Читать книгу Motoquero 1 - Donde todo comienza - José Montero - Страница 8

Оглавление

Capítulo 3


Lourdes, a quien sus amigas llamaban Lula, tuvo una historia distinta a la de Toto. En la infancia no conoció el abandono ni las penurias económicas. Más bien, conoció la sobreprotección y la abundancia.

Aunque, pensándolo bien, el hecho de que los padres la colmaran de regalos, niñeras y profesores para cubrir culpas, ausencias y trabajo en exceso también era una forma de abandono. El hecho de que la controlaran todo el tiempo, hasta con un chofer que cumplía el rol de detective, era producto de la falta de confianza. Y la falta de confianza era, a su vez, producto del poco tiempo que compartían con su hija.

Lula nació y se crió en una burbuja: barrio cerrado en la Zona Norte del Gran Buenos Aires, colegio privado, vida al aire libre en un entorno de calles seguras, bici, rollers, hockey, natación, gimnasia artística, Inglés, clases de pintura y canto, pero siempre entre muros. Entre alambrados y cercos electrificados. Entre custodios. Entre barreras que se levantaban amablemente para ella, pero se cerraban ante cualquier desconocido.

Así creció Lula, permitiendo el acceso a todo aquello que le resultara familiar y clausurándolo frente a todo lo extraño. Replicó el modo de vida que llevaba su familia.

Pero entonces se produjo el terremoto.

Cuando Lourdes cumplió doce años, los padres decidieron mudarse a Palermo por cuestiones de trabajo. Conservaron la casa de Zona Norte como refugio de fin de semana, aunque comenzaron a ir cada vez menos, porque quedaba a cincuenta kilómetros.

Cada uno por su lado, el padre y la madre se iban de la casa a las siete de la mañana y volvían a las nueve o diez de la noche. La jornada laboral o los compromisos sociales se convirtieron en su prioridad.

A Lula la gran ciudad la abrumaba. No la entendía. Sentía miedo. Sentía terror de algo tan simple como cruzar una calle. El ruido le molestaba, lo mismo que el malhumor, los gritos, los modales groseros. Pasó de vivir en contacto con el sol, el aire, la lluvia y los bellos jardines a estar encerrada. Iba de casa al colegio y del colegio a casa. A danza, a canto, a tela, a Francés y nada más. Siempre acompañada por una empleada y por el celular con los audios de la madre; ni siquiera tenía tiempo para escribirle, prefería lo más rápido, los mensajitos de voz. Con eso la controlaba. La teledirigía. La manejaba como si el teléfono fuera un joystick de la consola de juegos.

La mudanza, para peor, le quitó todas las amigas. Las promesas de seguir vinculadas con las chicas del barrio cerrado –pronunciadas entre lágrimas– no se cumplieron. La conexión se perdió con la alteración de rutinas y la pérdida de la charla cotidiana y de esa cercanía que facilitaba cruzarse de una casa a la otra sin necesidad de caminar más de cincuenta o cien metros.

En Buenos Aires, Lourdes tenía una única amiga. Se llamaba Corina. Cori. Era su compañera de banco desde el primer día en el colegio secundario, un privado religioso donde los cursos seguían divididos. Varones por un lado, mujeres por otro.

La vida de Lula transcurrió aburrida, temerosa y oscura hasta que una tarde Cori le propuso un juego.

Motoquero 1 - Donde todo comienza

Подняться наверх