Читать книгу Casiopea y la bóveda celeste - Lautaro Mazza - Страница 11

C R Í M E N E S

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Tres años después

Los últimos haces de luz coronaban la puesta de sol de un día agobiante de verano en la ciudad de Buenos Aires, una serie de extraños delitos habían tenido lugar en la famosa casa Calise, una escalera caracol se erguía hasta el quinto piso, un porcelanato de color verde oscuro era transitado por efectivos policiales. Una puerta abierta y una biblioteca revuelta eran la escena del crimen, hojas arrancadas de libros tapizaban la roja alfombra que adornaba el parque y los grises sillones de un moderno living, un olor a papel quemado circulaba por todo el ambiente, lo más extraño era que nada estaba quemado, ni siquiera había humo. El policía Aguirre tomó el ascensor con la dueña de la casa hasta la entrada, quien estaba muy nerviosa. Según las pericias policiales, las puertas y ventanas de aquel departamento dentro de casa Ce estaban intactas, era un claro indicio de que no habían forzado nada, solo habían entrado y robado algo

Debajo de la alegórica y excéntrica mampostería de aquella casa en Irigoyen al 2560, la damnificada, una señora petacona, de ojos marrones y rodete, hablaba con el Sr. Aguirre, un policía alto, delgado y narigón. Entre lágrimas le contaba al oficial que se habían robado un libro de características únicas, según la señora el libro poseía un valor histórico invaluable.

—¿Nombre, señora?

—Cristal Anestiades…

—Señora Anestiades, cuente un poco la situación.

Cristal le comentó que había recibido el llamado de un vecino suyo ya que había oído ruidos en su casa mientras ella no estaba, entonces dio aviso a la policía

—O sea que usted no efectuó el llamado señora Cristal

—Señorita, no, yo no, no entiendo cómo entraron, la casa estaba protegida, no tiene sentido. Sollozaba Cristal, el policía la miraba en una especie de plano picado y le preguntó:

—¿Qué aseguradora tiene? ¿TBM? ¿Miller? ¿Bairesen? –Ella lo miró contrayendo sus músculos faciales y extrañada le dijo:

—¿Pero de qué habla, hombre? –El oficial volvió su mirada sobre ella y le aclaró:

—De la compañía de alarmas le hablo. –Una moto a toda velocidad pasó como una estrella fugaz sin importarle la presencia policial y el sonido de aquel ajetreado motor dejó sordos a todos los protagonistas de la escena. La señora en medio del bochinche dijo algo como:

—Ellos no piden permiso. –El policía ya no entendía de qué iba el asunto.

—Señora, va a ser mejor que nos acompañe. –La mujer se resistió y con un gesto se plantó.

—¿Qué pasa si vuelven a entrar y yo no estoy? Ya es de noche, no puedo dejar la casa sola, ya no… –El policía intentó calmar a la señora y la convenció para ir a declarar a la comisaría de la comuna 3.

—No se preocupe, hay un oficial en la puerta de su departamento y uno de los móviles queda acá hasta que usted regrese. –Cristal sabía que no podía levantar sospechas, entonces decidió acompañarlo.

No muy lejos de allí, en el barrio de San Cristóbal, un antiguo caserón de 1920 se encontraba en deplorables condiciones, la mórbida mampostería desquebrajada permitía ver el paso del tiempo, las cicatrices de esa edificación parecían una metáfora que hacía alusión a los calamitosos acontecimientos ocurridos a principios del siglo XX, seguramente en sus tiempos, esa casa había sido la envidia de muchos, pero al parecer fue la perdición de otros, única en la zona y construida por un famoso arquitecto. La conocida ex casa Anda luchaba por mantenerse en pie. Las ventanas de la casa estaban rotas, vestigios de una cortina lánguida y percudida por la humedad de las lluvias remontaba vuelo sin ganas, las puertas principales estaban tapiadas con ladrillos impidiendo así el paso de cualquier ser que transitara la zona. Rogelio, un florista de la cuadra, terminaba su turno en su pequeño puesto de flores, eran las ocho de la noche y a pesar de ser viernes no había mucha gente en la calle, claro, era fin de semana largo y la mayoría había salido de la ciudad. Una vez que cerró las verdes rejas del puesto de flores, miró su reloj y vio que estaba quieto, sintió un frío escalofriante, y se percató de que ya no había ruido de tránsito, ni siquiera gente, parecía que se había quedado solo, apenas pudo percatarse de que las flores se habían marchitado todas de un momento a otro Al voltearse, de la nada, una voz suave y gentil le dijo: Somnium Aeternam. El señor se desvaneció y cayó en medio de la vereda, cinco personas con ropajes negros y un libro en la mano atravesaron fantasmalmente esas puertas tapiadas de ladrillos y desaparecieron sin dejar rastros, Cristal tenía razón, ellos no piden permiso

Repentinamente un grito de horror se escuchó en plena avenida, una mujer había encontrado el cuerpo de Rogelio tendido en el piso con una expresión de sufrimiento en su cara y sus puños apretados, el cuerpo estaba frío y su piel ya había tomado un color pálido violáceo, inmediatamente la policía se hizo presente en el lugar, parecía que le había dado un paro cardíaco, junto al cadáver había cenizas y un olor a quemado pululaba en el lugar.

Dentro de la ex casa Anda, los integrantes de una orden secreta con fines oscuros se encargaron de preparar un ritual de magia ceremonial inversa para alterar el tiempo y espacio. En el medio de un antiguo y lúgubre living tres de los cuatro seres oscuros se repartieron tareas, uno de ellos, llamada Lucila, tomó un polvo llamado esperma de arconte y con él formó un triángulo invertido, a su vez Gledzar y Desidio marcaron en el piso poderosos símbolos con unas dagas extraídas de las pircas negras.

La cabecilla del grupo junto a un joven aparecieron portando unos enormes candelabros que alumbraban la destruida casa y los colocaron sobre las puntas de los triángulos.

Al dar la orden Lucrethia, su mentora, ubicó estratégicamente a todos alrededor del triángulo invertido repartiendo a la perfección la energía en aquel espacio.

—Adelante, es momento de ingresar al triángulo –le dijo Lucrethia al chico y fiel a sus órdenes este se adentró en aquel espacio llevando entre sus manos el libro que le había sido arrebatado a Cristal.

—Joven discípulo oscuro, te otorgo los honores para encriptar esta dimensión y enviarla a las profundidades del abismo. Aquel chico era mágico como Casiopea pero a diferencia de ella él estaba contaminado de oscuridad y maldad, había sido criado en una cuna de hambrientos lobos así que nada bueno podría salir de él, sin más preámbulo el discípulo oscuro apoyó su mano sobre el libro y este se abrió revelándole el hechizo que la orden demandaba.

—Aquí y ahora condeno al tiempo y el espacio a la destrucción –dijo el discípulo.

—Que las sombras se hagan presentes. En coro los demás respondían:

—Aquí y ahora abro las puertas del mal.

—Que las sombras reinen la tierra.

—Aquí y ahora invierto las voluntades de las conciencias.

—Que las sombras estremezcan la tierra.

—Aquí y ahora te invoco, REGULO B.

—Que las sombras retornen a trono.

—¡Que el gran silencio acalle las voluntades mágicas estelares!

—¡TEMPUS APOLIKAYPSIA! –gritó el discípulo oscuro, de pronto el piso comenzó a desquebrajarse y una luz verde se colaba por las grietas que parecían rayos ramificados, el muchacho se elevó dos metros sobre el piso mientras leía las fórmulas secretas de aquel y sus ojos se oscurecieron a tal punto que si uno miraba en ellos solo vería oscuridad. El polvo se encendió destellando una brillante luz verde. Los símbolos se iluminaron y el tiempo alrededor de ellos retrocedía, restaurándolo todo, la casa se estaba regenerando, la intensidad de la energía que se había desatado dentro del antiguo caserón fue colosal, al cabo de unos minutos el lugar ya era otro, la casa se había sumergido en una abismal oscuridad. Una vez terminado el ritual, Lucrethia, la líder, dio órdenes concisas

—Tenemos el libro, ahora solo falta encontrar la caja y la piedra, les pido discreción, a partir de ahora esta será nuestra morada. La dimensión oculta de la estrella caída Regulo B.

Luego de aquel ritual varias familias cercanas a la vieja casa sintieron unas extrañas vibraciones seguidas de un olor a quemado, las lámparas de algunos edificios se mecían suavemente y algunas torres se habían quedado a oscuras, pero afortunadamente luego de unos minutos la energía se había reestablecido, a pesar de que aquella ceremonia oscura se había llevado a cabo en otra dimensión, de alguna manera la energía inversa se filtró afectando la dimensión en la que vivía Casiopea y todos los demás habitantes de la ciudad de Buenos Aires, por ende al mundo también.

La noche transcurría bastante tranquila en la comuna de Montserrat, o quizá eso parecía, el furibundo tránsito había casi desaparecido, dejando al descubierto unos pocos colectivos y bicicletas de delivery que pululaban por la zona... La escasa gente que circulaba por las veredas de av. Belgrano y Perú estaba bastante ocupada con sus pensamientos como para alzar la vista y perderse en el mayestático edificio Otto Wulff... Su sombría tonalidad gris se fundía con la oscuridad de la noche, las luminarias no alcanzaban a alumbrarlo del todo, por lo tanto algunos detalles pasaban desapercibidos para los trasnochados caminantes, al fin y al cabo era un simple edificio de oficinas, o eso se creía...

Desde lo alto cuatro cóndores de hormigón monitoreaban la ciudad y sin que nadie se dé cuenta ellos giraron sus pesadas cabezas y, gracias a su agudizado sentido de la visión y percepción, detectaron una poderosa energía oscura que circuló como un rayo por una fracción de segundos no muy lejos de allí...

Casiopea y la bóveda celeste

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