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Capítulo 9: Fama y Misterios

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En la sala de la casa de Sergio y Mónica, el televisor brillaba con una luz azul que iluminaba sus caras. Mónica estaba sentada en el sofá, con un mate en las manos. Sergio, en su sillón favorito, miraba las noticias con atención.


La primera noticia fue impactante. El presentador hablaba con voz seria:

– Tragedia en el Parque General San Martín. Un hombre, todavía sin identificar, se defendió de un robo y mató a tres delincuentes. Este hecho ha causado mucha discusión en la ciudad. Algunos quieren que lo castiguen por usar demasiada fuerza, pero otros lo ven como un héroe contra la delincuencia.


Mónica levantó una ceja, sorprendida.

– Che, ¿viste eso? – le dijo a Sergio, señalando la pantalla – . ¿Quién será ese tipo? ¿Un justiciero o un loco?


Sergio se encogió de hombros, pero se veía preocupado.

– No sé, pero esto va a causar problemas. La gente está cansada de la inseguridad, pero tampoco podemos andar matando a cualquiera.


Antes de que pudieran seguir hablando, la noticia cambió. Ahora aparecía Natalia, con su corona de reina de Mendoza y su manto brillante, sonriendo frente a las cámaras. El presentador anunciaba con emoción:

– ¡Natalia Fader, la nueva reina de Mendoza Capital! La joven, de origen ruso pero con un corazón mendocino, conquistó a todos con su carisma y su amor por nuestra tierra.


Mónica se rió.

– ¡Che, este Robert no puede estar solo ni un momento sin hacer algo loco! – dijo, mirando a Sergio – . Primero se casa en secreto, ahora trae a una reina a la familia. ¿Qué sigue? ¿Un premio Nobel?


Sergio sonrió, pero antes de que pudiera responder, la puerta se abrió y entraron Luis y Natalia. Traían bolsas de compras y parecían felices, aunque un poco cansados.


– ¡Ahí están los famosos! – dijo Sergio, levantándose – . Ya son famosos, ¿eh? Acaban de llegar a Mendoza y ya están en la tele, Robert.


Luis hizo una mueca, aunque sabía que el apodo era inevitable. Desde chico, en la familia lo llamaban «Robert», por su segundo nombre, Roberto. Era un apodo que nunca lo abandonó.


– Papá, dejá de llamarme Robert – protestó, pero con una sonrisa – . Ya no soy un chico.


– Bueno, Robertito – respondió Sergio, guiñándole un ojo – . Menos mal que esta vez salís en la tele por algo bueno y no por meterte en quilombos, como aquella vez que…


Luis lo interrumpió rápidamente.

– ¡Eh, eh, eh! No hace falta recordar eso – dijo, mirando a su padre con advertencia.


Natalia, curiosa, miró a Luis.

– ¿Qué pasó aquella vez? – preguntó, sonriendo.


Luis se rascó la nuca, incómodo.

– Nada importante – mintió, mirando hacia otro lado – . Cosas de cuando era adolescente.


Mónica, divertida, intervino.

– Sí, claro, «de la adolescencia». Tenía 19 años… Pintó un grafiti en el monumento a San Martín que salió en todos los diarios del país. ¡Hasta lo entrevistaron en la tele! ¿Te acordás, Sergio?


Sergio asintió, conteniendo la risa.

– ¡Cómo olvidarlo! "¡Fuera la logia británica de la Argentina!», decía tu obra maestra. Y abajo, tu firma: Fader. Para que nadie dudara de quién era el autor…


Luis se cubrió la cara con las manos.

– Era una protesta contra… bah, ni me acuerdo.


Natalia lo miró con admiración burlona.

– ¿Y eso de la logia británica? ¿A qué te referías?


Luis se rió incómodo.

– Eeeh, después te cuento – dijo, desviando la mirada.


Mónica se rió.

– Pero, mirá, hasta hoy la gente se saca fotos con tu pintada. Lo llaman «el mensaje rebelde de la Generación 2000».


Sergio aprovechó para cambiar de tema.

– Bueno, dejemos el pasado atrás. Lo importante es que ahora tenemos una reina en la familia – dijo, guiñándole un ojo a Natalia – . ¿Y cómo se siente la reina de Mendoza?


Natalia sonrió, todavía riéndose de la historia de Luis.

– Se siente increíble. Aunque no sé si estoy a la altura de tanta responsabilidad.


– Bah, tonteras – dijo Mónica, acercándose para abrazarla – . Vos naciste para esto, Natalia. Y si Robert te metió en esto, al menos que te trate como una reina.


Luis levantó las manos en señal de rendición.

– ¡Lo hago, lo hago! Aunque a veces creo que ella es la que me trata como a su súbdito.


Todos rieron, y por un momento, la casa se llenó de un ambiente cálido y familiar. Pero mientras reían, en la televisión, que seguía encendida, aparecía otra vez la imagen del hombre que había matado a los delincuentes. La discusión en la ciudad crecía, y aunque nadie en la sala lo mencionó, la sombra de ese misterioso justiciero parecía flotar en el aire, como una señal de que algo más grande estaba por pasar.


Luis, sin querer, miró hacia la ventana. En algún lugar de Mendoza, un maletín seguía su camino, y con él, los secretos que podrían cambiar todo. Pero por ahora, decidió disfrutar del momento. Después de todo, ¿cuántas veces se tiene una reina en la familia?

El misterio de los Fader

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