Читать книгу Motoquero 1 - Donde todo comienza - José Montero - Страница 11
ОглавлениеCapítulo 6
Contra su pronóstico, Lourdes lo llamó esa misma tarde.
Acababa de levantarse. Todavía dormido, tuvo un momento de lucidez. No podía cumplir lo dicho por la mañana. Él se había prometido que nunca volvería a pisar una comisaría.
—Mirá, Lourdes, perdoname. Yo te ofrecí salir de testigo, pero en la agencia donde trabajo… –empezó mientras su cabeza buscaba una excusa creíble.
—Olvidate. La denuncia ya fue. Tengo gente que se encarga de los trámites.
—Qué suerte.
—Lo que necesito es alguien que se anime a recuperar mi teléfono.
—¿Cómo?
—El chorro, al ver que mi celu había sido bloqueado, llamó al número que puse en pantalla. Me hizo un verso. Dijo que lo había encontrado en la calle.
—Típica.
—Que me lo quería devolver. Que habitualmente no aceptaría dinero por algo así.
—Pero…
—Siempre hay un pero, obvio.
—¿Está sin trabajo, tiene un hijo enfermo, necesita operar a la madre?
—¡Muy bien, Tomás, acertaste en la primera!
—¿Cuánto te pidió?
—Diez mil pesos.
—Ni ahí. Negociá, bajale el precio –sugirió Toto–. Dejame que hablo yo.
—Ya está, Tomás, diez mil pesos están bien. Si pierdo todo lo que tengo en el celu, me va a salir más caro.
—¿En serio?
—Sí, ya está decidido. La plata no es problema.
—Veo. ¿Y me vas a confiar diez mil pesos a mí? No me conocés.
—Tu tarjeta dice “rapidez y confianza”.
—Es lo que prometemos todos los motoqueros. De ahí a que cumplamos…
—Tendré que correr el riesgo. ¿Dos mil pesos para vos te parecen bien?
—Es demasiado.
—No sabés adónde hay que ir a buscar el celu. Es en Lomas de Zamora. Lo busqué en Internet. Está marcado como zona peligrosa.
—Si me roban la moto, dos mil pesos va a ser poco.
—Esperemos que no pase. ¿Lo vas a hacer?
—No sé –dijo Toto y se hizo un silencio en la comunicación.
—Por favor, para mí es muy importante –deslizó Lourdes.
—¿Por qué yo?
—No entiendo.
—¿Por qué me lo pedís a mí? Me dijiste que tenés gente para todo. Gente que te hace los trámites, gente que te lleva y trae cosas.
—Es muy personal. Prefiero que la gente que trabaja conmigo no se entere. Si hace falta algo más…
—¿Qué te creés que soy? ¿Un mercenario?
—Perdón, no quise ofenderte.
—Dos lucas está bien. Tengo que laburar un día y medio para ganar eso. Si puedo hacerlo en un par de horitas, a mí me cierra.
—Gracias.
—¿A dónde nos vemos para que me des la guita del rescate?