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ОглавлениеPues bien, de las demás campañas o servicios de vigilancia [18] jamás falté a ninguna, sino que durante todo el tiempo continué atacando entre los primeros y retirándome entre los últimos. Y, claro, es en cosas así donde se debe observar a quienes se conducen como ciudadanos diligentes y ordenados, y no si uno lleva el pelo largo14, odiarlo por ello. Pues semejantes hábitos no dañan ni a los particulares ni al común de la ciudad y, en cambio, de los que se prestan al peligro os beneficiáis todos vosotros. Conque no es justo, [19] consejeros, estimar u odiar a nadie por su apariencia, sino observar su conducta, pues muchos que hablan poco y visten decorosamente han sido responsables de muchos males y, en cambio, otros que se desentienden de tales cosas han realizado en vuestro favor muchos servicios.
[20] Consejeros, ya me he enterado de que algunos están resentidos conmigo incluso por esto, porque, joven como soy, he intentado hablar ante el pueblo. Pero, en primer lugar, me he visto obligado a hablar en público en defensa de mis propios asuntos; y después, por más que mi disposición me parece, incluso a mí mismo, más ambiciosa de lo conveniente, cuando pienso en mis antepasados, que nunca dejaron [21] de gestionar los asuntos del Estado y, al mismo tiempo, veo que vosotros (pues hay que decir la verdad) sólo a éstos los tenéis en alguna estima… Conque viéndoos con esa actitud, ¿quién no se vería arrastrado a actuar y hablar en bien del Estado? Y además, ¿por qué ibais a sentir resentimiento contra estos tales? Pues no existen otros jueces sobre ello sino vosotros.
1 Los muros largos fueron derribados, según los términos del armisticio impuesto por Lisandro a Atenas, en abril del 404 a. C. En septiembre del mismo año se instalaron los Treinta en el poder.
2 Esta afirmación la confirma el orador en XXX 15.
3 Gr. katástasis. Es una subvención que recibían los caballeros para ayudar a completar su equipamiento y que, según HARPOCRACIÓN, s. v., debían devolver al término de su servicio. Pero este autor, por la forma de redactarlo, no parece saber del asunto más de lo que dice aquí Lisias («parece que era un dinero…»). Es posible, por tanto, que sólo se lo hicieran devolver a quienes habían servido como caballeros bajo los Treinta.
4 El filarco es el jefe del escuadrón de caballería de cada tribu (phýlē), formado por cien hombres, y estaba subordinado al hiparco (cf. ARISTÓT., Constit. aten. 61, 5).
5 Son magistrados creados a raíz de la restauración democrática para instruir y juzgar procesos de propiedad en los que una de las partes litigantes era el Estado. Dado que los Treinta realizaron múltiples confiscaciones, el número de reclamaciones de propiedad que tuvo que resolver el Estado, luego de la restauración, tuvo que ser ingente, como nos permite vislumbrar el discurso Contra Hipoterses (Fr. 1) y las numerosas díkai exoúlēs que conocemos. Sobre estos magistrados, cf. J. H. LIPSIUS, Das attische Recht und Rechtsverfahren, Hildesheim, 1966, págs. 115 y sigs. (a partir de ahora, LIPSIUS, 115 y sigs.) y HARRISON, II 34 y sigs.
6 Esto lo contradice el propio Lisias en XXVI 10, pero es probable que tenga razón aquí Mantíteo.
7 Alude a la alianza que Tebas suscribió con Atenas el año 396 ante la inminente amenaza de Esparta (cf. Inscr. Graec. II2, I 114: «alianza eterna entre los beocios y los atenienses»). Ésta fue favorecida por las relaciones de hospitalidad que se habían establecido entre tebanos y atenienses a raíz de las expulsiones masivas de ciudadanos por los Treinta (cf. Fr. 36 En defensa de Ferenico). Entre los atenienses que se acogieron a la hospitalidad tebana estaba Trasibulo que partió de allí para tomar File.
8 Fue en esta batalla donde se inició el declive de la hegemonía espartana con la muerte de Lisandro. Pausanias, que llegó tarde en su ayuda, no se atrevió a enfrentarse conjuntamente a los beocios y a un cuerpo de ejército ateniense mandado por Trasibulo en el que, sin duda, se encontraba Mantíteo. Cf. JENOFONTE, Hel. III 5, 17 y sigs.
9 Este personaje, por lo demás desconocido, podría ser o bien el filarco de Mantíteo o bien un katalogeús de los que habla ARISTÓTELES (Constit. aten. 49, 2) y que se encargaban de reclutar a los caballeros; ello si no coincidían filarco y katalogeús en la misma persona.
10 Sobre la seguridad que ofrecía el servicio en la caballería, frente al hoplítico —y las múltiples irregularidades que se cometían para servir como caballero— es muy ilustrativo el discurso XV.
11 En la primavera del 394, los Confederados (Tebas, Atenas, Corinto y Argos) se concentraron en el Istmo con la intención de marchar a «quemar las avispas en sus nidos». Pero hubo una cierta dilación y, entre tanto, los espartanos llegaron al golfo Sarónico. La batalla se trabó en Nemea y fue notable por el elevadísimo número de combatientes (16.000 por parte de Esparta y 24.000 hoplitas por parte de la Confederación). Técnicamente fue una victoria espartana, pero no sirvió para cambiar la situación política. Cf. JEN., Hel. IV 2, 9 y sigs.
12 Se trata, sin duda, del mismísimo Trasibulo de Estiria, tan conocido que Mantíteo no necesita nombrarlo. Llama la atención la ironía y la familiaridad con que lo trata.
13 En realidad estos escuadrones formarían parte del ejército confederado que se enfrentó a Agesilao en Coronea (394 a. C.). La batalla, descrita por Jenofonte como cruenta y muy violenta, fue ganada por Agesilao, pero, al no tener fuerza suficiente para imponer la victoria, de hecho constituyó una derrota para Esparta porque significó el fin definitivo de su breve hegemonía. Cf. JEN., Hel. IV 3, 15 y sigs.
14 Mantíteo reconduce astutamente al terreno moral una alusión que sus adversarios habrían hecho a su largo pelo, como prueba de que había servido en la caballería. Ya lo advertía ARISTÓFANES (cf. Cab. 580-581) con una frase que Lisias parece tener presente aquí: «cuando llegue la paz… no nos odiéis por llevar melena».