Читать книгу ¡Podemos querernos más! - María Agustina Murcho - Страница 10

Оглавление

¿Por qué creemos lo que nos dicen los medios?


Es frecuente que cuando alguna persona famosa anuncia que bajó de peso con cierta dieta o con cierto producto, las personas imiten esas prácticas, comiendo de la misma manera y comprando la misma pastilla o batido.

Este impulso está naturalizado porque lamentablemente falta, como faltó siempre, una cuestión muy importante que es la educación alimentaria desde la infancia. Los niños no saben casi nada sobre los alimentos, la importancia de los nutrientes, la necesidad de estar bien alimentado y los peligros de realizar dietas de hambre o tomar “productos milagro”.

Es fundamental que desde niños estemos informados sobre esto, porque no saber perjudica a futuro. Si una persona está bien educada desde su infancia, probablemente no caiga en prácticas que pongan en juego su salud.

“No consumir hidratos de carbono genera debilidad”

Por ejemplo, si se les explicara que no consumir hidratos de carbono genera debilidad, pérdida de masa muscular, efecto rebote, dolor de cabeza y posibles problemas anímicos, pensarán dos veces antes de realizar “la dieta de X famoso sin hidratos”. Lo mismo si supieran que tomar pastillas para adelgazar puede generar serios problemas de salud, e incluso la muerte.

Se debería educar a los chicos y explicarles de forma dinámica sobre todas estas cuestiones, y de esa manera, no creerían todo lo que se difunde a través de los medios de comunicación.

Otro tema importante es que muy poca gente sabe realmente de qué manera se baja de peso. Jamás se ha explicado que los descensos a base de restricciones y pérdidas de peso rápidas no son sanos. Al contrario, son los propios nutricionistas quienes enseñan eso al paciente. Somos pocos los que nos dedicamos realmente a la educación alimentaria y es muy difícil cambiar el “chip dietante”.

A la falta de educación alimentaria en las escuelas, se suman las malas prácticas de muchos licenciados en Nutrición, que avalan las dietas con muy pocas calorías, sin hidratos de carbono y hasta algunos juzgan a sus propios pacientes por tener sobrepeso, con comentarios desagradables. Ambos factores provocan que sea mucho más fácil vender cualquier cosa a través de los medios.

Lo más grave de la falta de educación es que es más fácil caer en un trastorno de la conducta alimentaria. Muchas personas son propensas a padecer este tipo de trastornos, y los medios de comunicación son grandes disparadores de ellos.

En primera persona: Pamela, 21 años

Las redes sociales y la desinformación en la televisión venían afectando mi alimentación hace seis años. Cuando comencé a seguir cuentas de “chicas fit”, generé una horrenda obsesión con la comida. Me sentía extremadamente culpable cada vez que comía algo que no fuera “fit”, además de impotencia, porque, al ser chica, yo no compraba la comida de mi casa. A los diecisiete años dejé de comer y bajé de peso de forma extrema (con efecto rebote, obviamente). Mi mamá, preocupada, me mandó a una nutricionista que lamentablemente era poco profesional: me prohibió las harinas. Yo con casi diecinueve años pesaba 50 kilos y seguía sintiéndome gorda. En las redes sociales, las famosas empezaban a promocionar unas pastillas que impedían que el cuerpo asimilase los hidratos y así podía comer sin llorar por la culpa.

Entonces empecé a seguirte, Agus. Cada uno de tus posteos iba desmintiendo lo que había leído durante años y me salvaron de seguir alimentándome mal.

Hoy, a los veintiún años, encontré una nutricionista que me sacó todos los miedos a la comida, tengo un peso saludable y mi composición corporal no podría estar mejor.

Hago la actividad física necesaria y me siento feliz conmigo misma y con mi vida social.

Es fundamental que empiece a haber una materia de nutrición en los colegios, donde se hable seriamente de estos temas, así como sería muy bueno que hubiese grupos o talleres para padres, donde les explicasen las mismas cosas para cuidar a sus hijos; de esta manera, se combatiría la desinformación.

Esto no quiere decir que si hay educación alimentaria en los colegios nadie más va a caer en lo que se vende sin aval científico. Sabemos que cuando hay trastornos alimentarios o una obsesión muy fuerte, la persona se prohíbe alimentos por más que sepa la importancia de cada nutriente. Esto es un caso aparte, pero sí es real que si se empieza a dar educación alimentaria en los colegios, todos comeríamos mucho mejor.

¡Podemos querernos más!

Подняться наверх