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Capítulo 11: La Finca de los Sueños

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El sol de finales de febrero en Mendoza pintaba el cielo de tonos dorados y anaranjados, mientras el Gacel avanzaba por el camino de tierra que llevaba a la finca Fader. Los Andes, majestuosos e imponentes, se alzaban en el horizonte como guardianes eternos. Sus picos nevados brillaban bajo la luz del sol, contrastando con el azul intenso del cielo. Las montañas parecían estar más cerca de lo que realmente estaban, como si quisieran abrazar a quienes las contemplaban. El aire fresco y seco llevaba el aroma de la tierra y las uvas, anunciando la cercanía de los viñedos.


Natalia, con los ojos brillantes de emoción, no podía apartar la vista del paisaje.

– ¡Es increíble! – exclamó, apretando la mano de Luis – . Nunca había visto algo tan hermoso. ¡Voy a dibujar estas montañas!


Luis sonrió, orgulloso de su tierra.

– Mendoza tiene algo mágico – dijo – . Y esto es solo el comienzo.


Al llegar a la finca, la vista era aún más impresionante. Los viñedos se extendían por todas partes, formando un mosaico de verdes y dorados. Las hojas de las vides brillaban bajo el sol, y los racimos de uvas maduras colgaban pesados, listos para la cosecha. Había viñedos de malbec, la uva emblemática de Mendoza, con sus bayas oscuras y jugosas. También había filas de cabernet sauvignon, con sus hojas rojizas y uvas de piel gruesa, y algunas parcelas de chardonnay, cuyas uvas doradas prometían vinos blancos frescos y afrutados. Las acequias, canales de riego que serpenteaban entre los viñedos, llevaban el agua cristalina de los deshielos andinos, alimentando las raíces de las vides. Los surcos, cuidadosamente trazados, seguían el ritmo de la tierra, como si fueran parte de un diseño natural.


La casa de la finca, una construcción de estilo colonial con paredes de adobe y techos de tejas rojas, se alzaba en medio del paisaje como un refugio acogedor. Sus ventanas grandes y balcones de madera invitaban a disfrutar de la vista. El jardín, lleno de flores y árboles frutales, completaba la escena, dando un toque de color y vida al entorno.


Sergio y Mónica, emocionados por mostrarles el lugar, decidieron dar un paseo por los viñedos.

– Vamos a ver cómo están las uvas – dijo Sergio, guiñándole un ojo a Luis – . Ustedes disfruten del paisaje.


Luis y Natalia se quedaron cerca de la casa, abrazados dulcemente mientras contemplaban el paisaje. El sonido del agua corriendo por las acequias era relajante, como una melodía que acompañaba la tranquilidad del lugar. Natalia apoyó su cabeza en el hombro de Luis, sintiéndose en paz.

– Es como un sueño – dijo maravillada – . No puedo creer que estemos aquí.


Luis la abrazó con más fuerza, sintiendo que el mundo se detenía por un momento.

– Este es un lugar único – dijo – . Donde podemos soñar.


Sin que ellos lo notaran, el maletín que había estado viajando por las acequias pasó de largo, arrastrado por la corriente. El agua lo llevó hasta una de las acequias que terminaba en uno de los viñedos de la finca Fader. Allí, el maletín se atascó entre las piedras, semiabierto, como si esperara a ser descubierto.


El atardecer llegó, tiñendo el cielo de tonos rojizos y morados. Los Andes, ahora siluetas oscuras contra el horizonte, parecían despedirse del día. Sergio y Mónica regresaron del paseo, y juntos, los cuatro se dirigieron a la casa para disfrutar de una cena familiar. La finca Fader, con sus viñedos y su magia, los recibía con los brazos abiertos, prometiendo darles una acogedora estadía.


Mientras tanto, en la oscuridad creciente, el maletín seguía atascado en la acequia, esperando a que algo o alguien lo descubriera. Y en la quietud de la noche, un zorro curioso se acercó, olfateando el objeto extraño. Con un movimiento rápido, el zorro mordió el maletín, abriéndolo por completo. De su interior, cayó un frasco con una sustancia resplandeciente, que se vertió en el agua de la acequia, iluminando por un instante el viñedo con un brillo sobrenatural.


Algo había cambiado en la finca Fader, y nadie, ni siquiera el zorro, podía predecir las consecuencias de aquel misterioso derrame de sustancia resplandeciente.

El misterio de los Fader

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