Читать книгу Cala Ombriu, 2085 - José María Bosch - Страница 9
Оглавление2. DANIEL TRUJILLO, I Dos años antes, Junio de 2.083
—Salvador, esperaba tu llamada.
—Sí Daniel, soy yo… te avisé.
—Sí, de acuerdo; puedes hablar, es seguro… Me alegra oírte… ¿estás bien?
—Sí, estoy bien, pero me parece que no te gustará lo que voy a decirte… Es grave.
— No descansan… ¿verdad?
—Sabes que no.
—Dime lo que sea; creo que ya no me sorprenderá nada…
—Mira, posiblemente van detrás de otra víctima… ya sabes. Están intercambiando correos como si se hubieran vuelto locos; en unos deciden cómo van a repartir los beneficios y en otros cierran acuerdos con posibles compradores… Mi empresa, como siempre, es la más ambiciosa y se quiere llevar un buen trozo del pastel.
—Esto no va a terminar nunca; pensaba que habían aflojado un poco pero lo que ocurre es que no nos enteramos de sus movimientos.
—Ese me temo…
—¿Sabes qué es lo que traman?
—Bueno, las precauciones que toman son muy grandes pero he podido averiguar que se trata de un chico joven que se hirió en una mano hace poco más de una semana. Lo que sí es seguro es que fue en la cala de Ombriu.
—¿Ombriu, en Capfoguer?
—¿Conoces el sitio?
—Un poco…
—Bueno, te concreto: fue cuando tomaba el baño, a unos metros de la orilla; por eso no se ahogó.
—¿Sabes su nombre?
—No, no lo sé; y puedes creer que lo he intentado todo, sin resultado. Tal vez, solo podamos averiguar algo si partimos del lugar del accidente: alguien tiene que saber algo.
—Si fue en Ombriu, como dices, es posible que tengamos una posibilidad…
—Explícate…
—Tú no conoces al Páter. Es un cura, gran amigo mío y, prácticamente, el dueño del colegio de Beniample, pueblo que no está lejos. Su hermandad posee una casa en la playa, en Capfoguer, y sé que la utilizan para organizar excursiones con sus alumnos; puedo hablar con él.
—Bien Daniel, yo continuaré indagando, pero este caso lo tienen muy bien encauzado y ya no pasarán mucha información entre ellos; no quedan demasiadas posibilidades de conseguir algo.
—Pero, de momento, no sabes lo que buscan ni lo que pretenden, ¿no es así?
—Ya te he dicho que no sé nada más, pero se han dado el plazo de unos días para resolver el tema. Tenemos la suerte de que a mi jefe le gusta ser el último en dar el puñetazo en la mesa: le pierde el orgullo. Si hace esa llamada yo estaré esperando y lo puedo pillar.
—Bien… pero recuerda Salvador: nada de papeles en el sitio de trabajo; guárdalo todo en tu cabeza. Si consigues algo, me avisas y nos veremos cara a cara.
—Cuenta con ello y no te preocupes.
—Sé prudente, no debes confiar.
—De acuerdo. Quédate tranquilo… de verdad… y habla con tu cura, que yo me cuidaré solo. Te mando un abrazo.
Necesito que me contestes… Páter, por favor… tienes que ayudarme…
—Daniel, ¿eres tú?
—Páter, no sabes cómo me alegro de localizarte.
—Y yo de hablar contigo, Daniel.
—Sí, lo sé…
—Pero, qué largo que lo haces, ¿no?… Me parece que te importamos poco, ¿verdad?
—No digas eso, porque sabes que no es cierto, ¿estás bien?
—Yo sí, pero vosotros habéis tenido un temporal de miedo…
—Sí, sí, es verdad, pero ya ha pasado.
—¿Víctimas? ¿Ha habido víctimas?
—¿Pero, no ves las noticias? Te habrías enterado.
—¡Por supuesto que las veo!, ¡claro que las veo!, pero da la sensación de que no se enteran o que no quieren que lo hagamos nosotros…
—Tranquilo, no las hubo; el “meteo” avisó a tiempo.
—Menos mal; no las tenía todas conmigo… Dime qué puedo hacer por ti. ¿O sólo querías saludarme?
—Bueno, un poco las dos cosas…
—Anda, no mientas y dime qué quieres.
—Pues…
—¿No ocurrirá nada grave?
—No, por supuesto que no, pero necesito que me contestes a una pregunta.
—Ya me tienes intrigado, ¿qué pasa?
—Estate tranquilo, no tiene por qué ocurrir nada, pero te cuento: hace una semana hubo un accidente en la playa de Capfoguer y se lastimó un muchacho, ¿sabes algo?
—¡Ah! ¿Era eso? Pues sí, por desgracia sí. Uno de mis alumnos tuvo la mala suerte de aprisionarse el brazo en el escombro escondido bajo el agua: se lo rompió por el codo cuando una ola lo arrastró. Ahora está convaleciente y parece que la herida no cierra bien, pero está al cuidado de sus padres y del despacho sanitario.
—Puede que sea eso lo que busco…
—¿Eso buscabas?...
—Páter, ¿tú recuerdas que te he hablado a veces de ciertos peligros que podrían acechar a tus muchachos o, incluso, a ti mismo y a tus vecinos? ¿Lo recuerdas?
—Nunca olvidaría eso Daniel, y lo sabes porque me conoces.
—Pues bien, es posible que estemos ante uno de esos casos desafortunados.
—¿Y la persona en peligro es Juanito? ¡Pero si fue un accidente fortuito! No lo entiendo.
—El accidente creó las circunstancias en las que este chico, Juanito, sería más susceptible de estar en peligro, ¿me entiendes? Por desgracia, es posible que, ahora, la situación sea un poco delicada…
—Comprendo… bueno, la verdad es que no comprendo… pero, vale, dime: ¿qué puedo hacer yo ahora? Sabes que lo que esté en mi mano sólo tienes que pedirlo.
—Eso lo sé de sobra Páter… Mira, puesto que es un alumno tuyo, se me ocurre que lo más práctico es que alguien pudiera observarlo todo desde un estatus nada sospechoso: digamos… un profesor; un joven que yo te mandaría…
—Sí que es verdad que eres un hombre de ideas y de recursos. ¡Jolín!
—¿Qué murmuras?
—Perdona, es que estaba pensando en voz alta y supongo que, ahora, no es momento de bromear…
—¿Crees que tienes forma de organizarlo?
—Todavía no sé cómo lo haré, pero la persona que tú envíes tendrá un sitio en la escuela para que pueda vigilar a los muchachos: ¿te sirve eso? Mándalo cuando quieras, que yo me ocuparé de todo. Él, simplemente, que se presente y diga que es el nuevo profesor del curso 83/84, de esta forma yo no me descubriré como enlace tuyo. Te aseguro que haremos lo que sea para cuidar de los chicos
—Te enviaré a un buen hombre, y será a través de “Sanidad Médica” para quitarme yo también de en medio, como tú dices; se llama Jorge.
—Bien, tú dile que venga…
—Páter… con personas como tú se puede ir al fin del mundo.
—Me conformo con que nos quedemos donde estamos, Daniel.
—Eso no es posible; quedarse como estamos es ir de cabeza al abismo, pero entiendo lo que quieres decir. Te mando un beso.
—Adiós Daniel, adiós…