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1.7. EL COMPORTAMIENTO INDESEABLE

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Siempre han importado más las pasiones, emociones e imaginación que la verdad y la razón. Guerras y toda clase de desgracias se han producido por ello. Quienes llegan al poder, usualmente lo logran gracias a las pasiones y emociones que promovieron. Palabras como pueblo, libertad, fascista, democracia, paz y un largo etcétera, que intencionalmente jamás se definen, son comodines para promover pasiones y emociones en provecho propio. La corrección política es un problema de pasiones y emociones, o sea, opiniones sin ciencia que se hacen valer como dogmas.

Sin primera comprensión sucede uno de los pilares de la tragedia de la sociedad sin criterio, del que nos habla Umberto Eco:

«La característica principal de la gente es que está dispuesta a creérselo todo». (Eco, 2002).

Pasiones y emociones pueden ser sinónimos; aquí, con pasiones y emociones nos referimos a todas aquellas motivaciones a que alude Cicerón en una cita, tomada de Sobre el orador, que se reproduce más adelante y que es central para nuestra reflexión. Las pasiones y las emociones que son problema son las desbocadas, porque en su adecuada proporción son necesarias en la vida, como al comer (Esquivel y otros, 2008, p. 3) o al amar sanamente.

Sumen una imaginación delirante y el terreno para las tragedias, o para los errores monumentales, está casi listo. No falta sino el combustible: la mala información, que puede ser de origen externo o interno. Hay mucha información basura por ahí en cantidades astronómicas gracias a internet (Quattrociocchi, 2016), uno mismo, los conocidos o la prensa (que no es sino un cúmulo de opiniones, de doxa); además, si la información correcta disponible no se examina adecuadamente, como cuando se omiten elementos relevantes (sin primera comprensión), puede mutar a información basura. Manifestó Michael Crichton a través de uno de sus personajes:

«… durante toda tu vida oirás hablar a la gente, y la mayoría de las veces, probablemente el noventa y cinco por ciento de las veces, lo que oigas será falso». (Crichton, 2015).

La primera comprensión es un asunto de buen criterio. Usted puede tener estudios universitarios, y no servirle de mucho ¿Recuerda al doctor Hannibal Lecter, el célebre psicópata de El silencio de los inocentes? Era un sujeto con muchos estudios, el problema era que no tenía formación (no recibió paideia, dirían los griegos). O piense en Joseph Mengele, hombre de buena familia y con excelente educación, pero un auténtico monstruo. En rigor un título es secundario, en lo que tiene que ver con calificar la calidad de una persona.

Las personas aún no han aprendido lo importante que es formarse, y se concentran en educarse, que, en su acepción moderna, consiste en asistir a alguna institución, como si una escuela o una universidad garantizaran formación. No olvidemos un gran peligro asociado a la deficiente formación: que la ignorancia, incluso la adquirida con profesores, genera confianza en la persona, a veces más que el conocimiento, como sostuvo Charles Darwin. Por eso los ignorantes son tan atrevidos.

Podremos hablar de educación como sinónimo de formación, cuando hagamos realidad conceptos como el de paideia griega, sobre la cual Jaeger escribió su clásica obra titulada Paideia.

En tanto, la vida moderna descansa sobre información basura, que lo es aunque esté muy extendida su aceptación, como la exagerada visión negativa de la Edad Media, en la que, entre otras novedades, nació el concepto moderno de tiempo (Le Goff, 2011, p. 176; también Tamayo, 2017). Es cierto que, aun con toda la diligencia posible, tal vez no se elimine la información basura o no se supere la doxa, pero siempre hay que hacer el mejor esfuerzo. A esto llamaremos razonabilidad: a ir intelectualmente hasta donde se pueda. Lo emocional es un problema adicional que gravita sobre muchos aspectos de la vida moderna, como las campañas por problemas sociales, que pueden adquirir matices inconvenientes por muy buena que pueda parecer la causa que defienden, o sea, por toda la carga emocional que tengan.

En realidad, se trata de dejar de comportarnos en forma tan simplona y aplicar el buen criterio.

La tragedia de la sociedad sin criterio

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