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10. JORGE, III “Sí, dime… ¿Carmen?”

—Sí, dime… ¿Carmen?

—Lo siento… no soy esa persona.

—Perdone, he creído…

—¿Ya no te acuerdas?... Soy Daniel Trujillo.

—¿Trujillo?... ¿Daniel Trujillo?

—El mismo… ¿Ya no me conoces?

—¡Qué sorpresa! ¡Claro que te conozco! ¿Qué ocurre Daniel? ¿Dónde estás?

—Tranquilo Jorge. Todo está bien…

—Ya hace algún tiempo, ¿verdad?

—Sí… Eras mi médico preferido… ¿te acuerdas?

—¡Claro que me acuerdo! No veas cómo añoro mi trabajo.

—Todos te querían a ti.

—He intentado seguir tu carrera, pero no...

—La tuya es lo que importa Jorge.

—¿Y eso…?

—Tengo informes de tu situación, y dicen que estás totalmente integrado en la escuela…

—¿Cómo puedes saberlo?

—Tiene su explicación…

—No lo dudo, pero no comprendo…

—Claro, es una historia muy larga.

—…

—Ya te lo iré contando, ¿vale?...

—Tú decides...

—Pero, lo cierto es que estás bien, ¿no?

—Sí, estoy como en casa; la gente se hace de querer.

—Me alegro mucho Jorge; nada debe impedir que sea así…

—…

—Bueno… pero, además de saber cómo estás, quiero hablar contiguo de trabajo

—¿De trabajo?...

—Te puede sorprender, pero es así…

—No pensaba…

—Es natural; hay ciertas cosas que deben llevarse con…

—¿Ciertas cosas…?

—Con discreción.

—Supongo que soy discreto…

—¿Te haces una idea?

—Pues no…

—Te informo y vemos los detalles… ¿de acuerdo?

—Como quieras.

—Mira, ha ocurrido una cosa que tal vez adelante la solución de una de las investigaciones…

—¿Investigaciones…?

—Sí; una de las que tenemos abiertas…

—No sabía que tu trabajo…

—Claro; nunca te hablé exactamente… Pero mira, ocurre que ésta, en concreto, te afecta a ti.

—Y que, tal vez, fue el motivo de mi llegada hace dos años… ¿puede ser?

—Lo es… Y es posible que nadie te haya explicado el porqué de tu destino en el colegio… ¿me equivoco?

—No, no te equivocas… Y no sé si tú tienes que ver…

—Bueno, hablaremos de eso... Pero como te decía, un nuevo acontecimiento ha hecho saltar las suspicacias sobre determinados hechos que están, todavía, pendientes de investigar…

—Entonces… ¿ese es tu trabajo?

—Yo te explicaré… pero, para concretar: es posible que te cruces con un buen hombre que se llama Luís Iglesias. Trabaja para nosotros. No te descubras, pero facilítale las cosas. Verás que él, con todo el tacto de que sea capaz, querrá indagar cosas, sobre todo de…

—¿De Juanito?

—¿Juan Puig?... sí Jorge.

—¿Él era mi misión?

—Lo es, especialmente en estos momentos…

—Espera, espera… ¿y me lo dices ahora?

—¿Qué quieres decir?

—Pues está muy claro: llevo dos años aquí sin saber a qué atenerme… y además: ¿qué se supone que tenía que hacer con Juanito: vigilarlo, acompañarlo, educarlo… hacer de hermano mayor?

—Vale, Jorge, lo siento…

—…

—Tal vez, debíamos haber…

—Espera Daniel… déjalo…

—Ya lo aclararemos…

—…

—¿De acuerdo?...

—Supongo que no tengo más opciones…

—…

—Bien… ¿qué me decías de alguien que trabaja para vosotros?

—Se llama Luís Iglesias…

—¿Y se dedica a…?

—Como te decía necesitamos indagar un poco en la vida de Juan Puig…

—Pero, sobre él puedes preguntarme a mí…

—Seguro que sí, pero se trata de cosas que se escapan de la rutina y de los quehaceres diarios, de matices que a ti, necesariamente, se te tienen que escapar… ¿me entiendes?

—No.

—Confía en mí; enviar a esta persona es lo más adecuado para nuestros fines.

—Confío…

—Como te decía… Este hombre necesita acercarse a Juan y hablar con él; tú no te descubras, pero házselo fácil… Aprovechará cualquier excusa; procura que no recele nada. Ayudaría que tú y él, previamente, de forma casual, hubierais entablado conversación, etc, etc… Ayúdale a buscar esas coincidencias; tú ya me entiendes.

—Haré todo lo posible, pero sabes que esa no es mi especialidad…

—A ti te sobra picardía para eso y más…

—No sé de dónde sacas…

—Intento animarte…

—…

—Tienes que hacerlo Jorge; es muy importante.

—Ya…

—…

—Déjame que te pregunte algo Daniel ¿cómo es que tú también estás implicado en… en esto que se supone que hago en el colegio?

—Es muy sencillo: tú habrás oído hablar de “Sanidad Médica”…

—Yo diría que toda la profesión.

—Pues bien, esa organización semiclandestina no es la única que está preocupada por los acontecimientos. Ya hay mucha gente que, simplemente, no entiende.

—¿Pero vosotros también?

—Por supuesto, y creo que nos corresponde ser de los más comprometidos.

—Sí; seguramente tienes razón. ¡Ah! Por cierto. Es posible que ya conozca a ese Iglesias.

—¿Cabeza redonda?

—Sí. Redondita y sonrosada.

—Es él.

Y, ahora que caigo en el detalle: ¿para qué pregunta el horario del tren si tiene el coche aparcado a la puerta? Igual no es tan despierto como se supone que debe de ser…

Cala Ombriu, 2085

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