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Hacia un giro latinoamericano

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Después de tres décadas, la sociología cultural está llamada a lidiar de manera mucho más directa con el fenómeno de la diferencia cultural; tiene que poder ofrecer conocimiento relevante, influir sobre la dinámica social, y ser capaz de desarrollar un ethos y una epistemología con un fuerte componente de intervención social.

Estos tres frentes alinean la frontera actual de la sociología cultural, no solo con un aspecto relevante de la experiencia cotidiana latinoamericana y de la identidad histórica de sus habitantes, es decir, la experiencia de la diferencia cultural, sino también con las sensibilidades y las identidades intelectuales que han caracterizado el pensamiento social latinoamericano tanto en las décadas pasadas como más recientemente.

Tradicionalmente, los pensadores latinoamericanos se han distinguido por su aspiración a incidir en procesos sociales reales y por su disponibilidad a intervenir directamente en la sociedad participando en experimentos sociales concretos. La representación social que, por ejemplo, algunos científicos sociales de Estados Unidos y Europa tienen de América Latina, es que las ciencias sociales latinoamericanas son disciplinas profundamente comprometidas con su entorno social y político. Paulo Freire, Augusto Boal, Pablo González Casanova u Orlando Fals Borda —por citar algunos nombres— ofrecen un ejemplo típico en ese sentido.

En particular, en las últimas dos décadas, un creciente número de voces críticas a lo largo de América Latina se ha pronunciado en contra de las prácticas de investigación social que parecerían, se argumenta, anteponer la pasión política a la evidencia empírica y el rigor analítico. Estos críticos han venido invocando unas ciencias sociales más empíricas, menos interesadas en ofrecer lecturas generalizadas de los sistemas sociales, y más centradas en vislumbrar nuevas tierras prometidas hacia las cuales las sociedades latinoamericanas deberían transitar. Su propuesta es la de explorar estrategias que permitan analizar la mecánica fina de los procesos sociales en pro de una identificación de senderos viables para la solución de los problemas sociales. Imaginando a los investigadores sociales más como expertos y técnicos y menos como profetas, esta vertiente del pensamiento latinoamericano no ha abandonado la aspiración de incidir sobre la realidad social que la rodea. Lo que ha cambiado es el foco de su influencia, ya no sobre la elaboración de grandes plataformas políticas capaces de convocar de manera masiva a sus conciudadanos, sino sobre el diseño y la puesta en marcha de dispositivos de intervención más acotados capaces de incidir, por ejemplo, en las políticas públicas o dinámicas específicas de mercado.

La tensión entre estas dos maneras de entender la investigación social caracteriza el lugar en el que se encuentra hoy el pensamiento social latinoamericano. Lograr una síntesis que lleve a recoger lo positivo que puede haber en cada una de estas dos sensibilidades permitirá avanzar en la elaboración de formas de conocimiento social capaces de contribuir a la construcción de pisos comunes entre actores diferentes en nuestro continente. Avanzar en la integración entre actores en conflicto.

La frontera actual de la sociología cultural parece exigir al programa fuerte mayor performatividad en la vida social. Al mismo tiempo, el contexto internacional en el que se mueve parece obligarlo a profundizar aún más su énfasis en lo empírico mediante la adopción de un espectro más amplio de metodologías de análisis de datos cualitativos, tanto de corte interpretativo como computacional: un lugar muy cercano al que hoy transita el pensamiento social latinoamericano. Pensar y pilotear nuevas síntesis hacia las cuales quisiéramos dirigir la teoría social en nuestro continente podría tener efectos relevantes en la trayectoria global del programa fuerte en sociología cultural durante las próximas dos décadas.

En la actual frontera de la sociología cultural hay espacio para una voz latinoamericana. Invocando la articulación de una agenda latinoamericana de investigación en sociología cultural, no buscamos vislumbrar una vez más el establecimiento de la enésima franquicia regional de un paradigma con proyección global, cuya gramática queda irremediablemente diseñada para otro contexto. Dados los desafíos que la sociología cultural actualmente enfrenta, hay márgenes para un giro latinoamericano en la trayectoria global del programa fuerte. Toca a nosotros imaginarlo y dar pasos en esa dirección para realizarlo.

Sociedad, cultura y esfera civil

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