Читать книгу El despertar de un asesino - Jorge Eguiazu - Страница 13
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Por suerte para los padres, Juan Cruz ayudó a la decisión. Aunque aún no había cumplido los doce años, era capaz de expresarse con una extrema madurez, capaz de tomar sus propias decisiones.
Una noche cerca de las once, se levantó para ir al baño y oyó bullicios en el dormitorio de sus padres. Al acercarse escuchó su nombre y se interesó en la conversación. Hablaban del destino que le iban a dar y no dejaban de señalar que iban a tener que recortar muchos gastos. La escuela especial estaba muy por arriba de lo que se podían permitir, pero que harían un esfuerzo sobrehumano para superarlo.
Esa noche Juan Cruz no durmió ni un minuto, se pasó la noche en vela pensando en tomar una decisión. Decidiendo sobre su futuro y el de sus padres. Sólo había dos opciones, o él se sacrificaba o lo hacían sus padres.
Cuando resolvió que sería él el que se armaría de valor e iría a una escuela normal, y afrontaría todos los obstáculos que los jóvenes rebeldes le presentaran, se sintió más relajado y pudo dormir un poco.
A la mañana siguiente le dijo a su mamá su primera mentira. Se sentía mal por ello. Empezó a experimentar una nueva sensación, algo desconocido y nuevo. Miedo.
—Mamá— dijo J.C., quiero ir a una escuela normal, por más que sea más inteligente que los demás chicos, quiero ante todo que me traten como si fuera uno más del montón, quiero ser como tú. Quiero jugar con los demás chicos y no estar todo el día compitiendo y aprendiendo, quiero una vida normal.—concluyó.
A María Marta se le cayeron unas lágrimas expresando su alegría y emoción. Lo abrazó muy fuerte y lo llenó de besos. Al escuchar el bullicio apareció Carlos y se sumó al abrazo y juntos lloraron de felicidad.
La realidad, sin embargo, era otra. Juan Cruz quería ir a la escuela especial. Había aprendido al ver varias películas de cine, que personas como él eran objeto de bullying en escuelas normales. Ello hacía que le recorra un escalofrío por la espalda.