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Febrero 9
Háblame Señor

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“Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:10b)

No saber reconocer la voz de Dios es una de las quejas más frecuentes que tenemos.

Queremos hacer la voluntad de Dios, anhelamos tener una relación más estrecha con nuestro Creador, pero… ¡cuánto nos cuesta entender cómo Él nos habla, cuándo lo hace, y, sobre todo, qué nos dice!

En ocasiones el silencio de nuestro Señor es mayor que nuestra paciencia, y a veces sus respuestas nos parecen extrañas o sin sentido.

Entonces nos surgen más inquietudes: ¿cómo saber que Dios me está hablando? ¿Cómo no escuchar la multitud de voces que se confunden con la suya —incluso con la mía — que procuran llevarme hacia otros destinos?

Dios siempre habla y los que estén más cerca de Él serán los que mejor lo escuchen.

El Señor llama por nombre a sus ovejas y las saca del redil. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz.

« ¡Habla, que tu siervo escucha!», es una respuesta directa al trono de Aquel que sabe cómo hablarnos.

Es la necesidad del alma del creyente que necesita escuchar esa voz que le guía cada día.

Es el clamor de un pueblo cansado de escuchar otras voces que los desvían, los engañan y los perturban. Sí, Señor, háblanos hoy. Danos la seguridad de tu divina presencia, aliéntanos en este caminar porque nuestras fuerzas se agotan y podemos caer.

Háblanos y enséñanos el siguiente paso que debemos dar para que no nos apartemos del camino que tu deseas para nuestras vidas.

Háblanos con esa poderosa voz que creó los cielos y la tierra. Con esa voz que echó fuera demonios, sanó a los enfermos, abrió la vista a los ciegos y consoló a los afligidos.

Necesitamos escuchar tu voz: Habla Señor, tus siervos escuchamos hoy.

Oración:

Amado Señor: sé que tú me hablas en este día. Quiero ser obediente a tu llamado, caminar en tu voluntad, entender tu voz entre miles de voces que hoy escucharé. Sé que como una oveja de tu redil puedo escuchar tu voz y seguirte y también sé que al seguirte no habrá nada ni nadie que me pueda arrebatar de tu camino perfecto. Te agradezco por darme en este día una nueva oportunidad para vivir en obediencia a tu Palabra. Amén.

Una semilla para cada día

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