tuvo un niño. Vivían en Francia y francés querían que fuera, así que decidieron llevarlo, cuando tuviera la edad, a la école maternelle16 para su educación en la cultura del país. A Larbi, que recordaba su época como paramilitar y colaborador en Argelia, se le ocurrió que tal vez podría trabajar con el gobierno haciendo lo mismo respecto a los musulmanes franceses: delincuentes, posibles terroristas, radicalizados y desarraigados, así como otros individuos problemáticos. Viajó a París y fue a visitar al que había sido gobernador de Argel en aquel tiempo y con el que mantuvo una estrecha y leal amistad.

—Espere un momento, monsieur Larbi, el Prefecto lo atenderá enseguida.

A la media hora salió un hombre uniformado y seguidamente el secretario le hizo entrar.

—¿Qué tal, Larbi? ¡Cuánto tiempo sin verte! —Se levantó y, rodeando el despacho, le abrazó familiarmente—. ¿Qué te trae por París? Las últimas noticias que tuve de ti fueron que estabas en Marsella. Ven, siéntate, por favor. ¿Cómo te trata Francia? No muy bien, ¿no?

—Bueno, tampoco nos ha tratado tan mal, pero esperábamos más, la verdad. Hemos tenido un niño, aunque creo que ya lo sabes. Y tú, ¿cómo estás? ¿Y Amelie y los niños? Salúdalos de mi parte.

—Todos muy bien, gracias. Les pasaré tus saludos. Sí, me enteré hace algún tiempo que habías tenido un hijo. Pero dime, ¿qué hay de nuevo?

Estuvieron hablando de temas variados, los problemas que tenía Francia con los refugiados argelinos y migrantes que empezaban a llegar, el escándalo de la desaparición de un exiliado marroquí, en el que aparecían implicados los servicios secretos franceses y marroquíes…Larbi esperaba encontrar la oportunidad para hablar de su idea, hasta que en un momento de silencio aprovechó y le expuso su proyecto.

—He estado pensando en cómo podría mejorar mi situación y a la vez ayudar a Francia, como hice en Argelia. Podría hacer de infiltrado en las mezquitas o de informador de los movimientos radicales en todo el mundo musulmán, cada vez hay más extremistas. Muchos argelinos no están nada contentos con la ayuda estatal y quieren organizar protestas y huelgas, yo soy uno de ellos, en apariencia, pero de corazón francés. Además, sigo teniendo contactos en Argel, tal vez pudiera beneficiar en lo posible a mi patria.

El Prefecto se quedó un rato pensativo. Estaba informado del problema presentado por la desaparición del famoso exiliado marroquí hacía poco tiempo, los periódicos lo habían investigado por la más que posible implicación del gobierno francés y hacían todas las especulaciones posibles sobre el resultado del juicio, que se celebraría pronto. Sabía también lo que pasaba con los argelinos refugiados y los musulmanes que estaban llegando como migrantes de otras partes del mundo. Aquella era una idea que ya tenía pensada, pero no podía fiarse de nadie, había perdido todos los contactos de su vida en Argel. Larbi ahora le ofrecía la oportunidad en bandeja de plata.

—Bien, ya había pensado en algo parecido pero lo deseché por no tener a nadie de confianza, déjame reflexionarlo y consultarlo. Te llamaré. Tendría que ser un secreto absoluto si lo hacemos, como infiltrado tu vida correrá peligro. Dale a mi secretario tu teléfono para poder llamarte. Dale saludos a Françoise, por favor. A ver si nos vemos cualquier día de estos, podríamos cenar juntos un fin de semana.

Larbi salió muy complacido, se percató del interés que tenía por el tema y creyó que era fundamental para él. No le preocupaba el riesgo, se había jugado la vida muchas veces en la guerra de Argelia, lo que quería es dar un futuro a su esposa y a su hijo. Françoise fue profesora en Argel, sin embargo, actualmente no trabajaba para cuidar al niño hasta que pudiera ir a la guardería.

En la primera cena informal de las dos familias, Michel le dio la noticia de que su petición había sido aceptada. Ahora, tenían que dar forma a su trabajo. Al cabo de los años, su misión funcionó muy bien. Vivían en París en un buen barrio, el duodécimo XIIº arrondissement17. Y aunque iba de paisano y actuaba como agente de la Sûrete Francaise, Larbi no constaba cómo tal.

Tenía una tapadera perfecta para poder desenvolverse sin alertar a nadie, trabajaba en el ayuntamiento de mediador de la comunidad musulmana de París. La totalidad de los problemas, relaciones, contiendas y cualquier otro tipo de problema pasaba por él, conocía a todos los delincuentes y a los que habían tenido algún contratiempo con la justicia. También a la gente buena, los creyentes, los imanes y los radicalizados o de posible radicalización. En general estaba bien considerado, no podían sospechar de él como un colaborador de los servicios secretos de extranjería franceses.

Su esposa había sido colocada de profesora en un colegio privado con un sueldo alto, lo que les permitía, a los ojos de la comunidad argelina, poder vivir en aquel barrio. Percibían pues un salario elevado y la cantidad que necesitaran de los fondos reservados. A Larbi le gustaba el trabajo pero se sentía intranquilo, inseguro, todo contacto lo hacía siempre a través del Prefecto y Françoise le insistía con frecuencia, ¿y si a Michel le pasa algo? ¿Cómo vamos a quedar nosotros? En una de las entrevistas que tenía periódicamente con él, se lo preguntó.

—¿No hay nadie que sepa de mí, Michel? Si a ti te pasara algo, ¿cómo quedaría yo? ¿A quién tendría que detallar mi trabajo?

—No te preocupes, formas parte de los fondos reservados y de los secretos de estado. Estás todo lo legal que se puede estar sin estar en ningún lugar público, no podemos permitir que haya alguna filtración. Te daré un nombre para que acudas a él si yo tuviera algún problema y él te daría a su vez otro contacto, por si a él también le sucediera algo18.

Los años fueron pasando, el niño creció y se hizo un chico fuerte y listo, estudiaba lo justo, pero era inteligente y aprobaba los exámenes sin problema. Aprendió español e inglés, destacaba por su facilidad con los idiomas. No tenía ningún rasgo argelino, su aspecto era europeo como el de su madre y todo su mundo se desarrollaba en Francia, sólo cuando hablaba árabe su acento recordaba su origen. No le gustaba mucho la escuela, no obstante, al acabar el “Bac” quiso continuar con la instrucción superior. Acabada la licenciatura de Estudios Sociales, su padre intentó ayudarle en lo posible a encontrar un buen trabajo.

—Podemos ir a ver a Michel, igual te puede ayudar. ¿Te gustaría ser policía?

—No, papá, pero agente secreto como James Bond, sí.

Larbi se rio de la ocurrencia de su hijo y llamó al secretario pidiéndole cita para una entrevista.

El resultado fue inmejorable, le gustó el talante de aquel joven despierto e inteligente que le recordaba mucho al de su padre de joven, en Argelia. Parecía no tener miedo a nada. Aunque no tenía claro su futuro, pensó.

—Mira, todo lo que vamos a hablar aquí será estrictamente confidencial. Si no te interesa, no le podrás decir a nadie nada de lo que hayamos hablado o pasarás muchos años en la cárcel acusado de alta traición. ¿Continuamos o prefieres dejarlo correr ya? —le dijo muy serio para que se diera cuenta de que no era un juego.

—Sí. De acuerdo, secreto de estado. Lo tendré en cuenta.

—Vamos a probarte —espetó—, hace unos años que se creó la DGSE, la Dirección General de Seguridad Exterior. Soy amigo íntimo de Jacques, al que recientemente han hecho director de esta sección. Se cuida de los agentes y operaciones que tengan que ver con la seguridad exterior de nuestro país. Reemplazó al Servicio de Documentación Exterior y Contra Espionaje (SDECE) que había anteriormente y necesitan regularmente gente nueva. Tendrás que presentarte en la sede del CAT19, en 141 Boulevard Mortier, que está en el 20° arrondissement. Voy a hablar con él para que te conozca y decida si le puedes interesar. Te llamará mi secretario y te dará la fecha y hora. Recuerda, no debes decir nada a nadie. Tu padre lo sabe muy bien. Nos veremos dentro de un tiempo. Recuerdos a tu madre.

Se despidieron y salieron a la calle de un París resplandeciente, daba la sensación de que el sol los saludaba y los felicitaba por el resultado de la entrevista.

—No cantes victoria aún, te veo muy satisfecho pero hasta que no tengas las entrevistas definitivas, no puedes pensar en haber ganado nada.

—Ya lo sé, papá, sin embargo, el primer paso es primordial. Del resto ya me ocuparé yo. Espero estar a la altura. Es lo primero para trabajar de ¡James Bond! —dijo riendo su propia gracia.

—No, si al final vas a tener razón y acabarás haciéndote agente secreto.

Le llamaron al cabo de unas semanas, tiempo que pasó con los nervios a flor de piel. Creía que ya no le llamarían a pesar de que su padre le decía con insistencia aquella frase de que “las cosas de palacio van despacio”.

—Tranquilo, te dijo que te llamarían y te van a llamar. Pero no te desesperes. Es el ímpetu de la juventud, tienes que aprender a ser paciente y mucho más en el mundo en el cual deberás trabajar si te escogen.

Mientras esperaba, mandó varios currículos para mirar de encontrar algún trabajo o hacer prácticas como becario en alguna empresa, sin embargo, no le hizo falta. Lo admitieron en la DGSE. Las pruebas físicas y psicotécnicas las pasó sin dificultad, los exámenes de idiomas también, su árabe era bueno pero tenía acento argelino que necesitaría modular. Tendría que hablar en los diferentes acentos de los países y regiones en los que debería trabajar y uno de ellos sería Marruecos.

Después de una temporada, ya era agente encubierto de la Dirección General de Seguridad Exterior. Últimamente varios atentados terroristas en el Líbano habían alertado a los servicios secretos mundiales y la yihad islámica estaba en los despachos de todas las centrales de información. Por su origen y dominio del árabe, fue encargado de los temas relacionados con el universo musulmán. Existía un expediente que llevaba más de cuatro lustros sin cerrar, proveniente de la anterior SDECE, pero hacía un tiempo uno de los pocos testigos que aún quedaban con vida fue hallado muerto y aunque oficialmente fuera proclamado como un accidente de tráfico, provocó la reapertura del caso. Su nombre era Ahmed Dlimi, en aquel momento era jefe de los ejércitos marroquíes en el Sáhara. Nadie se preocupó de investigarlo en todos aquellos años, no interesaba que se profundizara en él, por ello el dossier fue entregado al nuevo espía, para saber cómo se desenvolvería en el mundo de la investigación, conspiraciones, asesinatos y traiciones.

El expediente era el “Affaire Ben Barka” y el espía era Hasan Larbi.

La muchacha que amaba Europa

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