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La evolución de la conciencia y los vínculos primarios

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Una de las características de nuestra especie es la de tener una infancia muy prolongada y dependiente de los cuidados maternos y paternos. Toda mente, en sus primeros pasos, necesita de otra mente para desarrollarse. Este desarrollo ocurre a través del interjuego proyectivo-introyectivo entre el bebé y sus objetos parentales. Ansiedades y sensorialidades primitivas, por medio de la identificación proyectiva, son evacuadas en la mente de la madre que las recibe, significa y transforma en algo tolerable. El bebé recibe de vuelta una parte de su personalidad, que ahora puede asimilar y junto con eso va introyectando la función α. El desarrollo de esta función está asociado al rêverie materno. Un factor del rêverie es la atención de la madre, que funciona como un hilo que reúne las sensaciones y emociones del bebé. En las madres deprimidas esta atención está ausente. Vuelvo a poner el acento sobre el hecho de que los bebés autistas tienen una intolerancia a la conciencia de la separación pezón-lengua, viven la separación corporal como un agujero en su propio cuerpo. Son bebés muy sensibles a los estados emocionales del objeto, sensibilidad que suele asociarse con una madre deprimida y un padre ausente. La madre deprimida, al no estar disponible psicológicamente para el bebé, también está ausente. Estos factores inciden en que la vivencia de separación en los bebés –que evolucionarán hacia funcionamientos autistas– tenga una cualidad terrorífica, como de una ruptura de su propio cuerpo y los lleve a desarrollar sensaciones espurias tranquilizantes que los condenan a la desconexión. María tuvo un destete traumático: su madre, cuya infancia también estuvo marcada por situaciones traumáticas de separación, cuando ella tenía 4 meses no toleraba la ansiedad de no poder medir cuánta leche tomaba María cuando estaba mamando del pecho, de modo que decidió darle mamadera. María se negó por bastante tiempo a aceptarla hasta que finalmente, el apostar a la vida la llevó a tomar la mamadera. Sospecho que se relacionó con la leche como alimento y no con la experiencia emocional del pecho y de mamar. El conflicto en relación a la boca y a la lengua se instaló de modo tal que impidió un destete adecuado y el uso de la boca y la lengua para desarrollar el lenguaje. Hasta los 4 años María no habló, luego del tratamiento con una fonoaudióloga pareció aprender a hablar pero era un lenguaje imitativo y hasta el día de hoy –a los 13 años– se chupa la lengua y se muerde el interior de las mejillas. Su hablar es un hablar imitativo, con el curioso rasgo de que la inteligencia está al servicio de lograr la imitación. F. Tustin (1992) se refiere a un amamantamiento deprimido en el que el par mamá-bebé no tolera situaciones emocionales intensas ni de separación ni de reunión.

Separación corporal traumática-Sensaciones autogeneradas: En estos niños el momento de conciencia de separación corporal fue traumático en la lactancia y como defensa todos los sentimientos fuertes fueron amortiguados. La forma de protección de las vivencias terroríficas de un cuerpo agujereado es envolverse en torbellinos de sensaciones autogeneradas que refuerzan la falta de atención hacia realidades compartidas y obnubilan la conciencia de las sensaciones normales. Son muy conocidas las descripciones de cómo estos niños agitan sus manos como aleteando, hacen rocking, etcétera.

Conciencia trunca-Objetos de sensación y barreras autistas: en el funcionamiento autista nos encontramos con una conciencia trunca, como mutilada. Los objetos de sensación, como aferrar un juguete, no para jugar sino por las sensaciones táctiles que generan, los movimientos cinéticos, como hamacarse, dar vueltas, etc., utilizados como protectores espurios y el desmantelamiento de la atención (Meltzer, 1975), que evita el sentido común y la relación entre los sentidos, son factores para aminorar el desarrollo de la función α y las funciones de la conciencia capaz de darse cuenta. En lugar de usar las impresiones sensoriales para formar imágenes sensoriales que puedan ligarse con experiencias emocionales, los niños autistas usan las sensaciones auto-provocadas al servicio del aislamiento, para establecer barreras que evitan el contacto. Los vínculos emocionales se anulan de modo tal que se oblitera tanto la relación con el sí mismo como con los objetos.

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