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El Centeno de PDVSA

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Mientras la operación quedaba pendiente a un encuentro formal para definir una ejecución, D’Alessio comenzaba con otro trabajo que prometía ser un nuevo escándalo nacional en términos políticos y que hasta salpicaría a otros países; esta giraría en torno a la empresa Petróleo de Venezuela S.A. (PDVSA). A la connivencia y participación necesaria para el éxito de la operación se sumarían el reconocido periodista de Clarín Daniel Pedro Santoro, el fiscal federal Carlos Ernesto Stornelli, los comisarios Ricardo Oscar Bogoliuk y Aníbal Degastaldi, y los desconocidos Eduardo Ariel Menchi “Chispa” y Mariano Díaz Strunz, alias “Alemán”.

En esta ocasión el espía utilizó el “Protocolo de Protección de la DEA”. ¿Qué era? El mismo consistía en contactar a quien sería una víctima, de la que buscaría un rédito que podría ser económico o de otro tipo, como la obtención de información. En esta ocasión, el objetivo era lograr que un exdirector de la empresa PDVSA se arrepintiera y denunciara irregularidades ante el sistema judicial porteño.

Para ello, D’Alessio utilizó distintos métodos psicológicos. Primero, se hizo de información personal y sensible de la futura víctima, y hasta inventó una supuesta causa en su contra. Con la amenaza latente de dar a conocer el contenido obtenido, lograría “ablandar” a la persona y que esta cediese ante sus requisitos. De esta forma, pasaría de “víctima” a “arrepentido”.

Una vez logrado el cometido, el espía haría público el testimonio del arrepentido en medios de comunicación que, en el caso de D’Alessio, variaban en una primera instancia entre el diario Clarín y los canales de noticias A24, TN y El Trece. La seguridad del arrepentido estaría cerciorada una vez que su relato y su cara aparecieran en los televisores de los argentinos y argentinas. Por último, le tocaría el turno a la Justicia. Tras haber logrado un escándalo periodístico, habría una investigación de hecho que realizarían siempre, o casi siempre, el mismo fiscal y juez. De no ser así, el arrepentido sería quien, voluntariamente, declararía ante esas personas predestinadas a llevar adelante la investigación. Los variables dependerían del tipo de operación en cuestión.

“Quien es ‘puesto en emergencia’, ‘atemorizado’ o ‘ablandado’ ya sea porque ha cometido un delito o porque tiene una situación personal embarazosa, porque se utiliza un ardid verosímil o por lo que fuere, es capaz de ratificar cualquier cosa con tal de que aquel conocimiento que lo aterroriza –y que no necesariamente tiene que ser un delito– deje de ser utilizado en su contra”10.

El uruguayo Gonzalo Brusa Dovat fue gerente de la compañía Petrolera del Conosur S.A., que responde a PDVSA, desde junio de 2010 a agosto de 2014. Los primeros días del año 2019 estaba tomando un café en un bar ubicado en una de las esquinas de Plaza de Mayo. Las ojeras, que sus lentes ocultaban, dejaban entrever las pocas horas de sueño que había tenido. Notó que en la mesa contigua estaba el reconocido periodista Rolando Graña. Recordó que dicho comunicador había investigado a la empresa Fluvialba, de la cual PDVSA posee la mitad del paquete accionario. Supo que sería el adecuado para confesarle un pesar que le generaba sensaciones de ahogo y desasosiego.

Terminó rápido su café, se acercó a Graña y, tras una breve presentación, le exteriorizó su angustia: “Estaba siendo amenazado por supuestos ejecutivos venezolanos de la empresa PDVSA y presuntos agentes bolivarianos. El Servicio de Inteligencia venezolana (SEBIN) le había rodeado la casa”. Le adelantó al periodista que tenía dos discos rígidos con información para entregarle y conseguir, así, un reaseguro mediático.

Graña prestó atención a las palabras de Brusa Dovat y, tras intercambiar números de teléfono, acordaron un nuevo encuentro para desentrañar lo que estaba ocurriendo. Días después el periodista se comunicó y le propuso encontrarse en la sede de su productora, “El Galeón Producciones”, sobre calle Humboldt en el barrio Las Cañitas. Sesenta minutos fueron suficientes para que Graña notase la magnificencia del hecho. Gonzalo Brusa Dovat le aportó información con relación a las actividades de la compañía, pero, a cambio, le esgrimió una serie de condiciones: no quería fama, no quería hacer ningún tipo de entrevista, no le interesaba ninguna compensación económica y mucho menos que su nombre fuera público. Asintió a sus requisitos y le sugirió una nueva reunión a la que sumaría a un conocido suyo, que había actuado en la causa de Gas Natural Licuado (GNL) y había trabajado en Energética Argentina S.A. (ENARSA): Marcelo Sebastián D’Alessio11.

El exgerente de la empresa PDVSA desconocía quién era, pero al haberse sentido cómodo con el periodista –que le había respetado sus condiciones– le manifestó que lo conocería. Acordaron un café para el jueves 24 de enero. Para el miércoles 23 de enero el espía no solo sabía que conocería a Brusa Dovat y qué haría con él, sino que había investigado cada mancha de su presa y, con la sapiencia de un cazador, aguardaría el momento preciso para cazarlo.

Por eso, a las dos de la madrugada del 23 de enero, le envió un mensaje por WhatsApp a Carlos Stornelli: “Mañana voy a hacer que se arrepienta un actual director de una residual de PDVSA, que sigue operando en el país. Si es lo que imagino, además del informe que tengo que armar para Maine y enviarlo por valija diplomática, está el factor Argentino que seguro ¡le vas a sacar mucho provecho!12. El fiscal le respondió con tres manitos con el pulgar para arriba. La operación iba viento en popa.

En el barrio con nombres exclusivos de mujeres, como es Puerto Madero, se encuentra Fresh Market. En calle Olga Cossettini al 1200 y a metros del río, Rolando Graña, Gonzalo Brusa Dovat y el misterioso hombre se vieron las caras. Marcelo D’Alessio se dio a conocer como “jefe de la DEA, le exhibió una placa que llevaba dentro de su billetera, y una pistola y un fajo de dólares que guardaba en un maletín negro”13. Además, le presentó a una cuarta persona que formó parte del almuerzo; era un excomisario colaborador suyo llamado Aníbal Degastaldi. También le indicó a Gonzalo que un Toyota Corolla estaba estacionado en la vereda del restaurante, y que adentro lo esperaban sus “custodios”, Eduardo Ariel Menchi “Chispa” y Mariano Rubén Díaz, alias “Alemán”.

El almuerzo, que sería en la intimidad entre tres personas, se transformó en un encuentro con custodios y excomisarios presentes. D’Alessio le comentó al exgerente que hacía meses que venía investigando a la empresa Fluvialba –la misma sobre la que Graña había realizado informes– porque, supuestamente, realizaba un traslado marítimo de metanfetaminas. Gonzalo se sorprendió al escuchar el nivel de precisión y conocimiento que tenía el ya no misterioso hombre. El espía aportó datos muy específicos sobre la Petrolera del Cono Sur, lo que hizo que Brusa Dovat se diera cuenta de que D’Alessio sabía más de lo que decía y hasta conocía parte de su vida.

El almuerzo transcurrió con el supuesto jefe de la DEA ostentando poder, vanagloriándose del mismo y, sobre todo, impartiendo respeto entre los comensales. Fue la primera vez que Marcelo Sebastián mencionó la necesidad de implementar el “Protocolo de Protección de la DEA” para lograr un concreto resguardo sobre Brusa Dovat y su familia.

El espía entendía que era el momento de hacer un rally mediático. “Este es un caso para Daniel Santoro”, sentenció D’Alessio. La única acotación directa de Rolando Graña fue en ese exacto segundo cuando confirmó: “Sí, sí es para Santoro”14.

El conductor de televisión tuvo un gesto de solidaridad que rara vez se vislumbró en el periodismo. Le cedió una noticia e investigación que marcarían la agenda de los medios a un periodista con el que ni siquiera eran compañeros de trabajo. A pesar de ello y de haber investigado a la empresa Fluvialba que estaba relacionada a PDVSA, Graña optó por darle esa primicia al colega que brillaba ante las cámaras.

En 2019 Rolando Graña trabajó en su programa de televisión y en otros productos de los canales América y A24. En cambio, Daniel Pedro Santoro fue el jefe de la sección de Judiciales del Grupo Clarín y era columnista en el programa Animales Sueltos. Sus caminos laborales no estaban entrelazados; los dos cobraban sueldos de distintos jefes y sus líneas editoriales no siempre eran las mismas.

Entonces, ¿por qué Rolando Graña dejó pasar la noticia? Entrevistado por esta autora, el periodista dijo que “lo de Brusa Dovat no me interesó, era un tema que no me atraía, era un ‘embole’. Pero sí lo noté muy preocupado y le dije que tenía un contacto de la embajada de los Estados Unidos, porque yo creía que D’Alessio era de la embajada de los Estados Unidos y por eso los contacté”. Además confesó: “En febrero de 2019 yo tenía una línea editorial en mi programa en la que mostraba los desastres de la gestión de Macri, así que no me iba a meter con un tema que involucraba a Venezuela”15.

Con la experiencia y trayectoria de Rolando cualquiera podría deducir que este sabía que D’Alessio terminaría convirtiendo el testimonio de Brusa Dovat en un relato que cuajara a la perfección con sus intereses, y no con lo que realmente ocurrió. Tal vez por ello, y conociendo los mecanismos para lograrlo, prefirió que la noticia fuera manejada por Daniel Santoro, el periodista que en un lejano 2004 escribió el libro llamado Técnicas de Investigación: Métodos desarrollados en diarios y revistas de América Latina.

Cuando Brusa Dovat escuchó por primera vez en el almuerzo el nombre del jefe de Judiciales de Clarín no pudo asociar el apellido con una cara. Indagó en sus recuerdos fotográficos, pero no dio con el rostro del periodista que supuestamente le conseguiría ese resguardo que tanto anhelaba. Finalizado el almuerzo, D’Alessio le informó que se comunicaría para tener un nuevo encuentro junto con el otro periodista, Daniel Santoro. Se despidieron rápidamente. Marcelo Sebastián pagó la comida con su tarjeta bancaria; gastó $2630. Minutos más tarde, el “director de la DEA” volvió a verse con Pedro Etchebest y recibió el segundo pago por U$5000. Había sido un día fructífero.

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