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CULI
ОглавлениеEsta palabra se usaba en muchos países de los cinco continentes desde el siglo anterior. Designaba ante todo a los obreros procedentes de China y de la India, transportados por los mismos capitanes y en los mismos barcos que los esclavos en su momento.
Una vez llegados a su destino, los culis trabajaban como bestias en las plantaciones de azúcar, en el interior de las minas o en la construcción de ferrocarriles, y a menudo morían antes de que finalizase su contrato de cinco años, sin llegar a percibir el salario prometido y soñado. Las empresas que se encargaban de la trata aceptaban de antemano que el veinte, treinta o cuarenta por ciento de los lotes pereciesen durante el viaje por mar. Los indios y los chinos que sobrevivieron más allá de su contrato en las colonias británicas, francesas y neerlandesas se instalaron en las Seychelles, en Trinidad y Tobago, en las islas Fiyi, en Barbados, en Guadalupe, en Martinica, en Canadá, en Australia, en los Estados Unidos… Antes de la Revolución cubana, el mayor barrio chino de América Latina se encontraba en La Habana.
A diferencia de los culis indios, entre cuyas filas se contaban algunas mujeres que huían de maridos maltratadores o de situaciones extremas, los culis chinos eran sólo varones: las chinas no habían mordido el anzuelo. Los chinos desterrados a aquellas colonias lejanas, sin posibilidad de regreso a su país natal, se consolaron en brazos de las lugareñas. Todos los que resistieron al suicidio, la malnutrición y los malos tratos se organizaron para publicar periódicos, crear clubes y abrir restaurantes. Gracias a la dispersión de esos hombres, el arroz salteado, la salsa de soja y la sopa wonton se hicieron mundialmente famosos.
En cuanto a los culis indios, tenían una oportunidad entre tres de cortejar a una india que también se hubiese marchado a la aventura, cosa que alteró el estatus femenino y la distinción entre castas. Ellas estaban en posición de elegir e incluso de recibir una dote en lugar de aportarla. Este nuevo poder sembró entre los hombres el temor a quedarse sin esposa o a perderla. Se sentían amenazados por los vecinos, los transeúntes y por las propias mujeres. Algunos encerraron a sus esposas en casa a cal y canto, otros las ataban con cuerdas como quien pone una cinta en un paquete de regalo. El poder de las mujeres, confrontado al miedo de los hombres, desencadena la muerte, la fatalidad.
Los esclavos y los culis chinos e indios estaban fuera de su entorno natural, mientras que los culis vietnamitas se quedaron en su tierra en condiciones parecidas, impuestas por colonos expatriados.