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Las experiencias del coronel Albert de Rochas

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Nacido en 1837. Rachas no era un hombre vulgar. Coronel de ingenieros, administrador de la Escuela Politécnica de París, al retirarse en 1888 ya había escrito innumerables obras sobre temas militares, ciencias naturales, conducción técnica, historia y lingüística. Varias obras suyas fueron premiadas por la Academia de Besançon, la Sociedad Francesa de Arqueología, la Sociedad para el Estímulo de los Estudios Griegos y la Sociedad de Lenguas Románicas. No era, pues, un improvisado. Luego de su retiro, se dedicó al estudio de los estados profundos de la hipnosis, valiéndose para ello de la vieja hipnosis, el sueño magnético. Escribió una docena de libros al respecto, el último de los cuales, Las vidas sucesivas, publicado en 1911, es el que nos interesa.3

Recién en 1991 pude dar con el libro de Rachas. En una visita a Francia dos años antes, mi búsqueda había sido infructuosa. Fue gracias a la perseverancia y el oficio de mi hermana Claudia, conservadora de museos. que el libro de Rachas al fin llegó a mis manos.

Claudia lo rastreó en París y consiguió nada menos que un ejemplar de la edición original, celosamente custodiado por un viejo librero, quien accedió a desprenderse de él ante la sorpresa que le causó que ese libro fuera tan importante para un desconocido médico que habitaba en la Argentina.

Leer a Rochas fue entrar en contacto con la fuente original. Ante su lectura, no se puede experimentar menos que sorpresa y admiración. Allí detalla paso a paso sus experiencias con la regresión realizadas en 19 personas entre los años 1893 y 1910. Algunas de ellas fueron seguidas durante varios años. Siempre tuvo testigos calificados presenciando las sesiones, y algunas de ellas fueron llevadas a cabo en la Facultad de Medicina de Grenoble.

Rochas fue el primero en utilizar el término regresión de memoria. Sus experiencias fueron llevadas a cabo como investigación, y no sabemos si se le ocurrió o no su uso terapéutico. Lo cierto es que, ya en aquel entonces, Rochas describió todos los pasos que hoy se investigan en una regresión. Las vidas pasadas, la muerte, el espacio entre vidas, la concepción, la vida fetal y el nacimiento.

Rochas se encontró por azar con el fenómeno de la regresión de memoria mientras estudiaba los estados profundos de la hipnosis provocada con la imposición de sus manos. Rochas trabajaba entonces con lo que se conoce como sueño magnético. Utilizaba su propia fuerza vital proyectándola con sus manos.

Sus primeras experiencias con regresión fueron publicadas en los Annales des Sciences Psychiques, en 1895. Allí relataba el caso de Laurent, un estudiante de letras de 20 años. Con Laurent descubre la regresión de memoria, pero sólo llega hasta la infancia. Habrían de pasar varios años antes de darse cuenta de que podía acceder al recuerdo de las vidas pasadas. Esto ocurre en 1904, cuando hipnotiza mediante pases con sus manos a Joséphine, una joven de 18 años, llevándola primero a la edad de siete y luego de cinco años. Allí decidió seguir ejerciendo su acción magnética, y al interrogarla nuevamente, Joséphine le hizo saber que todavía no había nacido, que el cuerpo en el que debía encarnar estaba en el vientre de su madre. Profundizando más aún el sueño magnético, Joséphine dio lugar a la aparición de un personaje que hablaba con voz de hombre y decía llamarse Jean Claude Bourdon, nacido en 1812 en Champvent. Así describe Rochas ese momento trascendental:

Me encontré así lanzado en una investigación que estaba lejos de sospechar. Envejecía o rejuvenecía al sujeto en sus existencias anteriores, por medio de pases apropiados.4

En esta primera experiencia, además del hecho de la regresión en sí misma, aparece una constante que se repetirá en todos los casos: la evaluación de la vida pasada en el espacio entre vidas; el concepto de la reparación en las vidas siguientes de las faltas cometidas en las vidas precedentes, y las enseñanzas que se desprenden espontáneamente al efectuar la regresión.

El tal Bourdon había estado cuatro años en el servicio militar, en cuyo transcurso había abusado de muchas jovencitas. Interrogado por Rochas si no había embarazado a alguna de ellas, contestó muy suelto de lengua: “Y bueno, no será ni la primera ni la última”. Murió a los 70 años, burlándose de los curas. Entonces Rochas, adelantándose en muchos años a Joel Whitton,5 lo sigue al espacio entre vidas. Al morir, permanece atado a su cuerpo por un largo tiempo. Sigue su entierro de cerca. En la iglesia, el cura, dando vueltas alrededor de su cuerpo, ha creado con su paso un muro luminoso que lo protege de los malos espíritus. Reconoce que la muerte no era lo que pensaba. Si hubiera sabido lo que sabe ahora, no se hubiera burlado del cura. Tiene entonces la inspiración de encarnarse en un cuerpo de mujer, porque las mujeres sufren más que los hombres, y él tiene que expiar sus faltas por haberse aprovechado de las jóvenes. Y entonces pasa a describir cómo se encarna. Se aproxima a quien será su madre y la rodea, hasta que la niña viene al mundo y entra poco a poco en el cuerpo de esa niña. Dice entonces que, hasta los siete años había alrededor de ese cuerpo como una suerte de brillo flotante con el cual había visto muchas cosas que luego no vio más.

Todavía le aguardaban más sorpresas a Rochas. Profundizando la magnetización, aparece una personalidad anterior: Philoméne Carteron; y antes de Philoméne había sido una pequeña niña, muerta a temprana edad, y antes había sido un hombre que había matado y robado, por lo cual sufría en la oscuridad. Pero eso no era todo. De improviso, Joséphine le dijo que era un simio. Imagínense a Rochas en 1904. Debió de haberse caído de espaldas. Afortunadamente, se recobró de su sorpresa y pudo rescatar este concepto fundamental que le entregó Joséphine. Dijo que entre las bestias había, como entre los hombres, naturalezas buenas y malas, y que, cuando se convertían en hombres, se guardaban los instintos de aquello que se había sido como bestia. Retengan este concepto, porque más adelante asistirán a regresiones de pacientes que se vieron como animales.

También dijo que entre su estado de bandido y de simio había tenido varias encarnaciones sucesivas.

Rochas debe de haber tenido un gran sentido del humor, porque al comentar esta experiencia relata la siguiente anécdota de Alejandro Dumas, padre. Cierta vez le preguntaron al escritor si era cierto que su padre era negro. A Dumas no le gustaba que le preguntaran sobre su origen, y contestó de la siguiente manera: “Perfectamente, y mi abuelo era simio. Mi familia comenzó donde terminó la suya”.

En el afán por encontrar una prueba que confirmara los datos suministrados durante la regresión, Rachas investigó siempre que pudo cada caso en particular. En ocasiones, encontró evidencias significativas; en otras, no encontró nada. En el caso de Joséphine, no encontró trazas de Jean Claude Bourdon en el registro parroquial que le correspondería, pero ese nombre era común en una región vecina. Sin embargo, sí pudo confirmar algo. Jean Claude le dijo que había hecho el servicio militar en el séptimo de artillería en Besançon. Rachas constató que, efectivamente, el séptimo de artillería había tenido su guarnición en Besançon de 1832 a 1837. Es difícil de comprender de qué manera Joséphine, que en 1904 tenía 18 años, tuviera esa información tan precisa. Por otra parte, de acuerdo con estas fechas, Jean Claude tendría unos veinte años en el momento de cumplir su servicio militar, lo cual es perfectamente posible.

Una de las evidencias más significativas la tuvo Rachas con otra mujer, a quien le ordenó que avanzara en el tiempo. En lugar de hacer una regresión, hizo una progresión. Eugénie era viuda, y en 1904 tenía 35 años. La lleva a los 37 años y con mucha vergüenza, por cuanto no se había vuelto a casar, Eugénie dice que tiene un parto. Hasta aquí nada de extraordinario. La hace envejecer dos años más. Nuevos síntomas de parto, y dice que está sobre el agua. Ante esta respuesta, Rachas pensó que la mujer estaba divagando, y rápidamente la volvió al estado de vigilia normal. Sin embargo, dos años después, en 1906, tuvo un bebé de un hombre a quien no conocía al momento de hacer la experiencia, y en 1909 tuvo otro. Este nacimiento se produjo sobre uno de los puentes del río Isére, donde le sobrevinieron los dolores del parto. Allí estaba el agua que había visto durante la sesión con Rochas.

En la sexta sesión con Joséphine ocurre otro hecho importante. Esta vez, simplemente le tiene las manos y le pregunta qué es necesario hacer para que vaya hacia el pasado o al futuro. Ella le responde que es suficiente con desprender su cuerpo fluídico; luego irá hacia el lado que él desee. Esto es muy significativo, puesto que tiene que ver con la técnica que se utiliza actualmente. No es necesario recurrir ni al magnetismo, ni a la hipnosis moderna, ni a drogas, ni a hiperventilación. El mismo Rochas concluye que lo esencial es relajar los lazos que unen el cuerpo astral al cuerpo físico para permitirle al primero tomar la dirección que se le sugiere.

En su trabajo de investigación, Rochas encontró detalles que hoy son la base del trabajo terapéutico. Por ejemplo, al experimentar con la señorita Mayo, encontró que en tres encarnaciones sucesivas murió con trastornos respiratorios. La primera fue una muerte tísica, la segunda una muerte por enfriamiento con tos quintosa, y la tercera una asfixia por inmersión. En cada caso la mujer revivió esas muertes por asfixia, experimentando la falta de aire y la sofocación. La revivencia del hecho traumático constituye la base de la acción terapéutica de la TVP.

Otro caso que nos interesa es el de la Sra. Trinchant, mujer de 40 años que vivenció haber sido una joven árabe asesinada a los veinte años de una puñalada. Esta mujer le contó a su madre esta experiencia, como si fuera una ocurrencia disparatada. Cuál no fue su sorpresa, cuando su madre le dijo que de niña frecuentemente se quejaba de experimentar la sensación brusca de un golpe de cuchillo, sensación para la cual no había ningún motivo que la justificara.

Esto coincide con las experiencias de personas con enfermedades psicosomáticas, quienes relacionan los síntomas presentes con traumas físicos experimentados en vidas anteriores.

Una anécdota más de Rochas: su padre falleció a los 75 años de una embolia. Conservó la plenitud de sus facultades intelectuales y la visión bien nítida de su muerte inminente. Rochas asistió a sus últimos momentos, donde, recordando sus pláticas filosóficas, su padre le dijo con serenidad:

Mañana o pasado mañana sabré más que tú al respecto. Y no me desagrada pensar que bien pronto tendré la solución del problema que tanto me ha preocupado.

En sus conclusiones, Rochas nos dejó el siguiente mensaje:

La puerta está abierta; los señores sabios y psicólogos pueden desde ahora investigar qué hay de cierto o no en este dominio del pensamiento.

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