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CAPÍTULO IX

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El inicio del Tour de Francia de 2008 fue fijado en Finisterre. Más concretamente, la primera etapa tenía como salida Brest, localidad de indudable aroma marítimo y militar. Me había pasado semanas buceando en internet para anticipar lo que iba a vivir en la Grand Départ. Pero pronto entendí que nada de lo que había imaginado me iba a servir como preparación mental. Para empezar, el viaje me demostró que en el ciclismo hay dos tipos de carreras: el Tour y las demás.

El equipo organizó el desplazamiento a Brest desde el aeropuerto de Barajas, por lo que comenzamos la carrera con un viaje a la capital para quedarnos a dormir una noche en el Hostal Torrejón, el hotel que usamos todos los ciclistas españoles cada vez que tenemos que tomar un vuelo desde la capital. Allí aprovechamos uno de los reservados de la zona del restaurante para mantener una charla privada. José Luis nos lo había pedido y eso que no era nada partidario de reuniones colectivas. Le gustaba más el trato individual. Esa noche, sin embargo, se le veía tenso y con ganas de hablar. Algo estaba rumiando y necesitaba transmitirlo.

—Sé que no es un momento fácil. Todos estamos nerviosos, pero necesito que nadie pierda el norte. El organizador, Christian Prudhomme, ha dicho que vamos a vivir el Tour más limpio de la historia. Yo lo veo de otra forma. Creo que comenzamos el Tour más complicado. Os he escogido por un motivo: confío en vosotros y si alguno no está listo, tenemos tiempo para cambiarlo hoy mismo y traer a un reserva. Y no hablo de nivel deportivo. No me importa. Lo único que os pido es que nadie meta la pata. He hablado con los dueños de Gigaset y os lo voy a explicar bien para que lo entendáis.

José Luis interrumpió el discurso, se sirvió un generoso trago de agua y bebió. Se notaba que no se sentía cómodo.

—El gerente de Gigaset me ha dicho que si hay un positivo, corta el patrocinio. El equipo está apoyado por la marca desde España. El resto de distribuidores de Gigaset en Europa respetan la decisión y colaboran. Pero, en el fondo, no les importaría acabar con todo y tener más dinero para lanzar sus planes nacionales. Por eso le debemos todo a la filial de España. Y ellos me insisten en que entienda el concepto y os lo transmita: les da igual ser el peor equipo del Tour. Pero si ganamos diez etapas y hay un positivo, lo dejan. Es una cuestión de reputación. Nadie quiere que les identifiquen como financiadores de drogadictos. Confío en vosotros, en cada uno de los nueve. Y confío en el médico, Marcelino. Espero que nadie me defraude. Pero si lo hace, no habrá piedad. Tengo edad para haber visto de todo: desde los años de Festina, cuando un auxiliar llevaba en el coche del equipo la medicina para todos los corredores, hasta los tiempos modernos, con corredores que viajan haciendo barbaridades por su cuenta. Ahora ese modelo tampoco sirve. Y en este Tour lo vamos a ver. Tenemos pasaporte biológico y esto se está poniendo serio. Pero algunos no lo entienden. Siguen pensando que las marcas quieren victorias. Eso era antes. Ha cambiado. Lo tengo claro y solo rezo para que vosotros penséis igual que yo.

José Luis no esperó a ver nuestra reacción. Por una vez en la vida, no había sido dubitativo. Su mensaje era tan claro que no daba pie a las preguntas. Tras pronunciar su discurso, bebió otro generoso trago y se levantó. En unos segundos se había marchado camino de su habitación dejando nuestras cabezas llenas de pensamientos. En el salón, con los ciclistas, permanecía Marcelino Sacristán. El médico se ajustó sus gafas y, en su habitual tono parsimonioso, tomó la palabra.

—Ya habéis escuchado al jefe. Ahora os explico los detalles. Hemos autorizado a dos corredores a utilizar corticoides. He consultado con colegas de otros equipos. Algunos van con los nueve corredores supuestamente lesionados y se van a reír de todo dios otra vez. También los hay que se niegan a dar corticoides y argumentan que si uno los necesita, es porque está lesionado. Y si está lesionado, debe quedarse en casa. Nosotros estaremos en el grupo de los prudentes: lo haremos con dos y esas personas ya lo saben. Eso significa que los otros siete tienen absolutamente prohibido usar cualquier corticoide. Si a alguno se le ocurre hacerlo por su cuenta, no voy a aceptar la receta aunque venga firmada por el Papa. Le despediremos. Y eso refiriéndome a corticoides que pueden ser justificados con una receta médica. De lo demás, es mejor que ni lo penséis porque os despediremos. Aquí se han acabado las tonterías. Os lo llevo diciendo todo el año y ahora es cuando algunos lo van a entender, aunque sea porque van a ver el Tour desde casa.

—¿Y los resultados? —preguntó Enrique—. ¿Tenemos todos asumido que no vamos a andar ni una mierda?

—Enrique, te soy claro: el gerente de Gigaset lo asume. José Luis lo asume. Yo lo asumo. Ahora la cuestión es: ¿tú lo asumes?

—Yo sí. Ahora lo tengo clarísimo. Pero, ¿qué pasará cuando me siente a negociar el contrato de 2009?

—¿Te crees que somos tontos? ¿Te crees que si José Luis no te quiere pagar 10 le va a pagar 20 a un tío que vuela en el Tour? Antes de fichar a cualquier ciclista le vamos a mirar las analíticas. Y ahora no es como antes. Si le pedía a un corredor sus analíticas, me podía enseñar lo que le diera la gana y con un poquito de conocimiento informático, hasta lo trucaba. Ahora es diferente. Para venir a este equipo, me tienen que dar las claves para que yo entre en su pasaporte biológico y vea los resultados de todas las analíticas oficiales y no solo de las que le interesa enseñarme. Y en cuanto vea algo raro, no firma. Os lo digo: ¡no os dais cuenta cómo está cambiando el ciclismo!

Y con esa frase nos marchamos hacia nuestras habitaciones. Enrique y yo fuimos los últimos en bajar del ascensor. Entramos en la habitación en silencio. Enrique ya había hablado en el salón y, en ese momento, parecía preferir la reflexión individual. Yo ardía por dentro, pero no sabía bien lo que debía decir.

—Tour de Francia, allá vamos —dije justo cuando apagué la luz.

—Optimista, Lucas. Así me gusta.

—¿Tú no eres optimista?

—Digamos que soy realista. Vamos al Tour y nos vamos a dar una hostia bien gorda pero, al menos, dormiremos cada noche. Otros van a arrasar. Y lo peor, son tan descerebrados que encima dormirán a pierna suelta.

—Si la UCI no les caza.

—No, no es la UCI. Esa es la clave. El Tour depende este año de la Federación Francesa por el rollo que se llevan entre los organizadores de las grandes carreras, la UCI y la liga ProTour. Pero eso nos da igual. Lo importante de verdad es que los controles están en manos de la Agencia Francesa de Lucha contra el Dopaje: la AFLD. No olvides ese nombre. Ellos no tienen ningún deseo de mirar hacia otro lado.

—¿Tú crees que eso lo cambia todo? Pienso que será igual que otros años. Al final, es lo mismo: uno mea y los laboratorios lo analizan, ¿no?

—Solo te digo que como anden finos, esto va a ser una carnicería.

Pedaleando en el purgatorio

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