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Оглавление8 Importancia de la competición y su planificación para el desarrollo del estado de entrenamiento
Entre los contenidos para el desarrollo del estado de entrenamiento distinguimos, como ya se ha mencionado (v. pág. 20), ejercicios de desarrollo generales, ejercicios específicos y ejercicios de competición. El rendimiento máximo personal sólo se consigue cuando todos los tipos de ejercicio mencionados se utilizan en el momento correcto y con el volumen y la intensidad correctos.
Las competiciones deportivas interesan desde distintos puntos de vista. Sirven para consolidar sistemáticamente el rendimiento, para desarrollar el estado de entrenamiento del deportista, para poner a prueba el estado de rendimiento, para alcanzar puestos de podio y para controlar la eficacia del entrenamiento (cf. Colectivo de autores, 1982, 113/114; Neumann, 1994, 49).
Competición y consolidación sistemática del rendimiento
Por lo general, las competiciones deportivas no tienen sentido al margen del entrenamiento. Entrenamiento y competición forman una unidad (cf. también Lehmann, 1994, 21; Thiess, 1994, 5, entre otros).
El entrenamiento sirve para “desarrollar el rendimiento”, y la competición, para “desplegar el rendimiento” (cf. Hotz, 1994, 16).
El entrenamiento sin competición pierde valor para el deportista, pues es la preparación destinada a aprobar el examen planteado por la competición (Colectivo de autores, 1982,113).
La extendida opinión de que el entrenamiento incluye siempre la participación en una competición debe relativizarse a la vista de las experiencias realizadas en los ámbitos del deporte de tiempo libre y terapéutico; en estos ámbitos el entrenamiento resulta posible sin competición ni revisión del rendimiento (cf. Neumann, 1994, 49).
En general, el deportista de rendimiento no entrena por el hecho de entrenar, sino para mejorar su capacidad de rendimiento con un grado de eficacia máximo y para confirmar o invalidar los contenidos practicados en las competiciones, competiciones de control o tests.
Desde los puntos de vista de la metodología, la pedagogía y los contenidos, la capacidad de rendimiento deportivo no sólo necesita para su optimización una METODOLOGÍA DEL ENTRENAMIENTO, sino también una MEDOTOLOGÍA DE LA COMPETICIÓN, tal como pretende, por ejemplo, Thiess (1994, 5). La literatura especializada reciente se hace eco una y otra vez de esta necesidad (cf. Barth, 1980; Regner, 1991; Reiss/Pfeiffer, 1991; Lehnert, 1994, 10; Thiess, 1994, 5, entre otros).
A la hora de seleccionar las competiciones, hemos de tener en cuenta:
•La sucesión correcta de las competiciones, manteniendo fases de recuperación suficientes.
•Un número suficiente de competiciones: Matveiev (1972, 165) ha constatado que, por ejemplo, en atletismo, el mejor rendimiento personal se suele conseguir entre la 10a y la 14a competición.
•Un nivel de las competiciones en consonancia con el estado de preparación del momento: de las competiciones preparatorias hemos de pasar a otras con exigencias cada vez mayores.
•La forma física momentánea: ninguna competición en el momento equivocado. Las competiciones sin exigencias específicas no tienen valor, pues la carga psicológica es insuficiente.
En contraposición con el ámbito de los adultos, las competiciones en el deporte infantil y juvenil tienen importancia como hitos intermedios; son competiciones for– mativas en el camino hacia mayores rendimientos, y sus contenidos y metodología organizativa deben estar relacionados con las tareas planteadas en el entrenamiento.
En el deporte infantil y juvenil rigen los siguientes principios (Colectivo de autores, 1982, 113):
•En competición, el joven deportista debe acreditar las capacidades, destrezas y formas de comportamiento adquiridas en el entrenamiento, tanto en el rendimiento complejo de la competición como en los rendimientos parciales.
•El joven deportista debe afirmarse compitiendo en diferentes disciplinas de su modalidad y también en otras modalidades (aspecto de la multilateralidad).
•La sucesión y la frecuencia de las competiciones no están determinadas por una competición principal.
•Las competiciones se han de celebrar a lo largo de todo el año y en todos los períodos de entrenamiento. Tendrán lugar dentro de un grupo de entrenamiento o entre grupos de entrenamiento de similar capacidad de rendimiento.
•Las competiciones deben plantear exigencias crecientes.
Competición como herramienta de entrenamiento eficaz
Las competiciones deportivas sirven en general para desarrollar el estado de entrenamiento. Son, pues, una herramienta de entrenamiento específica en el sentido de consolidar y estabilizar el rendimiento deportivo.
Las competiciones incluyen elementos de la mejora del rendimiento que sólo se puede entrenar en ellas: cargas físicas y psíquicas extremas, experiencia en competición, estudio táctico del contrario, observación de errores de entrenamiento, etc.
Además, la participación variada y frecuente en competiciones desarrolla la capacidad para adaptarse con rapidez a las más diversas condiciones de competición.
Importante. Si el número o la frecuencia de competiciones sobrepasan un límite, el rendimiento deportivo puede desarrollarse con una planificación insuficiente. Los planes de competición y de entrenamiento necesitan, por tanto, un ajuste mutuo.
Competición como método de control y de evaluación del entrenamiento
Las competiciones son una herramienta adecuada para revisar el estado de rendimiento conseguido y la eficacia del trabajo.
Desde este punto de vista, la competición puede dar prioridad a diferentes tareas:
•Evaluar los requerimientos y capacidades físicas y coordinativas en condiciones de competición.
•Examinar la estabilidad de las destrezas deportivo-técnicas bajo la tensión de la competición.
•Resolver tareas tácticas y técnico-tácticas, como cambios tácticos dentro de un partido (paso del marcaje por zonas al marcaje al hombre, cambio de ritmo, etc.).
•Comparar el nivel del rendimiento deportivo complejo con los rendimientos parciales.
Figura 25. Factores que influyen sobre el rendimiento en competición (Neumann, 1994, 49).
Los resultados obtenidos permiten sacar conclusiones sobre la configuración del trabajo efectuada hasta el momento. Se puede corregir los posibles errores de la planificación, de los criterios metodológicos y del asesoramiento del deportista.
Preparación del deportista para la competición
De forma muy general, la preparación para la competición –con independencia de su carácter a largo plazo o inmediato (v. pág. 66)– se puede definir de la forma siguiente:
Por preparación para la competición entendemos la totalidad de las medidas adecuadas que capacitan al deportista para obtener rendimientos deportivos óptimos en las competiciones (Thiess/Schnabel/Baumann, 1980, 262).
Dado que el rendimiento de competición, como ya hemos mencionado, depende de un amplio número de factores (v. fig. 25), toda competición deberá prepararse como un todo complejo, desde una perspectiva holística.
Para el deportista es muy importante conseguir su rendimiento máximo individual el día de una competición importante. Para ello necesita dominar con precisión los tiempos de los procesos de adaptación en el entrenamiento, lo cual requiere mucha experiencia.
Como muestran los estudios de Lehnert (1994, 10) y Neumann (1994, 49), este objetivo se malogra a menudo por errores de entrenamiento que tienen que ver con el contenido, la metodología y la técnica organizativa. En este contexto predominan dos tendencias: el atleta consigue su punto álgido de rendimiento individual ya al comienzo de la temporada de competición, y su capacidad de rendimiento sufre a continuación un descenso progresivo; o bien presenta un aumento del rendimiento casi continuo, pero el momento de forma resulta precoz (forma máxima entre 4 y 6 semanas antes de la competición decisiva), sufriendo después un caída brusca del rendimiento en el momento de la competición (cf. Lehnert, 1994, 10).
Los errores metodológicos en la preparación de la competición provocan múltiples fracasos del atleta de elite en pruebas de clasificación, lo eliminan antes de calificarse o le impiden rendir suficientemente en la final.
Hemos de indicar que la organización del último segmento de la preparación de competiciones decisivas se considera una etapa de entrenamiento autónoma, cerrada en sí misma, que constituye por tanto un ciclo de entrenamiento, conocido en inglés como tapering y utilizado desde hace tiempo en natación.
En esta etapa final previa a la competición se plantean tareas específicas, exclusivas. Pasamos a describirlas a continuación.
Lehnert (1994, 12) define la preparación inmediata para la competición de la forma siguiente:
“Por preparación inmediata para la competición entendemos el último período del entrenamiento, caracterizado por medidas de adaptación específicas, previstas para las condiciones concretas y complejas de la competición decisiva; su objetivo consiste en capacitar al atleta para que transforme sus facultades y capacidades psíquico-morales y psíquicas, sus destrezas técnico-deportivas, sus conocimientos, experiencias y capacidades tácticas, adquiridos en el proceso de entrenamiento a largo plazo, en rendimiento deportivo máximo; deberá hacerlo, además, en un momento determinado con antelación y en condiciones temporales, organizativas y climáticas concretas, en el lugar de competición.”
Aquí hemos de tener en cuenta las múltiples tareas psí– quico-pedagógicas, metodológicas, deportivo-médicas, organizativas y técnico-materiales que plantea la preparación inmediata de la competición.
El contenido, el volumen y la duración de dicha preparación dependen, según Lehnert (1994, 12), de los siguientes factores:
•Importancia o carácter de la competición.
Los Juegos Olímpicos, los Campeonatos mundiales y regionales y los trofeos de dotación presupuestaria importante necesitan una preparación más prolongada que los campeonatos provinciales.
•Situación geográfica del lugar de competición.
“Las competiciones que se celebran en condiciones inusuales y exigen adaptarse a un nuevo ritmo de vida diurna y nocturna, a factores climáticos como la temperatura, humedad del aire, presión atmosférica (clima de alturas), ... necesitan una preparación más larga que las competiciones en un entorno habitual.”
•Ubicación de la preparación específica para la competición dentro del año de competición.
“Si este período de preparación se encuentra al final de una temporada intensa de competición, la configuración de los contenidos deberá tener un carácter más general y básico que la preparación inmediata efectuada al inicio de la temporada. De aquí se puede deducir también una mayor duración.”
•Volumen y nivel de la experiencia del atleta en competición.
“Los deportistas con experiencia en competición y que han viajado mucho se adaptan con mayor rapidez y menos complicaciones que los principiantes a las condiciones inhabituales, que en estos casos son ya casi habituales.”
La práctica deportiva ha demostrado, según Lehnert (1994, 12), la eficacia de una preparación inmediata de la competición de entre 5 y 7 semanas de duración.
Esta etapa de preparación inmediata debe resolver, según Lehnert (1994, 12), las siguientes tareas metodológicas:
•“Tareas de condición física
Alcanzar o estabilizar (dependiendo de la ubicación de este período dentro de la temporada de competición) un nivel físico óptimo para aplicar con eficacia la técnica y la táctica, y para dominar unas exigencias globales elevadas en el transcurso de la competición.
•Preparación técnica
Perfeccionar la técnica deportiva propia, corregir carencias técnicas menores, estabilizar la dinámica de los ejercicios de competición, adaptar su ejecución técnica a las condiciones de competición concretas.
•Preparación táctica
Trabajar en detalle y estabilizar el propio esquema de participación en la competición, teniendo en cuenta las condiciones específicas del lugar físico de competición, e investigar el comportamiento táctico del rival deportivo inmediato.
•Asentamiento del rendimiento deportivo complejo Al inicio de la preparación para la competición, las tareas físicas, técnicas y tácticas se pueden todavía resolvar de forma individual y aislada; sin embargo, al acercarse el plazo de la competición, el rendimiento deportivo complejo tiene que asentarse y estabilizarse en su totalidad (salvo unas pocas excepciones), y, de ser posible, también en las condiciones esperadas.
La preparación psíquica de los atletas ante la competición inminente tiene igual importancia que el entrenamiento y presenta una estrecha imbricación con éste. El entrenador y el preparador se enfrentan a las siguientes tareas:
•Formar un equipo unitario y cerrado y crear una atmósfera global que favorezca el rendimiento.
•Motivar y movilizar sobre todo los impulsos emocionales para conseguir un buen resultado en la competición.
•Consolidar la confianza en la propia capacidad de rendimiento y en la eficacia del esquema propio planteado para la competición.
•Anticipar algunas particularidades de la contienda psíquica que planteará el rival deportivo inmediato.
•Anticipar algunas particularidades de la atmósfera general antes y durante la competición (comportamiento de los espectadores, de los medios de comunicación, de los árbitros y jueces).”
Para lograr el rendimiento máximo individual en el día “X”, es fundamental elegir y ordenar correctamente los contenidos de entrenamiento y establecer una dinámica adecuada de la carga de entrenamiento (v. fig. 26).
El carácter de los estímulos de entrenamiento aplicados sobre el organismo del deportista por los diferentes componentes de carga determina la duración de este período de transformación.
Se admite que:
•Los componentes de carga que actúan de forma general y extensa sobre el organismo del deportista necesitan un período de aplicación mayor.
•Los componentes de carga específicos del rendimiento deportivo se transforman con mayor rapidez en una mayor capacidad de rendimiento.
El rendimiento máximo en un momento determinado exige, según Lehmann (1994, 12), “una distribución correcta del tiempo y de los contenidos y una jerarquización de los elementos esenciales del entrenamiento. Una carga máxima eficaz se consigue dando prioridad sucesivamente a los complejos esenciales del entrenamiento en correspondencia con el carácter de los componentes del entrenamiento y de la carga”.
Según los resultados de los estudios de Lehnert (1994, 12), los picos de carga de cada uno de los componentes se ubican de la siguiente forma:
Figura 26. Evolución de los diferentes componentes de la carga durante la preparación inmediata de la competición en atletismo (trazo discontinuo), en natación (trazo continuo) y en tiro (trazo discontinuo desigual) (según Lehnert, 1994, 13).
•herramientas de entrenamiento generales, de 5 a 4 semanas antes del inicio de la competición,
•volumen de entrenamiento, de 4 a 3 semanas,
•herramientas de entrenamiento específicas, de 3 a 2 semanas, y
•intensidad de entrenamiento, de 2 a 1 semana.
El máximo de carga se sitúa entre la tercera y la segunda semana antes de la competición (v. fig. 26).
De esta manera se consigue, con diferentes herramientas y con su coincidencia temporal o “sumación”, una carga de entrenamiento elevada durante un período de entre 2 y 4 semanas y un rendimiento máximo en un momento que coincide, si la planificación ha sido la correcta, con la competición decisiva.
Para el caso de una preparación de la competición inmediata durante varias semanas, Lehnert (1994, 13) propone la siguiente estructura global.
Fase de recuperación: una semana de duración aprox.
Recuperación breve activa, sobre todo psíquica, especialmente si la preparación para la competición se ubica al final de una temporada de competición intensa.
Herramientas: generales de entrenamiento, deporte compensatorio, medidas fisioterapéuticas.
Carga media: volumen de entrenamiento medio, intensidad escasa.
Fase de consolidación: entre 2 y 3 semanas de duración aprox.
Resolución de tareas aisladas, predominantemente físicas, técnicas y tácticas.
Herramientas: ejercicios específicos físicos, técnicos y tácticos.
Carga: volúmenes de entrenamiento elevados con intensidad media.
Fase de asentamiento del rendimiento: entre 2 y 3 semanas de duración aprox.
Asentamiento del rendimiento deportivo complejo, al principio en las condiciones de competición habituales (domésticas) y posteriormente en las condiciones específicas.
Herramientas: sobre todo ejercicios de competición y ejercicios generales como compensación.
Carga: intensidad de los ejercicios de competición próxima a la de competición, carga escasa o media de los ejercicios compensatorios (Lehnert, 1994, 13).
Durante la preparación inmediata de la competición principal, las competiciones preparatorias son un instrumento importante para desarrollar la forma máxima individual. Lehnert describe este proceso (1994, 13) de la manera siguiente:
“Las competiciones en el período de preparación para la competición principal inmediata son, dependiendo de la estructura del rendimiento deportivo en cada modalidad y disciplina, una herramienta importante de la preparación, indispensable para solucionar las más variadas tareas planteadas por el entrenamiento. Su propósito es controlar y revisar el nivel de algunos factores relevantes para el rendimiento; sirven para estabilizar la técnica y el esquema táctico que se aplicará en la competición, y para asentar el rendimiento complejo de competición y la adaptación al ritmo de competición previsto. Estas pruebas son parte esencial del entrenamiento y se las debe configurar a partir de éste.
Las competiciones con un objetivo de rendimiento alto en esta etapa –acreditación tardía de la marca de calificación, competiciones de prestigio y otras– suelen tener un efecto negativo a la hora de obtener los rendimientos máximos para la competición decisiva. Suponen un trastorno para la actitud mental y para la movilización con vistas al punto álgido, y también para la regularidad en la planificación del entrenamiento. Suelen ir asociadas a cargas añadidas de tipo organizativo. En la preparación inmediata de la competición se debería renunciar a este tipo de pruebas.”
Finalmente, para conducir al deportista al éxito en la competición, y en consecuencia para estimularle y motivarle con vistas la reanudación del entrenamiento, se debería tener en cuenta algunos principios básicos (cf. Harre, 1976, 266 s.):
•Transmitir una actitud de competición positiva.
•Elaborar tempranamente un esquema táctico, que incluya puntos fuertes y débiles tanto propios como del contrario.
•Crear situaciones en el entrenamiento que preparen al deportista para las particularidades de la competición inminente.
•Comentar a su debido tiempo las características de las instalaciones donde se va a celebrar la competición.
•Prepararse a largo plazo para las posibles condiciones metereológicas inhabituales, entrenándose también con clima desfavorable (temperaturas exteriores extremas, humedad, viento de espalda o de frente, etc.).
•Informar sobre las normas de competición vigentes, teniendo en cuenta las posibilidades de interpretación subjetiva por parte de árbitros y jueces.
•Prepararse para la competición no sólo en el plano físico, sino también en el psíquico.
La inmersión del deportista en la competición tiene que enfocarse desde el punto de vista no sólo físico, sino también psíquico.
Se puede distinguir entre una preparación psíquica a largo plazo y otra inmediata, a corto plazo. Con la primera se desarrollan y estabilizan actitudes relevantes para el rendimiento y cualidades psíquicas propias del entrenamiento y de la competición.
La preparación a corto plazo sirve para crear una disposición óptima, esto es, un estado óptimo previo al arranque de la competición.
Por estado previo al inicio de la competición entendemos el estado psíquico global del deportista inmediatamente antes de la competición (Thiess/Schnabel/Baumann, 1980, 254).
Podemos diferenciar, según Puni (1961, 166 s.), tres formas del estado previo al inicio de la competición, con diferentes tipos de reacciones fisiológicas y psíquicas del deportista: los estados de disposición para competir, de miedo y de apatía. La tabla 7 nos ofrece un resumen.
Tabla 7. Descripción de las tres variantes principales del estado previo al arranque de la competición (Colectivo de autores, 1982, 116, según Puni, 1961, 166 s.)
Como se puede ver en la figura 27, el estado previo óptimo se produce con una relación óptima entre las dos hormonas del estrés: la noradrenalina, que suele expresar la tensión física, y la adrenalina, que suele reflejar el estrés psíquico.
Para evitar una relación desfavorable de las hormonas del estrés en el sentido anteriormente descrito, intentaremos obtener en el entrenamiento relaciones hormonales comparables, similares a las de la competición. Sólo así mantendremos en la competición la calidad de los movimientos aprendidos y automatizados en el entrenamiento, sin acumular errores técnico-tácticos debidos a “condiciones hormonales” inhabituales (cf. también Zimmermann/Schänzer/Donike, 1983, 277; Zimmermann/Donike/Schänzer, 1985, 377; Papageorgiou/Lein, 1993, 88). Unas herramientas metodológicas adecuadas pueden influir decisivamente sobre el miedo y la apatía. Como posibilidades mencionaremos un calentamiento adecuado a cada una de las dos categorías (tanto el exceso como la falta de motivación) y la adopción de una actitud positiva frente a la competición.
Para el rendimiento de competición se considera óptima una relación noradrenalina-adrenalina entre 6:1 y 3:1; para el rendimiento de entrenamiento se consideran idóneos los valores entre 4:1 y 7:1. Una relación inferior a 2:1 conlleva el fracaso en la competición, pues la tensión interna es demasiado elevada (cf. Jonath, 1987, 138).
Ejemplo de un calentamiento correcto, que sirva para regular la situación psíquica: Si el deportista se encuentra demasiado excitado, sus niveles de adrenalina aumentan como expresión de una activación psíquica excesiva, y por ello el cociente noradrenalina-adrenalina queda por debajo de lo que sería deseable. Para optimizar este cociente se recomienda una carrera de calentamiento prolongada y tranquila, que incrementa el nivel de noradrenalina como expresión de un estrés físico y eleva dicho cociente hasta valores adecuados para la competición (entre 6:1 y 3:1).
Figura 27. El cociente noradrenalina– adrenalina para determinar el nivel de activación psíquica de los deportistas en las competiciones (de Zimmermann, 1987).
Por el contrario, si el deportista se encuentra “apático”, el procedimiento correcto para conseguir un cociente de competición favorable será un calentamiento “estimulante”, intenso y breve, que aporte una mayor agresividad.
La medida correcta en cada caso se averiguará mediante el diagnóstico del rendimiento, esto es, con los correspondientes análisis hormonales, aunque con algo de experiencia el atleta la podrá evaluar por sí mismo, de forma subjetiva y aproximada.
La actitud positiva ante la competición requiere un influjo educativo sobre el deportista, a largo plazo y selectivo, y se refiere sobre todo a:
•La educación del atleta para conseguir un nivel de autonomía.
•El planteamiento de factores de motivación.
•La convicción del deportista de hallarse en un buen estado de preparación y de ser capaz de resistir ante cualquier contrario.
•La capacidad del deportista para valorarse correctamente a sí mismo y al contrario, sin caer en la arrogancia ni en el miedo excesivo (cf. Colectivo de autores, 1982, 116).
Antes de empezar la competición hemos de delimitar un tiempo suficiente para preparar el inicio de la misma. El trabajo de calentamiento de los deportistas con miedo intenso, como ya hemos mencionado, se ha de efectuar de forma más tranquila que el del “atleta normal” y el de los deportistas apáticos, de forma más intensa (cf. también Martens y cols., 1990).
Existe un estado de excitación óptimo para cada deportista. Dicho estado se ha de buscar de forma individual, dependiendo de la estructura de la personalidad (seguro/inseguro de sí mismo; muy motivado/apático; seguro de la victoria/temeroso, etc.).
La evaluación de la competición
Todo resultado de una competición se debe evaluar entre 1 y 2 días después de ésta, esto es, con una cierta distancia y de la forma menos emocional posible.
Importante: todo análisis de una competición –con independencia del éxito obtenidotiene que llevar a una actitud óptima ante el entrenamiento.
Los buenos resultados en competición confirman al deportista la validez del entrenamiento efectuado y le motivan para continuar el camino recorrido con éxito.
Los malos resultados piden un análisis minucioso de sus causas.
Sólo quien reconoce sus errores y aprende de ellos consigue, sacando las conclusiones correspondientes, mejorar la capacidad de rendimiento deportivo personal.
En el proceso de entrenamiento a largo plazo se debe capacitar gradualmente al deportista para el análisis autónomo de su rendimiento en competición y para sacar de dicho análisis las conclusiones necesarias.