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TESTIMONIO

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Pues bien, sobre la acusación misma, ignoro qué más [9] debo alegar. Pero creo, consejeros, que si en los demás procesos es pertinente defenderse sólo de las acusaciones mismas, en los exámenes es justo dar razón de toda la vida. Os pido, por consiguiente, que me escuchéis con benevolencia, que haré mi defensa en los términos más breves que pueda.

[10] En primer lugar, pese a que no me había quedado mucho patrimonio por causa de los infortunios tanto de mi padre como de la ciudad, casé a dos hermanas mías dándoles por dote treinta minas a cada una. Y tal fue el reparto que hice con mi hermano, que éste admite tener más bienes paternos que yo. Con todos los demás, mi vida ha sido de tal clase que jamás he tenido pleito alguno con uno solo de ellos.

[11] Esta ha sido mi conducta privada. En lo que toca a mi comportamiento público, creo que la mayor prueba de mi virtud es que los jóvenes, que suelen entretenerse con dados, bebidas e intemperancias semejantes, ya veis que son todos distintos de mí y que son éstos quienes más me censuran y calumnian. Sin embargo, es evidente que si tuviéramos las mismas apetencias, no tendrían para conmigo esta actitud.

[12] Pero es más, consejeros. Nadie podrá demostrar sobre mí que haya habido un juicio privado escandaloso, ni un proceso público, ni una denuncia. Y, sin embargo, ya veis que otros caen a menudo en procesos de esta clase.

[13] Y, en fin, en lo que toca a expediciones militares y peligros frente al enemigo, observad cómo me he comportado con el Estado. Para empezar, cuando hicisteis la alianza con los beocios7 y hubo que ir en su auxilio a Haliarto8, aunque yo había sido reclutado por Ortobulo9 para la caballería, cuando observé que todos creían que había necesariamente seguridad para los caballeros y peligro para los hoplitas, pese a que otros no examinados subían a los caballos contra la ley10, yo me acerqué a Ortobulo y le dije que me borrara de la lista. Pensaba que era vergonzoso combatir buscando la seguridad para mí, cuando la mayoría iba a afrontar el peligro. Sube a la tribuna por favor, Ortobulo.

Discursos II

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