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Desafíos actuales para la sociología cultural

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La tendencia del programa fuerte a globalizarse ha derivado en su inevitable proyección más allá de sus contextos sociales e institucionales de origen, y lo ha dispuesto a encontrarse con una muy amplia variedad de realidades. En esta etapa, la diferencia cultural se ha transformado en un pasaje fundamental para la conversión del programa fuerte en un paradigma genuinamente global.

Hasta ahora el fenómeno de la diferencia cultural no ha recibido suficiente atención en este paradigma. Obviamente, sus investigadores han resaltado la influencia de múltiples recursos culturales sobre la vida social y han dado cuenta del hecho de que, a lo largo de los procesos sociales, distintos recursos —símbolos, códigos, narrativas, discursos, imágenes— compiten entre sí y algunos consiguen prevalecer sobre otros. Este análisis, no obstante, no aborda los mecanismos culturales mediante los cuales códigos, narrativas, discursos e imágenes entran en contacto y se traslapan y recombinan. Un trabajo que antropólogos, lingüistas e historiadores interesados en el fenómeno del contacto cultural han explorado ya desde hace varias décadas. En esta etapa es necesario poder capturar analíticamente la mecánica fina de esos procesos de contacto y de mezcla cultural para tener la posibilidad de describirla en detalle —algo que el programa fuerte no hizo durante su etapa más estructural en la primera mitad de los noventa—. Las literaturas sobre ambigüedad y ambivalencia, hibridación e interculturalidad, constituyen para ese efecto una fuente importante de inspiración.

Por otro lado, en estas tres décadas los sociólogos culturales se han quedado con una mera descripción ex post de los fenómenos sociales. Sin embargo, para un amplio espectro de actores sociales e institucionales esto no es suficiente. A fin de orientar sus políticas y acciones, las agencias gubernamentales, los actores económicos y las organizaciones de la sociedad civil necesitan de una sociología cultural capaz de predecir los efectos que el despliegue de ciertos recursos culturales —o su combinación— tendría sobre su acción y dinámicas organizacionales. La aplicación en sociología de métodos de análisis computacional de datos lingüísticos, en particular en relación a la big data y su integración con métodos analíticos interpretativos, está actualmente posicionándose como una de las nuevas fronteras en la investigación sociológica. La publicación del número de julio de 2014 de Theory & Society dio una clara señal en ese sentido.

Pero dar pasos hacia una sociología cultural más incisiva sobre nuestra realidad social no solo exige ampliar las metodologías de análisis actualmente utilizadas, también significa retos metodológicos y teóricos. Veamos.

Como se ha aclarado previamente, el programa fuerte en sociología cultural se aproxima a cada interacción social como performance y analiza hasta qué punto los elementos que lo componen —guiones, representaciones colectivas de trasfondo, actores, audiencias, puesta en escena, medios de producción simbólica y poder social— logran fusionarse. En caso de que esto suceda, el performance parece auténtico y los actores conseguirán persuadir a sus audiencias de que acojan su horizonte de interpretación sobre el sentido de la interacción y sobre las intenciones de cada participante. En la pragmática cultural utilizada por el programa fuerte, este efecto de autenticidad es emergente. La fusión de los elementos se da como por magia y este efecto parece ser observable solamente ex post. Si los productores de películas tienen cierta idea de cómo empaquetar un producto cultural para que tenga éxito y los expertos en mercadeo y comunicación disponen de un amplio abanico de recursos metodológicos para anticipar —no sin margen de error— si determinados productos o campañas convencerán a sus audiencias, es posible entonces alcanzar algún nivel de predicción en relación al éxito de un performance. Una sociología cultural más incisiva sobre la dinámica social necesita construir capacidades predictivas. Y esto, a su vez, exige superar una pragmática cultural basada en una concepción emergente de la autenticidad.

Finalmente, la sociología cultural ha adoptado hasta ahora una epistemología interpretativa y explicativa para conocer a fondo la realidad social. Aunque la observación puede ser insuficiente. Hace varias décadas, Garfinkel entendió esto cuando propuso llevar a cabo “rupturas etnometodológicas” del orden social en los escenarios de interacción estudiados, a fin de poder revelar las normas tácitas que los constituyen y que los regulan. Por otro lado, los teóricos de los sistemas complejos nos han alentado a llevar a cabo intervenciones y experimentos sociales para entender mejor las dinámicas del sistema. No obstante, para realizar este tipo de intervenciones, los sociólogos culturales tendrán que estar dispuestos a salir de los salones universitarios, entablar nuevas interlocuciones con las agencias del Estado, las organizaciones económicas y las organizaciones de la sociedad civil, profundizar su presencia entre ellas y cultivar en ellas nuevas capacidades analíticas hasta el punto de transformarlas en fuentes de investigación de frontera en sociología cultural. Para los economistas, este horizonte no es sorprendente. En la actualidad, la investigación de punta en finanzas tiene lugar tanto en los bancos de inversión de Londres y Wall Street como en las universidades, así como la economía monetaria de punta se concreta en los bancos centrales y en la academia.

En conclusión, una sociología cultural que aspira a influir sobre la sociedad parece necesitar de un conocimiento más fino y más cercano a las dinámicas sociales y organizacionales que examina, conocimiento que a su vez parece estar disponible solo a través de un giro en la sociología cultural hacia una epistemología sustentada en la intervención.

Sociedad, cultura y esfera civil

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