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3 Principios del entrenamiento deportivo

Por su gran importancia, describiremos a continuación con todo detalle los principios metodológicos de planificación, organización y configuración del entrenamiento deportivo.

Fundamentos generales referidos a los principios del entrenamiento deportivo

En el proceso del entrenamiento actúa un gran abanico de regularidades de todo tipo, como por ejemplo biológicas, pedagógicas o psicológicas. El conocimiento detallado de estas regularidades es fundamental para que la configuración del entrenamiento sea eficaz. Los principios del entrenamiento deportivo sirven para optimizar la capacidad de acción de deportistas y entrenadores. No obstante, y dadas sus múltiples interrelaciones, no conviene estudiarlos de forma aislada sino en su complejidad, y su aprendizaje y aplicación deben tener lugar dentro de un contexto global.

Los principios se refieren a todos los ámbitos y tareas del entrenamiento; determinan el contenido, los métodos y la organización. Son sugerencias vinculantes para la acción del deportista y del entrenador, y tienen que ver con la aplicación compleja y consciente de las regularidades en el proceso de entrenamiento (cf. Harre, 1979, 92).

En la literatura especializada de la metodología del entrenamiento se mencionan, dependiendo del autor (cf. Harre, 1979, 92; Letzelter, 1978, 41; Martin, 1979, 45; Grosser y cols., 1986, 34; Starischka, 1988, 47 ss.; Schnabel/Müller, 1988, 98; Müller, 1988, 103; Krüger, 1988, 109; Sass, 1988, 115; Weineck, 1990, 20, etc.), diferentes principios del entrenamiento deportivo y se articulan en diferentes propuestas de sistematización. Aún habremos de esperar para tener una clarificación definitiva desde la ciencia del entrenamiento, pues el examen y la validación empírica de los diferentes principios sólo se han producido hasta la fecha de forma parcial (cf. Schnabel/Müller, 1988, 98).


Figura 4. Representación esquemática simplificada de la relación principio – regla en el sistema referencial del entrenamiento deportivo (de Schnabel/Müller, 1988, 99).

Hasta la fecha se distingue entre principios generales y específicos. Por su parte, Schnabel/Müller (1988, 98) pretenden distinguir los “principios en el entrenamiento deportivo” frente a los “principios del entrenamiento deportivo”.

El ámbito de validez de los principios generales del entrenamiento deportivo incluye, según Schnabel/Müller (1988, 97), la mayoría de las modalidades, todos los ámbitos del entrenamiento y las etapas de la consolidación del rendimiento a largo plazo.

Los principios específicos se refieren a aspectos aislados del entrenamiento, como por ejemplo el entrenamiento técnico-coordinativo, o bien a grupos humanos específicos, en casos como el deporte de rehabilitación, de masas o escolar (cf. también Krüger, 1988, 109; Sass, 1988, 113).

Hablaremos de “principios en el entrenamiento deportivo” al tratar de aquellos que desbordan el ámbito objetivo del entrenamiento deportivo, aunque se interpreten de forma específica.

Hablaremos de “principios del entrenamiento deportivo” cuando se trate de principios que posean validez exclusivamente en el ámbito del entrenamiento deportivo (Schnabel/Müller, 1988, 98).

Como muestra la figura 4, los principios de entrenamiento se diferencian de las reglas de entrenamiento en que los primeros tienen un mayor grado de generalidad, y su concreción tiene lugar a través de las segundas.

“Las reglas sirven para la interpretación de un principio e ilustran la aplicación de éste en determinados ámbitos, contenidos y manifestaciones del proceso de entrenamiento deportivo” (Schnabel/Müller, 1988, 99).

La extensa nómina de principios aislados –que oscila de unos autores a otros en una medida considerable– se puede subdividir en cuatro grupos principales, concretamente:

•principios de la carga

•principios de la organización cíclica

•principios de especialización y

•principios de proporcionalización

(ver a este respecto: Grosser y cols., 1986, 34; Schnabel/Müller, 1988, 110; Müller, 1988, 103.)

La figura 5 nos ofrece una visión general de los principios de carga del entrenamiento deportivo.

I.Principios de la carga para producir efectos de adaptación

Principio del estímulo eficaz para el entrenamiento

El principio del estímulo eficaz para el entrenamiento expresa la necesidad de que el tiempo de carga supere un umbral determinado, lo cual permite el aumento del rendimiento. La cuantía necesaria del estímulo depende del estado de entrenamiento de cada deportista. Así, por ejemplo, en el entrenamiento de la fuerza de sujetos no entrenados, el estímulo tiene que superar una intensidad mínima de un 30 % de la fuerza máxima individual (isométrica) y de más del 70 % en el caso de sujetos muy entrenados (cf. Hollmann/Hettinger, 1980, 119).

Principio de la carga individualizada

Con el principio de la carga individualizada se busca que los estímulos de entrenamiento se correspondan con la capacidad de carga psicofísica, con la tolerancia individual y con las necesidades de cada deportista. Un estímulo de entrenamiento objetivamente igual puede suponer una exigencia escasa para un deportista y excesiva para otro (cf. fig. 52). Un método de entrenamiento resulta idóneo para uno, mientras que para otro supone una carga adicional.

Este principio toma en consideración asimismo la tipología muscular del deportista para el entrenamiento: las cargas de éste se adaptan y modifican en función de que la configuración muscular favorezca el esprint, el trabajo de resistencia o el de tipo mixto (cf. Tihany/Apor/Fekete, 1983, 49; Binz, 1984, 33/34; Szögy y cols., 1985, 18; Norpoth, 1988, 11; Weinek, 1992, 31/32; Charitonova, 1993, 7).

Principio de la carga creciente

El principio de la carga creciente (progresiva) se deduce de la relación proporcional entre la carga, la adaptación y el aumento del rendimiento (v. pág. 73). Según este principio, las exigencias planteadas al deportista tienen que aumentar de forma sistemática dependiendo de la preparación física, coordinativa, técnica, táctica, intelectual y de la fuerza de voluntad (cf. Thiess/Schnabel/Baumann, 1980, 34). Si las cargas de entrenamiento se mantienen constantes durante un período de tiempo prolongado, terminan perdiendo su eficacia para aumentar el rendimiento (se inclumple el principio del estímulo eficaz para el entrenamiento). Por tanto, las cargas constantes contribuyen sólo a mantener la capacidad de rendimiento, no a mejorarla. El aumento de la carga tiene que darse en los momentos correspondientes, teniendo en cuenta la edad cronológica (la edad en relación con la fecha de nacimiento), la edad biológica (edad según el grado en que se manifiesten los rasgos biológicos específicos de la edad), la edad de entrenamiento (período desde el inicio de un entrenamiento regular) y el nivel de la capacidad de rendimiento deportivo (cf. colectivo de autores, 1982, 61).


Figura 5. Principios generales de la carga del entrenamiento deportivo (modificado de Grosser y cols., 1986, 34).

Posibilidades de incremento de la carga

Aumento del volumen o la intensidad de la carga

Al mejorar la capacidad de rendimiento deportivo, las exigencias de carga tienen que plantearse con mayor amplitud e intensidad. El incremento del volumen suele preceder al de la intensidad (sobre todo en el ámbito juvenil).

Aumento de las exigencias planteadas a la coordinación motora

La capacidad de rendimiento coordinativo, general o específica, sólo se mejora añadiendo constantemente elementos de ejercicio difíciles, combinaciones de ejercicios más complicadas y mejorando la concentración en la preparación técnica y táctica de la modalidad.

Aumento del número o del nivel de exigencia de las competiciones

Las competiciones son la forma más específica de la carga, y sirven para agotar los potenciales funcionales (ámbito de la condición física) y para poner en práctica las destrezas y técnicas motoras adquiridas en el entrenamiento (ámbito de la coordinación). Un incremento adecuado de la competición mejora el estado de entrenamiento debido al desgaste total y complejo de las reservas de rendimiento psicofísicas (v. pág. 64).

Tipos de incremento de la carga

La manera correcta de incrementar la carga, en función de la edad de entrenamiento, el nivel de rendimiento, el tipo de desarrollo del rendimiento, etc., es un factor decisivo para la organización eficaz del entrenamiento. Distinguimos entre incremento de la carga progresivo, discontinuo y variado.

El incremento progresivo de la carga se aplica sobre todo en el ámbito juvenil. Los procesos de crecimiento implican la posibilidad de daños específicos si se produce un incremento forzado de la carga (v. pág. 339); por tanto, los estímulos de carga en las edades infantil y juvenil deberían aumentar de forma estrictamente progresiva y acorde con la edad. No obstante, también en el deporte de elite interesa un incremento de la carga progresivo, mientras las reservas de rendimiento se puedan agotar de esta manera. Como sucesión metodológica se recomienda empezar por un aumento de la frecuencia de entrenamiento (desde una o dos sesiones semanales hasta el entrenamiento diario) y seguir con un aumento del volumen y finalmente de la intensidad del entrenamiento (cf. Ehlenz/Grosser/Zimmermann, 1983, 123).

Incremento discontinuo de la carga

Si en el transcurso de un proceso de entrenamiento a largo plazo con incremento continuo de la carga se llega a una evolución insatisfactoria del rendimiento o incluso a la aparición de fenómenos de estagnación (v. pág. 531), recomendamos aplicar un incremento discontinuo de la carga. Dicho incremento necesita una buena base de rendimiento ya existente. El incremento discontinuo de la carga –ya sea por un aumento súbito del volumen o de la intensidad del entrenamiento– produce, incluso en deportistas entrenados, una nueva alteración de la homeostasis (v. pág. 73) que modifica el equilibrio psicofísico del deportista y obliga al organismo a poner en marcha procesos de adaptación.

Importante: después de estos “saltos de la carga”, el organismo necesita siempre un tiempo determinado para adaptarse al nuevo nivel de carga y estabilizarlo. Los síntomas asociados a este incremento de la carga pueden ser: inestabilidad del rendimiento, mayor predisposición a lesionarse y desajustes del equilibrio psíquico. La distancia temporal entre los sucesivos saltos de la carga tiene que establecerse de forma individual (cf. Colectivo de Autores, 1982, 62; Ehlenz/Grosser/Zimmermann, 1983, 124).

Principio de la sucesión correcta de las cargas

El principio de la sucesión correcta de las cargas interesa sobre todo en las sesiones de entrenamiento donde se trabajan varios componentes del rendimiento:

•Al principio de una sesión de entrenamiento se plantean ejercicios cuya eficacia exige un estado de reposo psicofísico y a continuación unas pausas de recuperación completa, como, por ejemplo, ejercicios de coordinación, velocidad, fuerza rápida o fuerza máxima. Aquí los ejercicios de coordinación y de velocidad se deben anteponer a los de fuerza.

•Vienen después ejercicios cuya eficacia se basa en una configuración incompleta de las pausas, como, por ejemplo, los de resistencia de la velocidad y de la fuerza.

•Para terminar se plantean ejercicios que sirven para trabajar la resistencia.

Principio de la carga variada

En un cierto nivel de rendimiento, el incremento variado de la carga es un requisito imprescindible para la posterior mejora del rendimiento. Como ocurría en el caso del incremento discontinuo de la carga, se intenta aquí provocar, mediante modalidades de carga desacostumbradas, nuevas alteraciones de la homeostasis, con los consiguientes procesos de adaptación en el organismo del deportista. La carga variada (que se puede configurar mediante cambio de la velocidad en la realización motora, mediante cargas suplementarias específicas, cambio de la distribución de la carga y las pausas, cambio de los métodos de entrenamiento, etc.) debería aplicarse sobre todo cuando el incremento continuo de la carga no produce ya mejoras de rendimiento, o cuando queremos mantener o garantizar la forma deportiva en un nivel alto, bien durante un período de tiempo prolongado bien con varios puntos máximos a lo largo de la temporada.

Principio de la alteración de la carga

El principio de la alteración de la carga interesa sobre todo en modalidades complejas, en las cuales cuentan varios factores físicos del rendimiento (p. ej., en decatlón). Para desarrollar de forma óptima y con la máxima economía las diferentes capacidades motoras relevantes para el rendimiento, necesitamos conocer en profundidad el heterocronismo de la recuperación después de la carga (v. Volkov, 1976, 462; Martin, 1977, 60; Keul, 1978, 236). Con este concepto damos a entender que las diferentes formas de carga (entrenamiento de fuerza, resistencia, coordinación, etc.) someten al organismo a desgastes de diferente tipo, y que la cuantía o la duración de la regeneración varían en función del tipo de carga. Así, por ejemplo, un entrenamiento de resistencia voluminoso desgasta principalmente las reservas energéticas del músculo; después de un estímulo de entrenamiento de este tipo se necesita un tiempo determinado para la repleción de estos depósitos, esto es, para recuperar la capacidad de rendimiento inicial. No obstante, si entre tanto se elige una forma de carga que haga trabajar otra estructura funcional, como, por ejemplo, un entrenamiento de fuerza (que activa sobre todo el metabolismo proteico para el aumento de masa muscular), el organismo tendrá más capacidad de carga que si se repitiera un estímulo de entrenamiento del mismo tipo. Así pues, el cambio correcto o la sucesión correcta entre cargas de diferente objetivo permiten obtener un mayor volumen y una mayor intensidad en el entrenamiento.

Principio de la relación óptima entre carga y recuperación

El proceso de desarrollo de los fenómenos de adaptación originados por el entrenamiento discurre en fases. Distinguimos la fase de carga y la fase de recuperación, incluida la supercompensación.

Como se puede ver en la figura 6, después de una carga se produce una merma transitoria de la capacidad de rendimiento deportivo (caída del potencial energético), seguida de un nuevo ascenso (en la fase de recuperación) por encima del nivel de partida. Esta situación de mayor capacidad de rendimiento energético se conoce como supercompensación.

Supercompensación significa “regeneración con exceso”.

Importante: el concepto de “supercompensación” se utiliza actualmente de muchas maneras, en contextos que no se corresponden con su sentido originario: aumento, condicionado por el entrenamiento, del potencial energético en forma de recarga –debido al incremento de la glucosa intracelular (glucógeno)– de las reservas energéticas musculares y hepáticas (v. pág. 83). En la práctica deportiva se ha generalizado el uso de este concepto asociado a las mejoras neuromusculares, por ejemplo, al hablar de la optimización de los procesos de regulación nerviosa en el entrenamiento de velocidad o al hablar de la adquisición de capacidad de estiramiento en el entrenamiento de movilidad. Desde el punto de vista de la fisiología muscular este uso resulta incorrecto y provoca confusión, razón por la cual lo evitaremos de aquí en adelante.

El concepto “supercompensación” sólo se debería utilizar para describir los cambios, condicionados por el entrenamiento, que afectan al metabolismo energético; se trata, sobre todo, del nivel de fosfatos ricos en energía (en particular del creatinfosfato, v. pág. 81) y de las reservas de glucosa.


Figura 6. Fases de la modificación de la capacidad de rendimiento después de un estímulo de carga:

1 = Fase de caída de la capacidad de rendimiento después de un estímulo de carga.

2 = Fase de nuevo ascenso de la capacidad de rendimiento deportivo.

3 = Fase de supercompensación, esto es, de mayor capacidad de rendimiento deportivo.


Figura 7. Mejora de la capacidad de rendimiento deportivo a través de estímulos de entrenamiento aplicados de forma óptima.

Si no se efectúan cargas de entrenamiento nuevas, se volverá progresivamente al nivel de partida.

Si se aplican nuevos estímulos de entrenamiento en la sucesión óptima, la capacidad de rendimiento deportivo aumenta de forma continua (v. fig. 7).

Si los estímulos de entrenamiento se aplican en la fase de la recuperación incompleta, se produce el efecto retardado sumativo (cf. Matveiev, 1972, 87). Este mecanismo de causas-efectos consiste en intervalos breves entre los distintos estímulos (repeticiones) de entrenamiento, por ejemplo, un entrenamiento de intervalos en el ámbito de la resistencia (5 series de 10 repeticiones cada una), permitiendo en la pausa entre las series una recuperación sólo incompleta; ello origina un mayor agotamiento del potencial energético, seguido de una supercompensación más marcada. No obstante, con intervalos más largos, esto es, con este tipo de entrenamiento en serie forzado, en varias sesiones de entrenamiento sucesivas, puede provocarse un “sobreentrenamiento” (v. también pág. 588), esto es, una caída de la capacidad de rendimiento deportivo (figs. 8 y 9).


Figura 8. Efecto retardado sumativo.


Figura 9. Pérdida de la capacidad de rendimiento deportivo debido a cargas en sucesión demasiado rápida.

Como resumen, podemos decir que la carga y la recuperación van siempre unidas a una posterior mejora de la capacidad de rendimiento. Los síntomas de fatiga repetidos, producidos por la carga, elevan el potencial de rendimiento en la fase de recuperación y son requisito necesario para el ascenso del rendimiento.

La carga y la recuperación tienen que planificarse como si formasen una unidad.

Los errores se pueden deber a la configuración inadecuada de la carga y también al descuido de los procesos de recuperación.

Las distintas necesidades de tiempo planteadas por los procesos de recuperación constituyen una magnitud esencial de limitación de la carga de entrenamiento (cf. Starischka, 1988, 52).

Como muestran claramente las figuras 10 y 11, los diferentes sistemas parciales, esto es, las diferentes estructuras biológicas, pueden necesitar tiempos de recuperación diferentes y experimentar secuencias de recuperación distintas.

El tiempo de recuperación se puede abreviar mediante medidas auxiliares del entrenamiento, como, por ejemplo, carrera de relajación, baño de descanso, masaje, gimnasia de estiramiento y relajación y nutrición correctas (compensación del déficit en las reservas de agua y electrólitos y en las reservas celulares de hidratos de carbono, etc.).


Figura 10. Los diferentes tiempos de regeneración de los sistemas biológicos.


Figura 11. El grado de adaptación después de estímulos de entrenamiento eficaces y repetidos en sistemas funcionales con diferentes velocidades de adaptación:

1 = sistema de adaptación rápida (p. ej., músculos);

2 = sistema de adaptación moderadamente rápida (p. ej., consumo máximo de oxígeno);

3 = sistema de adaptación lenta (p. ej., alteraciones cutáneas y de cuerpos de protección).

II.Principios de la organización cíclica para garantizar la adaptación

Los principios de la organización cíclica incluyen el principio de la carga continua, el principio de la carga periódica y el principio de la regeneración periódica.

Principio de la carga continua

Las cargas continuas –en el sentido de una serie regular de entrenamientos– producen un incremento continuo de la capacidad de rendimiento deportivo, hasta alcanzar el límite del rendimiento individual, determinado genéticamente. No obstante, si se interrumpe la continuidad del entrenamiento (lesiones, entrenamiento irregular, intervalos de descanso excesivos entre las diferentes sesiones, etc.), se producirá una pérdida de la capacidad de rendimiento. La velocidad de la caída del rendimiento se corresponde con la del ascenso: las tasas de crecimiento adquiridas con rapidez retroceden rápidamente y las adquiridas más lentamente se pierden de forma lenta (v. pág. 237).

Principio de la periodización de la carga

La carga no se puede mantener durante todo el año en la zona límite de la capacidad individual, esto es, el deportista no puede estar mucho tiempo en plena forma. Por este motivo la alternancia entre carga y descarga, entre aumento del volumen y descenso de la intensidad, etc., tiene que someterse a un ciclo periódico.

De esta forma se consigue la forma óptima en el momento idóneo (la competición importante), sin por ello abdicar del principio de la carga continua. La experiencia práctica nos aconseja dividir el proceso del entrenamiento en pretemporada, período de competición y período de transición. Una alternancia de este tipo permite evitar el “sobreentrenamiento” del deportista y alcanzar cotas máximas de rendimiento que serían imposibles con una carga elevada y continua.

Principio de la regeneración periódica

El principio de la regeneración periódica tiene una gran importancia, sobre todo en el ámbito de alto rendimiento.

Si los deportistas han alcanzado un nivel internacional después de 8-12 años de entrenamiento, dicho nivel tiene que estabilizarse con unas cargas de entrenamiento y de competición extremadamente duras. Después de 2-6 años en esta situación, aun efectuando cargas de entrenamiento elevadas, el nivel de rendimiento se estanca e incluso puede sufrir pérdidas (cf. Grosser y cols., 1986, 45).

Un procedimiento adoptado por muchos atletas de elite para superar la fase de estancamiento descrita consiste en introducir un período largo de regeneración, en forma de descanso de la competición de entre 6 y 12 meses.

Durante este descanso, con la ayuda de un entrenamiento mucho menos intenso y de las correspondientes medidas de regeneración, se consigue una “recarga” de las reservas psicofísicas. A partir de aquí los atletas vuelven a alcanzar rendimientos máximos absolutos, superiores incluso a los conseguidos anteriormente (cf. Grosser y cols., 1986, 46).

III.Principios de especialización para hacer específico el entrenamiento

En muchas modalidades resulta imposible conseguir rendimientos máximos individuales sin una especialización selectiva y planteada en el momento oportuno. Los principios de la carga selectiva y adecuada a la edad intentan reflejar estas exigencias de la práctica deportiva.

Principio de la adecuación a la edad

La edad biológica desempeña un papel decisivo para las capacidades de rendimiento y de carga del deportista en las etapas infantil y juvenil. Muchos “talentos” y campeones en las edades infantil y juvenil superaron los promedios de rendimiento de sus compañeros de edad sólo por adelantarse a ellos algunos años en cuanto a la edad biológica. Como se puede ver con más detalle en la página 198, en el ámbito del alto rendimiento, sobre la base de una selección adecuada, podemos encontrar diferencias de edad biológica de hasta cinco y más años. Los niños y jóvenes acelerados presentan mayores capacidades de rendimiento y de carga frente a los estímulos de entrenamiento; el trabajo y la carga deberán, pues, plantearse en función de estas circunstancias.

Para agotar en el momento oportuno el potencial de rendimiento existente, las cargas de entrenamiento tienen que establecerse según la edad biológica y no según la edad cronológica del joven deportista.

El principio de la adecuación a la edad incluye además el aprovechamiento de las “fases sensibles” antes mencionadas (v. pág. 18). Los retrasos son casi imposibles de compensar, sobre todo en las modalidades exigentes en los planos técnico y coordinativo, como, por ejemplo, el patinaje artístico sobre hielo o la gimnasia de aparatos. Los esquiadores de nivel mundial han practicado sin excepción su deporte desde la edad infantil; los recién llegados con éxito proceden, en el mejor de los casos, de modalidades deportivas con un perfil similar de exigencias y de rendimiento.

Principio de la especialización de la carga

El principio de la especialización de la carga (Grosser y cols., [1986, 43] hablan también del principio de preeminencia y coordinación selectiva, y Müller [1988, 105], del principio de determinación del entrenamiento deportivo) subraya el hecho de que cada modalidad presenta un perfil característico de exigencias en los ámbitos coordinativo y de condición física.

Para prepararse a largo plazo con vistas a un rendimiento de elite en una modalidad determinada, todos los objetivos, métodos, contenidos, herramientas y estructuras del entrenamiento deportivo, en todas las etapas de la consolidación del rendimiento, se deberán orientar hacia las exigencias de la futura estructura de rendimiento en la modalidad o disciplina en cuestión. Para ello se deben tener en cuenta los aspectos fundamentales del objetivo en relación con el complejo de características, capacidades y destrezas que se deduce de la estructura de rendimiento previsible; asimismo, se deben aprovechar las especificidades ontogenéticas (cf. Müller, 1988, 105).

La estructura de rendimiento determina la estructura del entrenamiento, en interacción con otros factores (p. ej. las regularidades del desarrollo de la forma deportiva, regularidades propias de las diferentes edades, etc.) (cf. Müller, 1988, 105; Bartonietz, 1992, 13).

En el transcurso del proceso de entrenamiento a largo plazo, la configuración del trabajo necesita, pues, una concentración creciente de tiempo y fuerzas sobre el objeto de ejercicio deportivo elegido, esto es, sobre la modalidad en cuestión. Se trata de un proceso de estrechamiento creciente, que deberá concentrarse cada vez más sobre lo que se debe aprender, mejorar y optimizar (cf. Joch, 1992, 72).

Sin embargo, pese a todas las necesidades de especialización, no se debería descuidar la adquisición de otras capacidades que sirven de complemento y de apoyo para las capacidades y destrezas principales (cf. Grosser y cols., 1986, 43).

La especialización de la carga según el objetivo se refleja también en una elección cada vez más específica de los métodos y contenidos de entrenamiento utilizados. En un primer momento tienen prioridad los ejercicios generales preparatorios, que no coinciden con el ejercicio de competición ni por sus características estructurales motoras ni por el trabajo específico planteado. Al final predominan ejercicios específicos complejos, que se asemejan a los de competición en cuanto a estructura y efecto de la carga, y plantean exigencias mayores o más detalladas (cf. Bauersfeld/Schröter, 1979, 41; cf. figs. 12 y 242).


Figura 12. Representación esquemática de ejercicios en el proceso de entrenamiento a largo plazo (de Bauersfeld/Schröter, 1979, 41).

La especialización progresiva según el objetivo en el proceso de entrenamiento a largo plazo se refleja en una coincidencia creciente de los ejercicios con las estructuras motora y de carga de la modalidad en cuestión.

IV.Principios de proporcionalización

Este grupo de principios jerárquicamente superiores reviste una gran importancia para el proceso de entrenamiento a largo plazo y para la configuración del trabajo en el ciclo anual. Con ellos describimos, por una parte, la relación entre preparación general y específica, y por otra parte, la interrelación de los distintos componentes de un rendimiento deportivo complejo. Una estimación errónea en una u otra dirección supone un obstáculo para la consolidación óptima del rendimiento.

Principio de la relación óptima entre preparación general y específica

Los componentes de preparación general y de la específica cambian en función del estado de entrenamiento que se vaya creando, en el sentido de una especialización creciente (cf. Starischka, 1988, 60). El deportista de elite absoluto mantiene aún en su repertorio ejercicios de preparación general; no obstante, predominan claramente los contenidos de la preparación específica.

La interacción entre lo general y lo específico es, según Hahn (1982, 64/65), un proceso dinámico en el cual no se puede buscar una relación porcentual estática determinada. La figura 13 intenta ilustrar, con el ejemplo del “cubo del desarrollo en el tenis”, el cambio de los contenidos en el proceso de entrenamiento a largo plazo.

En el entrenamiento de principiantes, los contenidos de la preparación general se ocupan de consolidar la capacidades elementales de condición física y de coordinación. Como criterio de validez general admitimos que:

Lo general tiene que anteceder siempre a lo específico.

Sin embargo, lo general se ha de escoger siempre con vistas a las exigencias específicas de la disciplina de competición. Los contenidos del entrenamiento general, por imprescindibles que sean, contribuyen a mejorar la capacidad de rendimiento específico y se deben elegir, por tanto, sin perder de vista el objetivo específico (cf. Joch, 1992, 72).


Figura 13. El “cubo del desarrollo en el tenis” (modificado de Schönborn, 1984, 216).

Principio de la relación óptima en el desarrollo de los componentes del rendimiento

Grosser y cols. (1986, 41) formulan este principio como “principio de la alteración reguladora”.

El contenido de este principio tiene que ver con la dependencia y mutua relación entre los entrenamientos físico, técnico, cognitivo-táctico (cf. también pág. 537) y otros factores. Para el proceso de organización del entrenamiento este principio plantea la exigencia más difícil y la menos estudiada científicamente.

La importancia de la correcta relación entre condición física y coordinación queda clara al observar que ciertos atletas “son incapaces de correr, debido a su gran fuerza (aumento de la fuerza sin el desarrollo correspondiente de la velocidad), en los que la fuerza está sobreestructurada.

En muchas modalidades en las que se da un equilibrio entre capacidades físicas y coordinativas, como la gimnasia de aparatos o los grandes juegos deportivos, las primeras suelen estar sobrevaloradas y las segundas infravaloradas. La formulación de Grosser y cols. (1986, 43) resulta acertada en este contexto:

“Cuanto antes se dominen las secuencias coordinativas y técnicas, tanto más económico y específico de la modalidad será el posterior entrenamiento de los componentes físicos, que además suele efectuarse con el movimiento técnicamente correcto. Este planteamiento favorece en todo momento el desarrollo de la condición física y la técnica”.

Pero no sólo hay que tener en cuenta la relación “condición física-coordinación”. En muchas modalidades deportivas el desarrollo de la capacidad de rendimiento deportivo es problemático si en ellas confluyen varias capacidades físicas, como ocurre, por ejemplo, en el decatlón o en los grandes juegos deportivos.

La fuerza y la resistencia, o la resistencia y la velocidad, son diametralmente opuestas en sus grados máximos de consolidación. Un nivel demasiado alto en resistencia supone siempre una pérdida en fuerza máxima/fuerza rápida y en velocidad, pues modifica la distribución de los tipos de fibras musculares del individuo (v. pág. 76). Las capacidades excluyentes sólo se desarrollan en relación mutua óptima si se adopta una fórmula de compromiso. Así pues, en la mayoría de las modalidades interesa el desarrollo de una resistencia básica suficiente, y no su consolidación extrema, pues ello redundaría en merma de los otros componentes de la capacidad de rendimiento deportivo complejo.

El principio de la relación óptima en el desarrollo de los componentes del rendimiento se puede formular de la manera siguiente, siguiendo a Grosser y cols. (1986, 43):

•Todos los componentes que se intenta modificar (capacidades físicas, coordinativas, volitivas, psíquicas, tácticas, etc.) se condicionan unos a otros.

•Una modificación física (aumento o pérdida) influye de forma cuantitativa, y a veces también cualitativa, sobre las secuencias motoras y, por lo tanto, sobre la técnica propia de la modalidad. La técnica se debe adaptar en un tiempo determinado a las nuevas condiciones físicas.

•La anticipación del entrenamiento de condición física suele incidir negativamente sobre el posterior entrenamiento de la técnica. Por ello el trabajo de la técnica tiene que realizarse con anterioridad al trabajo físico o en paralelo a éste (v. también pág. 28).

•Todos los ejercicios propios de la modalidad (próximos a la técnica) tienen que adecuarse o aproximarse a la estructura básica cinemática y dinámica del ejercicio de competición, teniendo en cuenta las particularidades bioquímicas-funcionales, anatomo-morfológicas y fisiológicas.



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