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3.3. ¿SUPONE LA PANDEMIA POR LA COVID-19 UN CISNE VERDE?

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Si con la crisis financiera de 2007 se popularizó la figura del cisne negro, y entre los ejemplos más destacados se incluían algunos como la pandemia por La Gripe Española de 1918, la pregunta con la irrupción y expansión del COVID-19 se presenta como obligatoria: ¿es dicha pandemia un cisne negro? ¿Acaso se corresponde más con las características del cisne verde? Algunos incluso proponen la calificación de los más tradicionales cisnes blancos, en contraposición a los dos anteriores por presentar características más “normales” (al menos, desde el punto de vista estadístico). En la medida en que toda esta fauna de especies sistémicas puede dar lugar a confusión a continuación se sintetizan los principales elementos comunes y diferenciadores:

Ilustración 7. Tipología de cisnes: similitudes y diferencias


Fuente: Elaboración propia en atención a The Green Swan, BIS.

El origen y expansión de la pandemia se produjo de manera abrupta, cogiendo desprevenidos a los distintos agentes económicos y obligando a repensar todos los elementos indispensables para garantizar la cadena distribución y no interrumpir la economía. Por otro lado, gran parte de las medidas tomadas por los distintos países supusieron un frenazo en seco de buena parte del consumo y producción global. A pesar de la magnitud del impacto, era innegable el conocimiento de la existencia de dicho riesgo, por residual que fuera, sin suponer una nueva amenaza nueva para la humanidad que se ha visto con circunstancias similares (viruela, peste negra, VIH). El propio Taleb opinó al respecto de la pandemia, negando que la crisis económica que se está derivando de la misma sea un cine negro (sugiriendo que presentaba más las características de uno blanco). Argumenta que a pesar de la magnitud de la crisis y de lo trágico de sus consecuencias, disponíamos de suficiente información para conocer la probabilidad de aparición de un evento pandémico. Ningún mercado de seguros se había desarrollado para cubrir este riesgo y ningún mercado financiero había valorado plenamente la posibilidad de que ocurriera. Tampoco por parte del sector público se consiguió “poner precio” a dicha externalidad, transmitiendo el coste a nuestros bienes y servicios, ni tampoco estaban adecuadamente preparados los sistemas de Salud Pública.

A pesar de lo anterior, se podría considerar que dicha circunstancia podría encajar perfectamente bajo las características del cisne verde, pues precisamente un elemento fundamental de su definición es la certeza de que tarde o temprano (a pesar de no saber ni el cuándo ni el cómo) dicho fenómeno se llegará a materializar. Asimismo, en la medida en que hemos asociado a los cisnes verdes aquellos eventos que tienen que ver con el aspecto climático, cabría cuestionarse si la pandemia encaja bajo dicho supuesto de hecho. Al respecto, se ha pronunciado de manera especialmente ilustrativa la directora de Salud Pública, desde la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) que advirtió que la llegada de la pandemia era “cuestión de tiempo” dado que “elementos del cóctel estaban servidos”13. La comunidad científica ha advertido en otras ocasiones que las raíces de buena parte de la expansión de las enfermedades infecciosas se deben tanto al desplazamiento producido sobre los hábitats de los insectos transmisores, con procesos como la deforestación y el incremento generalizado de las temperaturas, que les permite ampliar su hábitat natural. Por lo que la incidencia climática, guarda relación con la pandemia y su rápida expansión, pudiendo encajar con la tipificación sugerida por el BIS.

En la misma línea, se ha pronunciado Basilea en la publicación en mayo de 2020 Green Swan 2 – Climate change and Covid-19: reflections on efficiency versus resilience que viene a dilucidar dicha cuestión. En atención al mismo, la pandemia del Covid-19 parece marcar todas las casillas que definen al Cisne Verde (Ilustración 7). Es una externalidad negativa global constituyendo un riesgo con una probabilidad alta o muy alta de la ocurrencia desencadenando múltiples fuerzas no lineales que interactúan entre sí provocando severos shocks de oferta y demanda. Finalmente, también presenta sus características típicas en la medida en que se pone en riesgo un número significativo de vidas humanas y se requiere un grado de cooperación sin precedentes para abordar el problema (nadie se puede cubrir de tal riesgo por su propia cuenta).

Desde un punto de vista estrictamente de política económica, los riesgos y pandemias relacionados con el clima como el Covid-19 producen efectos devastadores similares tanto en el sector real como en el financiero impactando en el valor de toda clase de activos, provocando un crecimiento del desempleo y pudiendo devenir en recesión económica. No obstante, cabe destacarse que las propias medidas tomadas por los diferentes gobiernos alrededor del mundo para hacerle frente han, supuesto diferencias notables en el impacto de la crisis. En este sentido, se presenta como una fuente de riesgo nada despreciable, con posibles consecuencias más contundentes que las sufridas en la crisis de 2008. Es decir, la pandemia provocada por la Covid-19, con un riesgo sanitario inicial por el origen biológico de la amenaza, puede desencadenar toda una serie de toma de decisiones incorrectas por parte de los actores políticos, potencialmente agravando la situación inicial y presentando un mayor riesgo para la economía en su conjunto.

Otro elemento diferencial de los cines verdes que parece darse por cumplido con el brote pandémico es el carácter irreparable del daño causado y la dificultad en la implementación de las medidas de mitigación, que a menudo requiere una coordinación por parte de todos los agentes, siendo ineficaces las medidas aplicadas de manera aislada. De manera similar a lo que ocurre con el problema del cambio climático, las pequeñas contribuciones de todos los agentes de la cadena son las que pueden lograr la eficacia de la medida, ya sea por incrementar la probabilidad de contagio o la cantidad de contaminación atmosférica acumulada. Más aún, desde la Universidad de San Diego han venido a confirmar las peores sospechas en cuanto a que todas las medidas de inmovilización (cierre de fábricas, escuelas, administraciones) y la inactividad productiva de las ciudades más grandes del planeta no han disminuido las concentraciones de CO2 en la atmósfera14. También viene a confirmar que ninguna otra crisis económica reciente se ha traducido en un cambio significativo en la tendencia de las emisiones. La historia ha demostrado que los niveles de dióxido de carbono típicamente reanudan su ascenso aceleradamente a medida que la actividad económica normal se recupera. A pesar de lo anterior, por la idiosincrasia de la crisis pandémica se han producido cambios relevantes en los hábitos de consumo y formas de trabajo, con un impacto positivo relevante de cara a la construcción de un nuevo modelo socioeconómico más sostenible. Así, la revisión de la cadena de suministro, la priorización de los servicios esenciales y la extensión del teletrabajo y los servicios telemáticos, han tenido como resultado la menor frecuencia en los desplazamientos y del consumo energético basado en combustibles fósiles.

En resumen, parece que la pandemia cumple con los tres elementos diferenciadores de los cisnes verdes con respecto a los cisnes negros: su aparición podía ser considerada como probable, los impactos son más graves que los de un cisne negro y cuenta con dinámicas más complejas de efectos en cadena, lo que dificulta enormemente la implementación de medidas de mitigación sin una acción coordinada global.

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