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Prólogo

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Tenía cinco años cuando dije que quería ser médico. Y no había dudas al respecto. Sabía exactamente lo que estaba diciendo.

Alrededor de los ocho, comencé a preguntarme de dónde venía. ¿Quién soy? ¿Quién fui antes de ser José Luis? En mis fantasías pensaba a lo grande. ¿Y si yo fui Cristóbal Colón o San Martín? ¿Cómo había llegado a ser José Luis? ¿Por qué no me acordaba?

Nadie supo jamás de estas inquietudes de mi infancia. En mi familia no se hablaba de estas cosas. Nunca se habló de la reencarnación. Ni siquiera sabía de la existencia de esa palabra. Y sin embargo, tenía la fuerte sensación de haber existido antes, de haber sido siempre yo. ¿De dónde venía esta sensación?

Pasaron algunos años y me olvidé de la cuestión. Hasta que alrededor de los quince, leí el libro de Milton Steinberg Como una hoja al viento. La desgarradora búsqueda del rabí Elisha ben Abuya, el hereje, reactualizó en mí la vieja pregunta. ¿De dónde venía? ¿Quién o qué era Dios? ¿Qué era la muerte? ¿Por qué ocurrían tragedias que no tenían explicación? ¿Por qué un criminal andaba suelto y moría un niño inocente?

Entonces conocí a mi amigo Nicolás Rey y de él escuché por primera vez la palabra reencarnación, y todo comenzó a encajar como en un rompecabezas. Y el primer libro que leí fue Autobiografía de un yogui, de Paramahansa Yogananda, y después siguió la lectura y el estudio apasionado de Lobsang Rampa, Blavatsky, Leadbeater, Allan Kardec y muchos más. Y me recibí de médico y casi simultáneamente comencé a asistir a una escuela espírita kardeciana, y allí encontré a mi maestra espiritual. Mejor dicho, me reencontré con mi maestra y madre espiritual.

El círculo se cerraba. Ya estaba en el camino. Allí, por espacio de veinte años, aprendí a trabajar con lo que hoy se llaman emergencias espirituales. Aprendí a reconocer las distintas manifestaciones mediúmnicas, como así también a diferenciar los seres de luz de los mistificadores. Adquirí así una gran experiencia que más tarde me sería de inestimable ayuda al trabajar con la Terapia de Vidas Pasadas (TVP).

Mientras tanto, me especialicé en cirugía general primero, y más tarde en cirugía plástica, y comencé a desarrollar la microcirugía como subespecialidad.

Me formé en el viejo Hospital Rawson, en la escuela de Finochietto, bajo la mirada atenta de mi maestro, el doctor Delfín Vilanova, y más tarde con el doctor José Alberto Cerisola. De uno y de otro aprendí el valor de una técnica precisa y detallada paso a paso para el principiante, como así también a planificar con anticipación la estrategia a seguir y el objetivo a alcanzar.

Y cuando todo hacía prever que mi vida estaría por siempre ligada a la cirugía, ocurrió algo imprevisto o tal vez previsto. En 1986 asistí a un seminario de regresión a vidas pasadas que dictó la doctora María Julia Prieto Peres, de la ciudad de San Pablo. Posteriormente, efectué mi entrenamiento con ella y me sorprendió lo fácil y natural que me resultaba trabajar con la regresión. Como si lo hubiera hecho siempre.

De pronto, me di cuenta de que podía unir el arte de la medicina con el conocimiento esotérico y metafísico que poseía. Podía continuar el acto médico de otra manera.

Durante un tiempo alterné la cirugía con la terapia, hasta que una noche, en el verano del ‘88, estando de vacaciones en Ostende, tomé la gran decisión.

Estaba en la playa, recostado mirando las estrellas, contactándome conmigo mismo, y casi instantáneamente supe lo que quería hacer. Ahí mismo decidí dejar la cirugía y dedicarme por entero a la Terapia de Vidas Pasadas. Todo lo anterior no había sido más que una preparación para ese gran momento.

El camino estaba trazado; sólo restaba recorrerlo.

José Luis Cabouli

Nota: Los nombres y datos personales de los pacientes fueron modificados, pero las historias se ajustan fielmente a la realidad. (N. del A.)

Terapia de vidas pasadas

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