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2.3.3. Potenciales shocks a la demanda

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Por otra parte, el incentivo a dirigir los patrones de consumo hacia productos más sostenibles con el medio ambiente e industrias no dependientes del consumo de energías fósiles tendrá de por sí una fuerte traslación en la producción y oferta agregada. A corto plazo, los daños en infraestructuras pueden suponer un impulso a la inversión, si bien las expectativas de un empeoramiento económico ante la perspectiva de ingresos más débiles, así como la mayor incertidumbre, pueden provocar una contracción en la inversión por parte de las empresas y un mayor ahorro de los consumidores para el medio plazo. Adicionalmente, el incremento en las temperaturas también podrá causar perturbaciones en el transporte, afectando a la cadena de distribución y las infraestructuras. A continuación, se destacan alguno de los efectos producidos en el nivel de demanda total:

• Consumo: Con una contracción del mercado laboral, por el daño al capital de las empresas y con una potencial menor productividad de la mano de obra, que podrá ver afectada directamente su salubridad, es previsible una caída en el nivel de ingresos de hogares y pequeñas empresas reduciendo, consecuentemente, su nivel de gasto. Por otra parte, la distinta incentivación de productos a través implementación de medidas sostenibles puede suponer cambios radicales en los patrones de consumo, como se ha demostrado con el gravamen extra a las bebidas azucaradas.

• Inversión: Las inversiones en energías renovables pueden tener unos rendimientos potencialmente altos, entre otros, por factores tales como la rápida disminución experimentada en los costes de producción. No obstante, como industria de reciente creación tiene un gran componente de incertidumbre, pudiendo ser los inversores especialmente cautelosos con los préstamos a los proyectos relacionados con las energías renovables o requiriendo información adicional para aportar los fondos, más aún con el denominado riesgo de “greenwashing” (del inglés “verde” y “lavado”). Este último término viene a referirse a las malas prácticas de comercialización de algunas empresas que, empujados por esta oleada de mayor concienciación hacia lo sostenible, presentan un producto como respetuoso para el medio ambiente cuando realmente no lo es, provocando una inadecuada canalización de la inversión hacia el camino de una economía sostenible.

• Gasto Público: Una de las principales medidas propuestas para alcanzar la transición hacía una economía baja en carbón es la imposición al carbón, lo que tendría un importante efecto sobre la recaudación estatal generando ingresos adicionales. No obstante, en sentido contrario se producirá un incremento del gasto tanto para acometer la transformación energética, que requerirá fuertes cantidades de inversión pública, así como para cubrir parte de las pérdidas por catástrofes allí donde no alcance la cobertura por parte del sector privado (por la casuística de que no todos los riesgos son asegurables). Por tanto, el impacto neto en las finanzas públicas variará fuertemente por países.

• Exportaciones netas: Una de las vertientes de la sostenibilidad en los negocios está orientada hacia la reducción de la huella de carbono de los productos. Esto cobra especial relevancia a la hora de revisar la cadena de distribución del producto y el consumo energético de los distintos medios de transporte empleados hasta su puesta en circulación. Por otra parte, cabe destacarse que la constitución del régimen del principal mercado del mundo (y mayor en tamaño) se debe al Régimen de comercio de derechos de emisión de la UE (RCDE UE), que se constituye como uno de los elementos clave en la determinación de las nuevas reglas para el comercio. Dicho sistema viene a establecer un límite máximo de emisiones de determinados gases de efecto invernadero que pueden emitir los sectores de consumo energético intensivos en consumo de combustibles fósiles, tales como la aviación, refinerías, industria del metal, fábricas de determinado tamaño, etc. Este límite se reduce progresivamente a lo largo del tiempo. Se contempla que para 2020 las emisiones de los sectores sujetos serán un 21% inferiores a las de 2005 mientras que para 2030 serán un 43% más bajas. Hasta la fecha, la reducción de las emisiones gracias al RCDE UE ha demostrado que poner un precio al carbono y que el comercio del mismo puede funcionar, si bien supondrá una ventaja competitiva más a tener en cuenta de unas empresas frente a otras.

De lo anterior se desprende que las profundas transformaciones necesarias para construir una economía baja en emisiones están lejos de ser sencillas y/o baratas. La sociedad en su conjunto deberá adaptarse y sacrificar buena parte del consumo para financiar la inversión adicional necesaria, pudiendo detonar en fricciones sociales de diversa índole. Para alcanzar un cambio de tanta trascendencia, como el dirigido a modificar nuestro estilo de vida, no serían suficientes medidas aisladas y puntuales (como un incremento del precio del carbón). Antes bien, sería necesario repensar nuestra manera de regirnos como sociedades, con una revisión integral del modelo económico y tejido productivo. Un ejemplo exitoso de lo anterior sería el de los Países Bajos, con la integración de la bicicleta como medio de movilidad urbana. En los años 70, tuvo lugar una reflexión a nivel nacional, impulsada por los políticos locales ante la situación de predominio del automóvil en los núcleos urbanos, contribuyendo a altos niveles de contaminación y a un incremento de la mortalidad por la mayor siniestralidad al volante. No sólo se incrementó la financiación e inversión en infraestructuras si no que se implementó una fuerte campaña por el fomento del ciclismo urbano, que se adoptó desde una planificación multidisciplinar, con el fin de adaptar la movilidad de la ciudad a las distintas necesidades de los ciudadanos, facilitando el desplazamiento en el medio de transporte que se pretendía promover. Años más tarde, más allá de obtener el título de capital mundial del ciclismo, los propios ciudadanos son los que asocian dicho transporte a un incremento en la calidad de vida de las ciudades, con niveles de polución visiblemente más bajos.

La sostenibilidad y el nuevo marco institucional y regulatorio de las finanzas sostenibles

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