Читать книгу Cala Ombriu, 2085 - José María Bosch - Страница 15

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8. JORGE, II “Jorge, ¿estás ahí?”

—Jorge, ¿estás ahí? Para esto no hacía falta que me hubieras acompañado.

—¿Eh?

—Tú sabrás en lo que vienes pensando…

—Perdona, es verdad; sin darme cuenta me he quedado abstraído…

—Distraído…

—Sí, como quieras; ¿qué me decías?

—¿No estarás pensando en lo de mi abuelo?

—No puedo porque no sé nada de eso…

—Pero te lo imaginas…

—Pues tampoco…

—No es verdad…

—Bueno… sí, tienes un poco de razón… pero es algo de lo que no te apetece hablar, ¿me equivoco?

—No.

—Últimamente estás pensativo; Carmen y yo sabemos que algo te preocupa desde el aniversario de su muerte…

—Sí; mis padres y yo fuimos al cementerio aquel día y después me contaron una historia que se habían guardado para ellos…

—¿Sobre tu abuelo?

—Sí.

—Ese poquito es lo que contaste a Carmen… y ella a mí… ¿No te molesta?

—No.

—¿Ni quieres hablar de ello?

—No.

—Ya no eres un niño…

—Pero un día os lo contaré.

—Sabes que solo queremos ayudarte…

—Pues cuéntame tu secreto: ¿qué te ha distraído antes?... Ya sé, te estabas inventado esa palabra…

—No la he inventado yo.

—No sé si creerte…

—Me has preguntado que por qué te acompañaba… ¿cierto?

—Entonces no estabas distraído; estabas eso otro…

—Abstraído.

—Que sepas que no me engañas…

—Ahora, en serio: sabes que vengo contigo porque mañana tienes que madrugar y quiero ver como entras en casa…

—Excusas…

—¿Me oyes? Quiero que descanses.

Le he hablado tantas veces de los eclipses que no dudo que esta noche vaya a estar pendiente... El de hoy no es nada especial —se lo he dicho— pero, ya le puedo advertir que, no me va a hacer caso y seguro que se pasará horas haciendo fotos. Esa cabezonería es uno de los rasgos de su persona. Así fue como lo sacamos de su casa después del accidente. Al sufrir la operación quedó traumatizado y se encerró en su habitación. Ni siquiera Carmen, que era su maestra, fue capaz de animarlo. Un día me pidió que la acompañara y lo conocí. Se me ocurrió lo de los eclipses porque esa noche había uno que haría desaparecer la Luna por completo. No sé cómo se dejó convencer, pero cogimos los bártulos y nos fuimos a la colina.

—¿Entonces, el de hoy es solo un eclipse pequeño?

—No Juan, no es que sea grande o pequeño, lo que pasa es que la Luna no se oscurecerá de una forma exagerada porque solo quedará cubierta con la penumbra de nuestro planeta, no por la sombra pura y dura, ¿me entiendes? Y eso comenzará a ocurrir a partir de las dos de la madrugada de mañana, 8 de Junio de 2085...

—Sí, y viernes todo el día…

—Exactamente. Y terminará a las 03:49 hora UT, a diez minutos de las seis de la mañana: la hora de levantarnos para coger el tren. Como ves, no vale la pena perder ni una hora de sueño.

—Te sabes hasta el minuto exacto… señor profesor.

—Pues mira, sí, me lo sé… ¿Pero no creerás que a estas alturas quiero impresionarte? ¿O me equivoco?

—Bueno, dejémoslo así… Y otro día ya hablaremos de lo otro.

—¿De tu abuelo?

—Pero no te preocupes porque estoy bien.

—No lo hago…

—Créeme... y más con toda la faena que tengo por delante; el eclipse, la excursión...

—Oye, lo dices de una forma que me estás dando envidia.

—Pues lo siento por ti.

—Venga, de verdad: acuéstate o mañana no podrás disfrutar del mar. Hazme caso. No llegues tarde.

—De acuerdo, pesado: mañana a las siete en la estación.

—Descansa chaval, hasta mañana.

Sé que no me va a hacer caso, pero es preferible a la tristeza en la que estaba sumido cuando lo conocí. Lo pasó muy mal. La forma en que se ha recuperado es admirable y gran parte del mérito lo tiene Carmen.

Parece que ese despistado que está bajando del coche me va a abordar para alguna tontería…

—Perdone que le moleste. Vivo en la pensión y no he podido evitar oír lo que usted decía… ¿sabe si hay algún tren a las siete de la mañana?

—Sí que lo hay…

—Eso me ha parecido oír, que ustedes lo iban a coger…

—No. No lo ha oído porque no he dicho eso, pero a las siete tiene usted un tren. Perdone...

El teléfono; debe de ser Carmen para recordarme alguna cosa.

—Perdone, me llaman…

—…

—¿Dime…?

Cala Ombriu, 2085

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