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d) La teología como crítica de la vida y de la proclamación de la iglesia
ОглавлениеOtro modo de entender la función de la teología es verla como una crítica de la vida y de la proclamación de la iglesia a la luz del Evangelio. La iglesia tiene la encomienda de proclamar el Evangelio, y de vivirlo. Es una tarea a la que nos enfrentamos conociendo nuestra incapacidad para ella. Como seres humanos y pecadores, nuestras palabras siempre distan mucho de ser Palabra de Dios. Como institución humana, la iglesia lleva también el sello de la falibilidad y del pecado humanos. Es sólo por la gracia de Dios que nuestras palabras pueden llevar Palabra de Dios. Es sólo por la gracia de Dios que nuestras acciones pueden señalar hacia los propósitos de Dios. Es sólo por la gracia de Dios que la proclamación de la iglesia puede ser proclamación de la Palabra de Dios, y que la organización y las acciones de la iglesia pueden ser señal del Reino.
No obstante nuestra falibilidad y nuestra constante dependencia de la gracia de Dios, tenemos la obligación de hacer todo cuanto esté a nuestro alcance para que nuestras palabras y nuestras acciones sean reflejo de la Palabra y de los propósitos de Dios. Esa es la función de la teología como crítica de la proclamación y de la vida de la iglesia.
Como crítica de la proclamación de la iglesia, la teología examina lo que la iglesia dice, y lo juzga y corrige a la luz del evangelio, no para criticarlo en el sentido negativo de la palabra, sino para que se ajuste mejor a ese evangelio. Así, por ejemplo, la teología puede ser uno de los criterios que le aplicamos a nuestros sermones, a nuestras lecciones y a nuestros escritos, para asegurarnos de que—en la medida en que nos es dado a los humanos—nuestras palabras sean fieles al evangelio.
Como crítica de la vida de la iglesia, la teología examina lo que la iglesia hace y cómo se organiza, y lo juzga a la luz del evangelio, no para criticarlo, sino para que se ajuste mejor a lo que la iglesia misma proclama. Por ejemplo, al preparar el presupuesto de la iglesia, o al determinar sus estructuras y sistemas de gobierno, es importante que nos preguntemos, «¿Cómo refleja esto el evangelio de Jesucristo?» La función de la teología como crítica de la vida de la iglesia es precisamente esa.
El teólogo del siglo 20 que más se destacó por este entendimiento de la teología fue el alemán Karl Barth. Barth vivió en un momento en que la teología se había vuelto una serie de sistemas intelectuales y doctrinales con gran valor apologético, y que hacían que el cristianismo apareciese como algo muy aceptable, pero que decían poco acerca de la vida y misión de la iglesia. Especialmente cuando el nazismo comenzó a cobrar fuerza, y muchos cristianos se dejaron llevar por él y comenzaron a predicarlo desde el púlpito, y cuando la mayor parte de la iglesia alemana se mostró incapaz de resistirlo, Barth vio la necesidad de insistir en la función de la teología como crítica de la vida y proclamación de la iglesia. La iglesia que proclamaba y sostenía las doctrinas nazis debía someterse a la crítica de la teología, que le mostraba que no era fiel al evangelio que decía proclamar.
En nuestros días, esta función crítica de la teología sigue siendo necesaria. Por ejemplo, cuando la iglesia y los cristianos parecen desentenderse de los pobres, o cuando parecen decir que todo lo que importa es el «éxito» que logremos en esta vida, o que la fe cristiana lleva a la «prosperidad», o cuando parecen capitular ante las doctrinas de moda, la teología ha de llamarles a una nueva obediencia al evangelio.
El punto débil de la teología así entendida es que corre el peligro de volverse demasiado eclesiocéntrica. Si la función de la teología está en criticar la vida y proclamación de la iglesia, ¿no tiene nada que decirles a quienes no son parte de esa iglesia? En sus peores manifestaciones, este tipo de teología se vuelve un diálogo entre teólogos, o si no, entre cristianos, y como si el resto del mundo no existiera. Naturalmente, en tales casos lo que sucede es que nos hemos olvidado de que aquello que la teología ha de criticar es la proclamación de la iglesia; es decir, su encuentro con el resto del mundo. Si la teología no llama a la iglesia a ese encuentro, posiblemente ella misma necesita de la misma crítica que se supone sea su propia función.