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El Ejército

El Pueblo editorializa anteayer contra nosotros, a propósito de unas consideraciones que expusimos aquí sobre el Ejército. No recordamos ya precisamente en qué consistieron los argumentos del colega, pero estamos seguros de que nos dejaron una impresión de frivolidad y de descuido. En todo caso, al transcribir algunos párrafos de nuestro editorial, insertándolos entre sus objeciones, quien nos combate hace la mejor defensa nuestra colocando paralelamente lo que dijimos y lo que él dice. Al discernimiento del público nos atenemos.

Algunas otras personas se han declarado en contra de nuestra concepción del Ejército y nos han reprochado particularmente el que nos atrevemos a pensar en que la Policía ha de ser la encargada de develar motines y movimientos similares, y el que sentáramos tácitamente el principio de que un soldado armado y uniformado no debe disparar jamás en ningún caso contra un pueblo justa o injustamente indignado.

Ya imaginábamos que tendríamos en contra muchas honorables opiniones. Y hasta por una especie de prolepsis habíamos prevenido algunas de las objeciones probables que podrían oponerse a una concepción alta y nacional del Ejército. Pero, ya iremos exponiendo a lo largo de nuestra labor unas cuantas ideas que tenemos aún para respaldar aquellos juicios que se han creído absurdos. Porque aquí lucharemos incansablemente por la neutralización y nacionalización del Ejército, por el ennoblecimiento de esa institución que el señor Roa y sus secuaces están convirtiendo en una guardia de mamelucos, sin honor y sin vergüenza.

Bien sabemos que en muchas partes, aun en algunos grandes países americanos y europeos, el Ejército es casi sólo un instrumento gubernamental y que en Berlín se ha ametrallado muchas veces a las turbas y en Buenos Aires se fusila hoy a los obreros y en Francia se abalea en ocasiones a los labriegos y a los huelguistas.

Pero este argumento de que “así se hace en las naciones civilizadas” es un subterfugio apenas adecuado a la dialéctica trivial de don Erasmo el Exiguo.24

No debemos avergonzarnos de que, desde una de estas pequeñas tribunas, se hable alguna vez en nombre de la humanidad y que, de cuando en cuando, nuestra débil voz tenga una intención trascendente.

Rigoletto, “Editorial”, Barranquilla, 11 de abril de 1919.

24 Seudónimo literario del presidente Marco Fidel Suárez.

Nueva antología de Luis Tejada

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