Читать книгу La sostenibilidad y el nuevo marco institucional y regulatorio de las finanzas sostenibles - José María López Jiménez - Страница 95

4. BANCOS CENTRALES, COORDINACIÓN POR LA ESTABILIDAD FINANCIERA 4.1. AMENAZA CLIMÁTICA, AMENAZA PARA EL MANDATO DE BANCOS CENTRALES Y SUPERVISORES 4.1.1. Necesidad de acción coordinada

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En atención a lo expuesto hasta ahora, el silogismo parece atender al siguiente razonamiento: en la medida en que queramos mantener la estabilidad financiera, es necesario garantizar la estabilidad climática. Lo anterior ha colocado el tema de la sostenibilidad y los riesgos climáticos como un tema prioritario para Bancos Centrales y Supervisores en cumplimiento de su mandato, consistente en garantizar dicha estabilidad financiera y de precios. La idiosincrasia del problema climático nos traslada a un escenario que requiere de acciones coordinadas a nivel global, y ante el estrepitoso fracaso por parte de las distintas iniciativas gubernamentales hasta la fecha, los Bancos Centrales han decidido tomar partido de manera más proactiva para atajar el problema. En palabras de Villeroy de Galhau: “Nuestra convicción es clara: los mandatos de estabilidad financiera y política montería de los Bancos Centrales imponen la obligación de tener las herramientas para responder al imperativo climático” (Villeroy de Galhau, 2019).

Como se viene reiterando, la amenaza climática es un problema de una complejidad sin precedentes, no sólo por la alta incertidumbre del transcurso de la crisis sino por el carácter irrecuperable de los daños una vez estos se han manifestado. La conclusión parece robusta: tanto los riesgos físicos como los de transición son de una severidad tan amplia que obligatoriamente queda descartada una actitud pasiva. Para atajar el problema climático impera la necesidad de un cambio radical tanto en el tejido productivo como en los distintos patrones de consumo necesarios para alcanzar una sociedad neta de emisiones. Una actitud contemplativa pendiente de cómo evolucionan los acontecimientos y en qué se concretan los efectos de las distintas crisis y sus medidas correctoras es un riesgo inasumible, ya que una vez materializados, los daños pueden ser irreparables.

Conviene recordar que esta era una de las diferencias fundamentales entre cisnes negros y cisnes verdes, ya que los daños y alteraciones de las dinámicas en los procesos biofísicos una vez iniciados, alcanzan un punto de no retorno con altas probabilidades de desencadenar un efecto cascada, haciendo el problema más agudo. Una de las principales medidas planteadas como solución es que los Bancos Centrales deberían abordar un green quantitative easing (medidas de alivio cuantitativo “verdes”) con el fin de solucionar los complejos problemas socioeconómicos derivados de la transición. Más aún, dado que es un problema de carácter estructural en base a una situación de emergencia climática que sigue agravándose, se incrementa el potencial riesgo de una transición rápida y desordenada hacia una economía baja en empleo de carbón. La anterior situación dejaría poco margen para los bancos centrales a la hora de actuar en una suerte de prestamistas de último recurso15 (“climate rescuers of last resort”).

Si el acuerdo de París venía siendo uno de los hitos fundamentales en la lucha contra el cambio climático por parte de los gobiernos de todo el mundo, para el sector financiero lo sería la creación de la Red de Bancos Centrales y Supervisores para la “Ecologización” del Sistema Financiero (NFGS, por sus siglas en inglés de Central Banks and Supervisors Network for Greening the Financial System). Se constituye como un grupo de bancos centrales y supervisores financieros de los cinco continentes para el apoyo y la investigación para la consecución de una transición fluida hacia una economía baja en residuos de carbono. El BCE forma parte de su órgano ejecutivo, el Comité de Dirección, desde 2020. Dada la creciente preocupación de los reguladores por la mayor proliferación de estos riesgos climáticos, y por el papel que han desempeñar tanto reguladores, supervisores como bancos centrales, no es de extrañar que dicho grupo de trabajo siga en pleno crecimiento habiéndose inscrito 65 nuevos bancos centrales y supervisores financieros a la Red en los últimos 2 años (a fecha de abril 2020), que se unen al objetivo de movilizar y estimular los principales canales de financiación para apoyar la transición hacia una economía sostenible.

Por otra parte, un exceso de confianza sobre el papel y actuación de los Bancos Centrales podría suponer una decisión errónea en la medida en que, en primer lugar, supondría una sobrecarga a su actual mandato y, en segundo, distorsionaría y supondría un desincentivo al buen funcionamiento de los mercados, por la falsa creencia de que se disponen mecanismos de corrección. Tarde o temprano se acabaría poniendo de manifiesto la limitada sustituibilidad entre el capital natural y el capital físico, y que los instrumentos que los Bancos Centrales y Supervisores tienen a su disposición no pueden, siquiera parcialmente, sustituir las múltiples áreas de intervención necesarias mientras el problema se iría haciendo más difícilmente corregible con el paso del tiempo. Así, uno de los mensajes claves que viene a transmitir el informe The Green Swan es una llamada a los Bancos Centrales a tomar un papel más proactivo en la coordinación internacional y a proponer una serie de medidas concretas para llevar a cabo con los distintos grupos de interés involucrados.

La sostenibilidad y el nuevo marco institucional y regulatorio de las finanzas sostenibles

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