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PREFACIO

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Puesto que muchos entre los romanos, ostentando incluso la dignidad consular 1 , habían redactado la historia romana en griego y por tanto en lengua extranjera, Trogo Pompeyo, hombre de rancia elocuencia, seducido, bien por el deseo de igualar su gloria, bien por la novedad y variedad de la obra, escribió en latín la historia de Grecia y de todo el orbe, para que las empresas de los griegos pudieran leerse también en nuestra lengua, ya que las nuestras podían leerse en griego, acometiendo en verdad una empresa que exigía gran capacidad intelectual y física. Y, puesto que a la mayoría de los autores que escriben la historia [2] de los distintos reyes o pueblos les parece que su obra exige un arduo esfuerzo, ¿no debe parecernos Pompeyo de una audacia propia de Hércules 2 cuando abarca el globo de la tierra, incluyendo en sus libros las vicisitudes de todos los tiempos, reyes, [3] naciones y pueblos? Y aquellos hechos que los historiadores griegos recogieron por separado, según el relato era del agrado de cada uno, después de pasar por alto los que no eran de provecho, Pompeyo Trogo los trató todos ellos disponiéndolos [4] por épocas y los ordenó encadenadamente. En los momentos de ocio que disfrutábamos en la ciudad, seleccioné los hechos más dignos de conocimiento de estos cuarenta y cuatro libros (pues publicó otros tantos) y, después de desechar aquellos que ni era grato conocer ni eran necesarios como ejemplo, hice, por así decir, un pequeño florilegio, para que quienes los habían conocido en griego tuvieran con qué recordarlos y quienes [5] no los habían conocido con qué aprenderlos. Te lo he enviado no tanto para que lo conozcas cuanto para que lo corrijas, al tiempo que también tengas ante tu vista una justificación de mi ocio 3 , del que también, según Catón, hay que presentar un resultado. [6] Pues por el momento me basta tu juicio, ya que entre las generaciones futuras tendré el reconocimiento de mi labor, una vez haya cedido la envidiosa maledicencia.

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1 Se llamaba consulares uiri a los excónsules. Se refiere aquí Justino a Quinto Fabio Píctor, senador al principio de la segunda guerra púnica (218-202 a. C.); Lucio Cincio Alimento (pretor en 210 a. C., escritor de anales entre 190-180 a. C.); Aulo Postumio Albino (cónsul en 151 a. C.); Gayo Acilio (senador alrededor del 150 a. C.) y Publio Cornelio Escipión Africano (hijo del vencedor de Zama).

2 Hércules, hijo de Zeus y Alcmena, sostuvo el mundo sobre sus hombros en uno de los doce «trabajos» que, por voluntad de su padre, le impuso el rey de Micenas, Euristeo, para que expiara el asesinato de los hijos que había tenido de Mégara.

3 Cicerón entendía el otium, «ocio», como el tiempo no consagrado a la actividad política; toda otra actividad se considera ocio y no se justifica nada más que si sirve a la comunidad. Para Salustio es también el tiempo no consagrado a la política; es un camino elegido libremente que mantiene lazos con la cosa pública. Séneca, por el contrario, entendía el «ocio» como el tiempo dedicado a la filosofía, actividad que, para él, está por encima de la política. La referencia a Marco Porcio Catón (censor en 184 a. C.), autor de la primera historia romana en latín (Origines), está recogida en CIC . Planc. 66: (Cato) in principio scripsit Originum suarum… clarorum uirorum atque magnorum non minus otii quam negotii rationem exstare oportere: «Catón, al principio de sus Orígenes escribe… que los hombres ilustres y grandes deben rendir cuentas no menos de su tiempo libre que de sus tareas públicas».

Epítome de las Historias filipícas de Pompeyo Trogo. Prólogos. Fragmentos.

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