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b) Las condiciones sociales y humanas afectan a la teología

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Uno de los resultados del desarrollo de todas estas ciencias es que hoy comprendemos mucho más que antes hasta qué punto nuestra perspectiva y condición afectan lo que vemos y cómo lo vemos. Por ejemplo, gracias a la sicología ahora sabemos algo del modo en que realidades inconscientes y subconscientes afectan el modo en que pensamos y sentimos. La sociología nos dice asimismo que el modo en que vemos las cosas depende en mucho de nuestras circunstancias sociales.

Lo que todo esto implica es que los teólogos no pueden ya hablar como si fuesen espíritus desencarnados, sino que tienen que tomar en cuenta sus circunstancias sociales, así como las de la iglesia y las de la humanidad en general. Las ciencias sociales y humanas nos ayudan a alcanzar esa comprensión.

La modernidad se caracteriza por su énfasis en la objetividad científica. Su ideal es el experimento en el que el científico no interviene sino para observar lo que ocurre. En la postmodernidad se afirma que ese mismo científico, al diseñar su experimento y al decidir qué ha de investigar y qué no, está interviniendo en el resultado. No hay tal cosa como un experimento totalmente objetivo.

Lo que esto implica para la teología es que el teólogo también interviene en lo que ve y dice, y que esa intervención tiene mucho que ver con sus circunstancias sociales, culturales y demás. Toda lectura de la Biblia es necesariamente una interpretación. El texto bíblico mismo es una interpretación de la experiencia del autor y del pueblo de Dios. Si su propia interpretación refleja las circunstancias del teólogo, lo menos que éste puede hacer es conocer y comprender esas circunstancias. Además, puesto que quienes le escuchen o lean también lo harán desde sus propias perspectivas, el teólogo tiene que comprender esas perspectivas. Luego, precisamente a fin de ser lo más fiel que le sea posible, el teólogo tiene que tomar en cuenta lo que las ciencias sociales y humanas le dicen acerca de sí mismo, de la iglesia, y de la sociedad.

Hablar de «perspectivas» no implica caer en un relativismo absoluto. Para entender esto podemos pensar en un paisaje. El paisaje está ahí, es objetivo. Pero cada observador lo ve desde su propia perspectiva. Quien pretenda ver el paisaje y describirlo sin perspectiva alguna, o con una perspectiva universal, se engaña a sí mismo y engaña a los demás. ¿Quiere esto decir que el paisaje no es real? Ciertamente no. Lo que sí quiere decir es que el paisaje se nos da siempre desde una perspectiva. De igual modo, la revelación de Dios es real y firme; pero siempre la recibimos desde donde estamos, y la interpretamos desde donde estamos.

En tal situación, para entender el paisaje lo mejor posible, lo que tenemos que hacer es compartir nuestras perspectivas y experiencias con otros observadores. Esto se relaciona con el carácter comunitario de la teología, sobre el que volveremos más adelante.

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