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2. Obra

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Trogo desarrolló su actividad literaria en dos vertientes: histórica y científica. Conservamos el título de su obra científica De animalibus, «Sobre los animales», que debía ser bien conocida, según testimonio del gramático Carisio (s. IV ) 32 , por el que también sabemos que tenía al menos 10 libros. De ella quedan algunos vestigios en Plinio 33 , el cual lo cita expresamente como una de las fuentes por él consultadas. De la comparación de éstos con la obra de Aristóteles Perì tà zôa historíai, «Investigaciones sobre los animales», se puede concluir que debía tratarse de una compilación, sin originalidad, como en general lo era la literatura científica latina. En contra de lo que se ha pensado en algún momento 34 , no parece que nuestro autor escribiera también un tratado sobre botánica. Su obra importante son las Historias Filípicas, que, como más adelante veremos, probablemente empezó a dejar de circular ya en el s. v d. C., acabando por perderse, si bien puede conocerse por el resumen de Justino, del que ya hemos hablado, por los llamados Prólogos, por las citas de Prisciano 35 y Servio (Daniel) 36 y los pasajes de Servio y Jordanes 37 , y por otros autores, de todo lo cual hablaremos más adelante.

Las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo.– No se sabe con certeza cuál era el título de la obra de Trogo. En una sola familia de manuscritos y en los Prólogos se conserva el de Liber historiarum Philippicarum et totius mundi origines et terrae situs, «Libro de las Historias Filípicas y orígenes de todo el mundo y descripción de la tierra». Según Santi Amantini 38 , este título no responde al contenido de la obra, que en su opinión debería llamarse Historiarum Philippicarum libri XLIV, «Cuarenta y cuatro libros de las Historias Filípicas», haciendo referencia a la materia más extensamente tratada: el imperio macedónico y las dinastías a que dio origen. Por su parte, O. Seel 39 , recordando las palabras que se encuentran al comienzo del prefacio, donde se dice Trogus Pompeius Graecas et totius orbis historias composuit, «Trogo Pompeyo escribió Historias griegas y de todo el orbe terrestre», y aludiendo a la costumbre de los antiguos de citar los libros por las palabras que se veían al comienzo del rollo de papiro, dice que el título podría ser Historiae Philippicae siue Graecae et totius orbis historiae, que sí se ajusta, según él, al contenido de la obra. El título Historias Filípicas se encuentra ya con anterioridad cinco veces en la historiografía griega, donde la ruina de la independencia y libertad de Grecia era presentada como consecuencia de la perfidia de Filipo y donde por tanto podía tener sentido. En opinión de A. Momigliano 40 Trogo debió de tomar el título de la historiografía griega, y más exactamente de una fuente helenística. Schanz-Hosius 41 , que se mueven en esta línea, pensaban que la fuente para el título había que buscarla en Timágenes, un griego llegado a Roma como prisionero de Gabinio en el 55 a. C. y que, después, rescatado por Fausto Sila, abrió en Roma una escuela de retórica. S. Mazzarino, como antes A. Klotz y O. Seel 42 , piensa que debió de tomarlo de Teopompo, historiador del s. IV a. C., del que sólo nos quedan fragmentos, el cual escribió una obra titulada Philippiká en 58 libros, que trataba de la época de Filipo desde su llegada al poder en el 359 a. C. hasta su muerte en el 336 a. C. Pero las empresas de Filipo, que inauguraba una nueva época, eran sólo el marco de una historia universal contemporánea con capítulos dedicados a persas, griegos y sicilianos, por lo que se ha pensado como probable que con el título Trogo tomara también de él el esquema de su obra y tal vez el núcleo principal de la misma. La historia de Trogo debió causar asombro a sus contemporáneos, no sólo por su contenido –una historia universal en la que Roma no era el centro, sobre todo cuando acababa de aparecer la historia romanocéntrica de Livio–, sino también por el título. El adjetivo filípico, aplicado a la historia de Trogo, según O. Seel 43 , podía traer a la memoria del lector contemporáneo recuerdos todavía no muy lejanos como las Filípicas de Cicerón, violentísimos ataques radactados entre el 43 y el 42 a. C. para levantar los ánimos de los romanos contra los proyectos de Marco Antonio de suceder a César, o la batalla de Filipos (42 a. C.), en la que cayeron los asesinos de César, perdiéndose con ellos la esperanza de salvar la república.

Según Momigliano, no había razón para que un romano escogiera para su historia semejante título. Pero entonces cabe preguntarse con Jal 44 , ¿por qué este título para una obra que comienza con Nino y termina con Augusto? Para un sector de la crítica la razón estaría en el antirromanismo de Trogo, cuyos sentimientos no filorromanos se manifiestan con frecuencia en su narración y de los que tal vez el ejemplo más significativo sea el de la cuestión pártica, en el que se ha querido ver la hostilidad de Trogo hacia los romanos y su simpatía hacia los partos. Para ellos, el Trogo historiador, como el Trogo científico, es un compilador de su modelo griego Timágenes, uno de los «griegos más superficiales, que promueven la gloria de los partos incluso en contra del pueblo romano», a los que atacaba Livio 45 . Aun aceptando la autonomía de nuestro autor respecto de su, o sus fuentes, no puede olvidarse, según estos investigadores, que Trogo eligió unos argumentos determinados y los desarrolló conforme a esquemas historiográficos e ideológicos no filorromanos. Puede argüirse que la rivalidad de los partos, con quienes Roma compartía el poder, era evidente para todo el mundo, pues los romanos habían tenido que esperar treinta y dos años, tras el desastre de Carras, para poder recuperar sus enseñas y los soldados romanos que habían caído prisioneros. Y era evidente también, como dice Th. Liebmann 46 , para otros autores, como Estrabón, Veleyo Patérculo, Plinio el Viejo, Tácito o Dión Casio, que sin embargo no fueron tachados de enemigos de Roma por su realismo. Por otra parte, junto a los pasajes en que se presenta elogiosamente la prosperidad de los partos como consecuencia de su uirtus, encontramos un retrato sombrío de este pueblo, cuando se habla de sus costumbres 47 . Seel insiste en que la alusión a la fortuna del pueblo romano es del ambiente de César y que Trogo habría elogiado el poder de los partos para que resultara más evidente la exaltación de Roma 48 y de Augusto, quien con sólo la grandeza de su nombre consiguió lo que sus enemigos habían alcanzado con el poder de las armas 49 : el tema del último libro de las Historias Filípicas es la historia de la Península Ibérica y el final de este último libro y de la obra es su pacificación por Augusto. Piensa Seel que sólo la autoridad de su modelo Teopompo, que debió de influir no sólo en el título de la obra de Trogo, sino también en lo que se refiere a su técnica narrativa, podría justificar la elección del título, cosa relativamente frecuente en la antigüedad, como sucede, por ejemplo, con las Filípicas de Cicerón, cuyo título, que nada tenía que ver con el contenido de sus diatribas, había sido tomado de Demóstenes. No habría, pues, que recurrir a posturas ideológicas partidistas, sin descartar que Trogo pudo prever las evocaciones que este título iba a despertar en el lector contemporáneo y a las que antes nos referíamos. Para E. Malaspina 50 , que no rechaza cierta intencionalidad en Trogo, el título tiene un valor paradigmático, ejemplo del resurgimiento, afirmación y decadencia de la uirtus y, como consecuencia, del imperio. En opinión de Jal 51 ni los Prólogos ni el Epítome revelan huellas de una polémica antiantoniana en esta época. La obra, según él, y como él un importante sector de la crítica, da pruebas de una total adhesión a la causa romana, representada por Augusto. Pero, como se pregunta Jal, ¿podría haber sido de otra forma? Resulta, además, difícil pensar que un historiador cuyo padre había desempeñado importantes funciones bajo César estuviera enfrentado a la política romana, que no era otra que la de Augusto, el hijo adoptivo de éste. Es muy probable que Trogo no tuviera unas miras políticas; en ese caso su obra sería inocua, aunque no estuviera alineada con la ideología oficial, y sus posiciones no incondicionalmente prorromanas en la cuestión pártica, lo que ocurría con los demás historiadores romanos, podrían explicarse por su condición de galo, que le permitía una visión objetiva e independiente de la historia de Roma. Es un historiador, según M. G. Angeli Bertinelli y M. Giacchero, de espíritu republicano y concepciones democráticas, enraizado en la cultura e ideología de su tiempo, ni detractor ni halagador de Roma, cuyo destino sitúa en la historia universal 52 .

Datación de la obra de Trogo. – No disponemos de ningún testimonio externo que nos permita establecer con seguridad la fecha de composición de esta obra. Radulfo de Diceto afirma que las Historias Filípicas llegan hasta el año 30 a. C. Por su parte, Mateo de Westminster 53 piensa que Pompeyo Trogo terminó su obra en el año 9 de nuestra era. Según A. Klotz 54 , Gayo Julio Higino, liberto de Augusto, que escribió sus Exempla: de uiris illustribus, «Ejemplos: sobre hombres ilustres», en el año 2 a. C., es el primer autor influenciado por la obra de Trogo, con lo cual esta fecha sería el término ante quem, mientras que O. Seel 55 , es de la opinión de que los primeros autores que recibieron la influencia de Trogo fueron Valerio Máximo y Veleyo Patérculo, con lo que dicho término se situaría en el año 30 d. C. Por otra parte, tampoco el análisis interno nos proporciona datos más fiables, pues siempre, como vimos, nos queda la duda de si la noticia en que se basa la datación es de Justino o por el contrario estaba en Trogo. Según A. Klotz, el suceso más reciente de los contados en la obra es el final de la conquista de Hispania (año 19 a. C.), fecha en la que habría que colocar el término post quem de su composición. Pero en el libro XLII 5, 11-12 se alude a hechos ocurridos en el año 10 a. C., como fue la devolución de los soldados romanos hechos prisioneros en Carras en el año 53 a. C. Esta fecha, pues, podría ser el término post quem , que algunos eruditos, como A. von Gutschmid, intentan adelantar al año 2 a. C, en nuestra opinión con escaso fundamento. En efecto, piensa que en XLII 4, 16, donde se dice que Fraates IV había asesinado a su padre Orodes, hecho ocurrido en el 38 a. C., indirectamente se hace referencia al asesinato de Fraates IV a manos de Fraataces, hijo suyo y de la esclava Musa, que tuvo lugar en el 2 a. C. Jal 56 , que a partir de estos datos, cree que las Historias Filípicas debieron componerse en época de Augusto, admite, sin embargo, que esta fecha puede adelantarse si se acepta la tesis de O. Seel de que lo narrado en XLI 5, 8, es obra de Trogo, aunque también, como hace Forni, se puede atribuir a Justino; la fecha de composición estaría entre los años 14 y 30 d. C. En cualquier caso no hay que olvidar que una obra tan extensa sería publicada por partes, como ocurrió con la historia de Livio. El silencio sobre un suceso tan importante como la batalla de Teutoburgo (9-11 de setiembre del 9 d. C.), en donde los germanos, al mando de Arminio, atacaron a traición y aniquilaron a las tropas romanas mandadas por Publio Quintilio Varo, que a continuación se quitó la vida, podría deberse o bien al plan historiográfico de Pompeyo Trogo o bien al hecho de que las fuentes de éste eran griegas y los griegos tuvieron poca relación con este pueblo.

Fuentes de Trogo. – En el resumen de Justino no aparece expresamente citada ninguna fuente, salvo para determinados momentos de la narración en que se alude a la opinión de «muchos autores» 57 ; de donde, según algunos, podría deducirse que tampoco las citaba Trogo. Sin embargo ésta no parece una deducción del todo rigurosa, si tenemos en cuenta las frecuentes omisiones de Justino, que muy bien pudo haber silenciado las citas de fuentes que pudieron darse en el original. Hay que identificar, pues, las fuentes de Trogo, y ello sólo podemos hacerlo a partir del texto que tenemos, estableciendo previamente cuál es texto de Trogo, labor difícil y aún por hacer, y en segundo lugar, comparando sus noticias con las fuentes que contienen dicha información, sin perder de vista, según Forni, referencias como la inspiración ideológica y las preferencias literarias y culturales. La investigación de fuentes se ha hecho hasta el momento referida sólo a períodos históricos determinados, distinguiéndose multitud de pasajes que tienen una fuente distinta. Quedan, pues, lagunas y se echa en falta una labor de conjunto. En opinión de Gutschmid 58 , Trogo habría reelaborado en latín una obra de Timágenes de Alejandría, uno de aquellos leuissimi ex Graecis a que antes aludíamos. Esta hipótesis no es compartida por Klotz 59 , quien cree poco probable que ésa fuera la única fuente de las Historias Filípicas y no una más, planteamiento este en el que abunda la crítica actual, según la cual Trogo ha seguido fuentes o grupos de fuentes que varían en función del período histórico contado, entre las que se encuentran siempre escritores del «ambiente», en palabras de Forni-Bertinelli 60 , esto es, próximos al objeto del relato.

Para la historia de Grecia utiliza Trogo fuentes muy buenas y muy antiguas: Éforo y Teopompo; se reconoce también a Heródoto, Tucídides, Filarco y, tal vez, a Jenofonte. Para la historia de los sucesos referidos a Alejandro se reconoce la tradición de Clitarco y además a Calístenes, que acompañó a Alejandro en su expedición para contar sus hazañas 61 . Para los diádocos, acude de nuevo a Clitarco, a Duris de Samos y, sobre todo, a Jerónimo de Cardia. En éste se inspira la historia de Pirro, pero también se recurre a Próxeno, historiador de la corte. Los sucesos del occidente mediterráneo se remontan a escritores griegos: a Timeo y, en menor medida, a Éforo, Teopompo, Antíoco y Filisto. Para los partos se recurre a Timágenes, Posidonio de Apamea y Apolodoro de Artemita. En la historia de la Magna Grecia se reconoce a Timeo, Éforo, Varrón y Fabio Pictor. Para la historia helenística y la historia de Oriente hasta la conquista romana se reconoce la influencia de la tradición de Jerónimo de Cardia y Timágenes. Esta información sería completada con los datos que por vía oral procederían de su familia, en el caso de la intervención de Pompeyo en Siria durante el reinado del último seléucida, o cuando narra la acogida que los albanos, habitantes del Cáucaso, dispensaron a los romanos 62 .

Importancia de la obra de Trogo. – Como se ha dicho más de una vez, en los últimos tiempos de la República, cuando todos los países ribereños del Mediterráneo se unifican bajo un solo estado, se constata la aparición de obras enciclopédicas, de carácter universal, tanto en la historiografía griega como en la latina. En esta época Diodoro de Sicilia escribió una Biblioteca Universal, en 40 libros, que abarcaba desde los tiempos más remotos hasta el año 36 a. C.; Nicolás de Damasco, además de la Vida de Augusto , escribió una Historia Universal, en 144 libros, que empezaba en Nino y llegaba hasta la muerte de Herodes el Grande, en el 4 a. C.; Estrabón, además de su Geografía en 17 libros (obra de carácter histórico a pesar de su título), escribió unos Comentarios Históricos en 43 libros, hoy perdidos, que probablemente continuaban a Polibio y llegaban hasta el año 27 a. C.; Dionisio de Halicarnaso en sus Antigüedades Romanas abarca desde la fundación de Roma hasta la primera guerra púnica. Por el mismo tiempo, en latín, Livio escribe su Historia de Roma en 142 libros, el ingens Liuius como lo llama Marcial 63 , que iba desde los orígenes hasta el año 9 a. C. También Trogo escribe, dentro de la tradición helenística, «Historias griegas y de todo el mundo…», y cuenta «las empresas de todos los tiempos, reyes, pueblos y naciones» (cf. Justino Pref. 1-2). Se trata, pues, de una historia en 44 libros, en la que se cuentan de forma continua y con atención a la cronología sucesos militares y políticos, la primera y única historia universal en latín escrita por un pagano, como se ha dicho. A comienzos del s. v d. C. aparecerá la Historia contra los paganos, otra historia universal en latín, obra del presbítero español Paulo Orosio, quien, como sabemos, se sirvió del Epítome de Justino, pero que tal vez pudo ver el original troguiano. Sin embargo, parece que no puede llamarse «universal» una historia en la que no se habla de los germanos, de la Gallia Comata, y en la que se excluye deliberadamente un relato completo de las res Romanae.

Las Historias Filípicas constituían una empresa singular y, como se ha dicho, casi revolucionaria por su concepción. Para Trogo la historia es una sucesión de imperios universales, a los que caracteriza su política expansionista, que se encuentran en un eje geográfico que va de este a oeste, que, partiendo de Oriente, de una Asiria legendaria y considerada cuna de la civilización, pasa a Media, y después a Persia, Egipto y Macedonia, hasta llegar a Roma y Partia. Esta concepción, que estaba ya en Heródoto (I 95, 130), en Ctesias, en Diodoro (II 1-34) y en Dionisio de Halicarnaso, contemporáneo de Trogo, aparece en latín en la obra perdida de Emilio Sura De los años del pueblo romano, quizá algo anterior. La novedad de Trogo, lo verdaderamente revolucionario por su realismo y objetividad, fue el colocar a Roma al final de la evolución histórica junto a Partia, con la que en ese momento compartía el dominio del mundo. En el sentido de esta evolución, es decir, de este a oeste, se van presentando los orígenes de pueblos concretos: Asia Menor (Eolia, Jonia), Grecia y regiones periféricas, Macedonia, Iliria, Peonia, Sicilia, Bizancio, Chipre, Creta. Curioso, según Alonso Núñez 64 , que mientras Estrabón, un oriental, partía de la Península Ibérica hacia el este, lo mismo que Hecateo de Mileto, un voconcio, un occidental partiera de Asia hacia el oeste. Trogo, practicando la técnica de la digresión, aprendida, según algunos, de Teopompo, y desde luego propia de la historiografía helenística, describe por primera vez la situación y origen de pueblos que para los romanos eran bárbaros: escitas, armenios, bastarnas, bactrianos, árabes, tartesios, etc., admitiendo también por primera vez tradiciones que daban a esos pueblos un origen glorioso, que en algunos casos incluso se remontaba hasta los mismos dioses 65 . Por primera vez Roma no estaba en el centro de la historia y por primera vez ésta era presentada desde una perspectiva no romana; los romanos no aparecen hasta la mitad de la obra, y entonces en referencias alusivas 66 , mientras que el protagonismo se otorga a pueblos extranjeros y desconocidos tenidos por los romanos como bárbaros, cuyas formas de vida se muestran como dignas de admiración, por lo que para algunos Trogo antes que un antirromano o un filorromano es un filobárbaro. Hasta la mitad del libro XLIII no se llega a la historia de Roma, pero ni siquiera entonces se cuenta su historia completa, sino sólo desde los comienzos hasta Tarquinio Prisco. La idea del pueblo romano como princeps populus , en palabras de Jal 67 , está bastante desdibujada en Trogo. Éste, según Della Corte 68 , admira y adopta un ideal de historia universal en el que los protagonistas no son Occidente y Oriente, sino la fortuna y la uirtus, que son la explicación última de los cambios políticos y con cuyo recurso Pompeyo Trogo desmitifica en cierto modo el nombre del pueblo romano, presentando un esquema según el cual Roma había sido mimada por la fortuna desde sus mismos comienzos; es la que ayuda a sobrevivir a Rómulo y Remo 69 , la que impulsa la victoria de los romanos sobre los macedonios en Cinoscéfalas 70 , la que acompaña a los romanos cuando inician la conquista de Oriente 71 y la que lleva a Roma a la cumbre y a la conquista del mundo. En cambio, la prosperidad de los partos, su dominio sobre pueblos a los que antes habían estado sometidos, se debe a la virtud-valor de sus gentes 72 .

El esquema geográfico de las Historias Filípicas es el de la época; presenta a los escitas al norte, al sur a los egipcios, al oeste a los hispanos y al este a los indios. El silencio sobre Britania y sobre Germania, salvo en XXXVIII 4, 5, donde se habla de los cimbrios, aparte posibles omisiones de Justino, podría explicarse por la dependencia de Trogo de sus fuentes griegas, que hablarían poco de estos pueblos con los que los griegos tuvieron poca relación. Por el examen de los Prólogos y del Epítome podemos concluir que Trogo daba los nombres de las batallas que narraba, los nombres de las ciudades a que aludía, el sobrenombre de los reyes que iban apareciendo en el relato y que, como antes hemos dicho, servían para distinguirlos entre sí, evitando la confusión que en el resumen de Justino hace a veces esos datos inservibles para el historiador. La historia de Trogo se interesaba por las costumbres, tradiciones y mitos de los distintos pueblos, por detalles de carácter topográfico y geográfico y por la cronología de los sucesos, estableciendo sincronismos con aquellos cuya fecha se conocía. En ocasiones recurría a observaciones etimológicas para explicar el origen de nombres de personas 73 , de símbolos de poder, de costumbres 74 , de nombres de regiones, ciudades y pueblos 75 . Trogo designa las instituciones militares y jurídicas, los órganos de poder y las magistraturas de los pueblos que aparecen en el relato con nombres propios de instituciones y magistraturas romanas análogas 76 , si bien recurre en ocasiones a la traducción 77 del término que las designaba en la lengua de origen o a la transcripción 78 . Trogo adopta una actitud de censura ante el expansionismo de los imperios y ante la tiranía 79 , y hace intervenir a divinidades y fuerzas sobrenaturales para castigar la traición, el asesinato, el sacrilegio.

Empresa gigantesca que, según dice Justino en el Prefacio, requería «una audacia propia de Hércules, ya que abarca el globo de la tierra, incluyendo en sus libros las vicisitudes de todos los tiempos, reyes, naciones y pueblos», y en la que confluyen una concepción enciclopédica de la historia, en la tradición de Varrón, Emilio Sura y, más tarde, Plinio el Viejo, una aspiración universalista, presente en Heródoto y que nuestro autor tomó, al parecer, de Teopompo, y una línea de un cierto pragmatismo pesimista, que aparece en Tucídides y que, a través de Salustio, llega hasta Tácito.

Pervivencia de la obra de Trogo. – Dado el valor no sólo histórico, sino también literario que se supone tenía la obra de Trogo, cabe preguntarse qué razón o razones pudieron intervenir en su desaparición. Hay que advertir ante todo que la pérdida de una obra literaria o histórica no tiene por qué ser necesaria consecuencia de su escaso valor; antes por el contrario, razones extrínsecas a la misma como las ideas políticas dominantes, la actuación de la censura, los gustos literarios, cambiantes de un momento a otro, pueden sin duda influir decisivamente en su transmisión manuscrita. En el caso de las Historias Filípicas, como en general en los demás casos, parece razonable pensar que la confluencia de circunstancias diversas, y no una sola razón, pudieron determinar su pérdida. Es muy probable que una de estas razones haya sido su gran extensión –cuarenta y cuatro libros– que, como en el caso de otras historias «monumentales», hacía difícil su consulta, dando origen a la redacción de resúmenes, menos costosos y sin duda más fáciles de manejar. Se puede objetar que de obras más extensas que la de Trogo se han conservado íntegras algunas partes, como ocurre con la historia de Livio en 142 libros, de la cual, además del resumen y unos fragmentos, se conservan íntegras la primera, tercera, cuarta y mitad de la quinta década, en total la cuarta parte: el hecho es que no se han conservado completas las grandes historias romanas, de Salustio, Livio o Tácito. Sin duda debían existir otras razones; lo mismo que la crítica actual no acierta a determinar la existencia de una ideología política en la narración de Trogo-Justino ni su tendencia, de manera que para unos Trogo era un antirromano mientras que para otros era un filorromano, es muy probable que la valoración de su obra por parte de sus contemporáneos tampoco fuera unánime, pues las Historias Filípicas, por referirse a todo aquello y sólo aquello que había tenido que ver con los griegos (y macedonios), esto es, a la mitad oriental del mundo mediterráneo, resultaban ser en palabras de san Agustín «una historia griega o mejor aún extranjera» 80 . Y si se perdió la mayor parte de la historia nacional, parece lógico que con mayor razón se perdiera la que hemos calificado, con palabras de san Agustín, de extranjera. La obra de Trogo debió de ser bastante conocida ya desde su aparición a juzgar por los numerosos testimonios y vestigios que de ella encontramos en autores posteriores y sobre los que volveremos más adelante. Después de Justino, Pompeyo Trogo es citado en Carisio, Vopisco, Servio, Prisciano, y también en san Jerónimo y san Agustín; estos dos últimos lo conocían por el epítome de Justino solamente. Pero sobre todo hay que insistir en la pervivencia de Trogo en Orosio, cuya Historia contra los paganos tan próxima es a las Historias Filípicas. El elevado número de manuscritos de Justino hoy conservados, más de doscientos en Europa, a los que habría que añadir una cifra indeterminada que no podemos comprobar, demuestra la importancia de Trogo-Justino en la Edad Media, en la que era más conocido que muchos autores famosos. En la Edad Moderna las Historias Filípicas formaban parte de las bibliotecas de los estudiosos de la historia y, en opinión de O. Seel, como Cicerón y Virgilio, pertenece a los presupuestos del humanismo europeo 81 . El gran número de ediciones, rondando las trescientas 82 , y las más de 50 traducciones a distintas lenguas modernas 83 pueden ser síntomas del interés de eruditos y estudiosos, ya que Justino no era un autor escolar 84 ; y en cualquier caso son datos siginificativos para conocer la historia del influjo de Trogo. Es a principios del siglo XIX cuando la obra de Trogo-Justino empieza a perder interés para los estudiosos, salvo raras excepciones, hasta casi nuestros días, en que, a raíz de las publicaciones de O. Seel los estudios sobre Trogo han experimentado un nuevo impulso.

Trogo-Justino en España. – En palabras de Robert Tate 85 , Trogo, a través de Justino, fue en España «una fuente básica de información durante la Edad Media…». La situación no debió de cambiar durante el Renacimiento, como puede deducirse por el gran número de manuscritos y ediciones de Justino conservados en nuestras bibliotecas, menor sólo que el de Cicerón, Horacio, Lucano, Ovidio, Plauto, Salustio, Séneca, Terencio, Virgilio y Valerio Máximo. Teniendo en cuenta las limitaciones propias de una introducción general, sólo haremos un esbozo de la situación, dejando para mejor ocasión un estudio exhaustivo sobre el tema. En la Biblioteca de El Escorial pueden verse dos manuscritos del s. XIV en pergamino, cuatro del s. xv en pergamino, uno del s. XV en papel y otro del s. xv en papel y pergamino. En la Biblioteca Nacional de Madrid hay dos del s. xv en pergamino y uno del mismo siglo en papel, que perteneció al cardenal Archinto. La Biblioteca Capitular de Toledo conserva entre sus fondos tres manuscritos de Justino que pertenecieron al cardenal Celada, dos del s. xv en pergamino y uno del XV-XVI en papel, que sólo contiene los dieciséis primeros libros. En el Archivo Capitular de El Burgo de Osma hay dos, uno en papel y otro en papel y pergamino, ambos del s. XV . Finalmente, en la Biblioteca Universitaria de Madrid, puede verse otro, procedente de Alcalá de Henares, en papel, también del s. XV .

En cuanto a las ediciones de Justino, si bien no conocemos ninguna impresa en España, sin embargo, son numerosas las que, impresas en distintas ciudades de Europa a lo largo de los siglos XV y XVI , se encuentran en bibliotecas españolas, sobre todo la Nacional de Madrid. Omitiendo el título, con frecuencia muy extenso, y citando sólo ciudad, impresor y año, algunas de ellas son: París, De Marnef, s. a. (Biblioteca Nacional de Madrid = BNM); París, Iohan Petit, s. a. (Biblioteca Pública = BP de Córdoba); Milán, Christophorus Valdalfer, 1 jun. 1476 (Biblioteca Universitaria = BU de Oviedo y Biblioteca Capitular de Pamplona); Venecia, Philippus Petri, 12 dic. 1479 (BU de Barcelona y Salamanca, Agustinos de Valladolid, San Carlos de Zaragoza); Venecia, Iohannes Rubeus Vercellensis, c. 1486 (BNM); Venecia, Iohannes Rubeus, c. 1489-90 (BU de Zaragoza); Venecia, Iohannnes Rubeus, c. 1494 (Real Academia de la Historia de Madrid y Seminario de Zamora); Venecia, Iohannes Rubeus, 4 abril 1494 (BU de Madrid, BP de Córdoba, Sevilla BCap [Colombina], BU); Venecia, Philippus Pincius, 8 novi. 1497 (BU de Valencia y Valladolid, BP de Córdoba y de Gerona); Venecia, Bartholomeus de Zanis de Portesio, 1503 (BNM y Archivo de la Corona de Aragón de Barcelona, donde hay además otra edición de 1503); Milán, Leonardus Vegius, 1510 (BNM); Venecia, Aldus [Manutius] et Andreas Asulanus, 1522 (BNM y BU de Valencia); Basilea, s. t. 1526 (Biblioteca Capitular de Córdoba); Lión, Melchior et Gaspar Trechsel, 1532 (BNM y BU de Salamanca); Basilea, Michael Isingrinius, 1539 (BNM); Amberes, Ioannes Steelsius, 1543 (BNM y BU de Granada), 1552 (BNM); Lión, Seb. Gryphius, 1546, 1548 (BU de Salamanca), 1551, 1555 (BNM); Venecia, Ioannes Gryphius, 1559 (BNM); Lión, Theobaldus Paganus, 1560 (BNM, BU de Barcelona y de Granada y Biblioteca General de Navarra); Lión, haered. Seb. Gryphii, 1562 (BNM); Colonia, haeredes Arnoldi Birckmann, 1563 (BP de Córdoba); Pesaro, Bartolomeus Cesanus, 1565 (BNM); Lión, Antonius Gryphius, 1573 (BNM); Colonia, Joannes Gynmeus, 1580 (Biblioteca Provincial de Lugo); Lión, Antonius Gryphius, 1580 (BU de Zaragoza); Amberes, Lucas Belleaur, 1581 (Biblioteca de Palacio, Madrid); París, Iacobus du Puys [Dionisius du Yal], 1581 (BU de Salamanca, Biblioteca Provincial de Toledo, Biblioteca General de Navarra); Lión, Gabriel Carterius, 1593, 1594 (BNM).

Sólo conocemos una traducción al castellano, la de Jorge de Bustamante, sobre la que volveremos más adelante y de la que existen en bibliotecas españolas, según nuestras noticias, las siguientes ediciones: Alcalá de Henares, Juan de Brocar, 1540 (BNM y Biblioteca Lázaro Galdiano de Madrid); Amberes, I. Steelsio, 1542 (BNM); Amberes, M. Nutio, 1586 (BNM y BP de Gerona). Amberes, Gaspar Bellero, 1609 (BNM).

Epítome de las Historias filipícas de Pompeyo Trogo. Prólogos. Fragmentos.

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