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Capítulo II
Memoria y olvido

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La posibilidad de recordar existencias previas es una facultad inherente del ser humano. En la antigüedad, varios personajes famosos recordaban algunas de sus personalidades anteriores. Tal vez el caso más notable es el de Pitágoras. Diógenes Laercio nos cuenta lo siguiente:

...decía de sí mismo que en otro tiempo había sido Etalides y tenido por hijo de Mercurio; que el mismo Mercurio le tenía dicho que pidiese lo que quisiese, excepto la inmortalidad, y que él le había pedido que vivo y muerto retuviese en la memoria cuanto sucediere. Así que mientras vivió se acordó de todo y después de muerto conservó la misma memoria. Que tiempo después de muerto pasó al cuerpo de Euforbo y fue herido por Menelao. Que siendo Euforbo, dijo había sido en otro tiempo Etalides, y que había recibido de Mercurio en don la transmigración del alma. Que después que murió Euforbo, se pasó su alma a Hermótimo, el cual, queriendo dar fe de ello, entrando en el templo de Apolo, enseñó el escudo que Menelao había consagrado allí, y decía que cuando volvía de Troya consagró a Apolo su escudo y que ya estaba podrido, quedándole sólo la cara de marfil. Que después que murió Hermótimo, se pasó a Pirro, pescador delio, y se acordó de nuevo de todas las cosas, a saber, cómo primero había sido Etalides, después Euforbo, luego Hermótimo y finalmente que después de muerto Pirro, vino a ser Pitágoras y se acordaba de todo cuanto hemos mencionado. 1

También Ovidio decía haber asistido al sitio de Troya y el emperador Juliano el apóstata afirmaba haber sido Alejandro de Macedonia. Napoleón creía haber sido Carlomagno, tanto que tenía en su poder el talismán que había pertenecido al gran emperador, y el general George Patton, héroe de la Segunda Guerra, recordaba haber combatido contra Ciro, junto a Alejandro Magno.

Estos recuerdos pueden surgir espontáneamente, como ocurre a veces en los niños, o ser despertados por algún impacto emocional o por la visita a algún lugar desconocido y que sorpresivamente resulta familiar. Algunos sueños también pueden ser reminiscencias de vidas pasadas.

Pero, además, la memoria de vidas anteriores puede ser inducida o provocada, y es esta posibilidad lo que permite su uso terapéutico y da origen a la Terapia de Vidas Pasadas (TVP). El mecanismo o la técnica por los cuales se accede a la revivencia del pasado, tanto sea de esta vida, como de una anterior, se denomina regresión de memoria.

Seguramente, se preguntarán ustedes: si es posible tener estos recuerdos, ¿por qué el olvido, entonces? “Es por bondad de la naturaleza que no recordamos nuestros nacimientos anteriores”, responde Gandhi. La vida sería una carga si arrastráramos todos esos recuerdos. ¿Cuántas veces, en nuestra vida actual, quisiéramos borrar todo y tener la oportunidad de comenzar nuevamente? ¿Podríamos llevar una vida social normal si todos recordáramos nuestras faltas del pasado y conociéramos las de los otros?

Y aquellos que fueron poderosos, ¿no querrían reclamar sus riquezas materiales, sus tierras, o tal vez países enteros, amparados en sus títulos del pasado? El recuerdo de nuestras anteriores personalidades traería graves inconvenientes, pues podría en algunos casos humillarnos profundamente, y en otros exaltar nuestro orgullo y esclavizar nuestro albedrío.

No en vano, la figura del olvido está presente en todas las culturas, tanto en la hebrea, como entre los griegos o los hindúes. En La República, Platón relata que las almas, antes de volver a la vida, se encaminan juntas a la llanura del Leteo. Allí corre el río Ameleto, cuyas aguas no pueden ser recogidas por vasija alguna. Es preciso que todas las almas beban de esta agua cierta cantidad, pero aquéllas que por imprudencia beben más allá de la medida, pierden absolutamente la memoria.

En la tradición hindú, al explicarle a Kali los secretos de la iniciación sexual, Shiva dice: “La primera iniciación sexual por la que pasan todos los seres, tiene lugar al salir por el yoni2 de la madre, paso que hace olvidar sus vidas anteriores”. Durante esta primera iniciación, la madre ofrece a su hijo el mundo entero y borra todos los recuerdos dolorosos del pasado.3

Hay otras razones para el olvido. Al entrar en la atmósfera material, el alma atraviesa una barrera energética que disminuye las vibraciones de su conciencia. El río del olvido sería la metáfora de esta barrera. Al completar el proceso de encarnación, el pasaje del estado de energía al estado de materia hace que disminuyan aún más estas vibraciones. El cuerpo físico es un material muy denso, y el alma ya no puede transmitir todas sus sensaciones.

Por otra parte, se ha comprobado que la ocitocina, una hormona que regula las contracciones uterinas en el momento del parto, provoca amnesia en animales de laboratorio, y que aun los mejores entrenados no son capaces de realizar sus tareas habituales, luego de ser sometidos a la acción de esta hormona.4 Se sabe que la ocitocina liberada por la mujer durante el trabajo de parto pasa a la circulación sanguínea de su hijo. Ésta podría ser otra de las razones físicas para el olvido del pasado.

Esta amnesia es indispensable para poder asumir la nueva personalidad. No sólo se olvidan los hechos de la anterior encarnación, sino también la angustia y la nostalgia que provocan la pérdida de un mundo de luz y de amor como lo es el mundo de la esencia espiritual.

El olvido nos permite recomenzar de cero, en igualdad de condiciones, sin prejuicios. Al nacer, todos iniciamos una nueva vida, una nueva experiencia, una posibilidad de rectificación de nuestros caminos.

El olvido es la amnistía cósmica.

Si el olvido es la amnistía cósmica, ¿para qué recordar, entonces?

Aunque no tengamos conciencia de ello, en los bancos de nuestra memoria subconsciente todos tenemos recuerdos de otras encarnaciones que, de una u otra manera, están incidiendo en nuestra vida actual. Y no se trata de recuerdos anecdóticos, sino de registros emocionales muy fuertes que nos están afectando ahora. No recordamos, pero estos registros están presentes en nuestra vida cotidiana, ya sea en nuestro carácter, en nuestras creencias, en nuestras pautas de conducta o en la forma como reaccionamos frente a determinadas situaciones.

De igual manera, no recordamos lo que hemos aprendido y, sin embargo, ese conocimiento se mantiene intacto. El aprendizaje alcanzado en vidas previas se manifiesta a través de aptitudes o habilidades innatas para realizar determinadas actividades o emprender estudios especiales. La facilidad que tienen algunas personas para entender un idioma que escuchan por primera vez, es señal de que ya han estado en contacto con él en una existencia anterior. Los niños prodigio son el ejemplo clásico. Es como si ellos no hubieran bebido de la copa del olvido. Cicerón decía que la velocidad con que aprenden los niños es una prueba de que los hombres saben casi todo antes de nacer, y Platón afirmaba que el conocimiento fácilmente adquirido es aquel que se ha obtenido en una vida anterior. Aprender es recordar.

Así como el aprendizaje realizado en vidas anteriores se expresa en aptitudes en la vida presente, de la misma manera los traumas del pasado se manifiestan en forma de conflictos emocionales. Cuando estas emociones impiden el libre fluir en esta vida, llegó el momento de recordar, de traer a la conciencia el trauma original para resolver el conflicto en su origen. Es allí cuando entra en escena la Terapia de Vidas Pasadas.

1 Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, Diógenes Laercio, Perlado Páez, Madrid, 1914, t. 2, libro VIII.

2 Órgano sexual femenino. (N. del A.)

3 Secretos sexuales, N. Douglas y P. Slinger, Martínez Roca, Barcelona, 1982.

4 La vie secrete de l’enfant avant sa naissance, Thomas Verny, Grasset, París, 1982. Versión en español: La vida secreta del niño antes de nacer, Urano, Barcelona, 1988.

Terapia de vidas pasadas

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