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Prólogo

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Esta historia empieza con un falso abogado, falso agente de la DEA, falso contador y falso agente del servicio de inteligencia argentino. Pero ese es solo el comienzo. Resulta que este falso todo tiene contactos muy reales y muy valiosos en la justicia, el aparato de inteligencia local e internacional y los principales medios de comunicación del país. Y que el falso todo usa esos contactos, y la información que esos contactos le proveen, para ejercer su oficio de extorsionador y traficante de influencias. A la cuarta, quinta extorsión alguien lo graba alardeando de su amistad con un influyente periodista y reuniéndose con un poderoso fiscal en pleno veraneo.

Desenmascarado, el falso todo se monta en la grieta y se declara una víctima del kirchnerismo. Y el coro de fiscales, jueces, legisladores, periodistas, la exministra de Seguridad y luminarias varias que trataban con el falso todo cantan la misma canción, pero por las dudas dejan de atenderle el teléfono.

Entra en acción un juez de Dolores, hijo de la democracia y la primavera alfonsinista, admirador confeso de las Madres de Plaza de Mayo y los excombatientes en las islas Malvinas. El juez de Dolores mete preso al falso todo y procesa al influyente periodista y al poderoso fiscal. Y de paso avanza sobre una red estatal de espionaje interno del cual el falso todo es un miembro conspicuo pero inorgánico. Después de secuestrar innumerables carpetas y archivos con investigaciones de políticos oficialistas y opositores, magistrados, periodistas y empresarios, el juez de Dolores procesa al jefe y a la subjefa de inteligencia del gobierno anterior por haber armado y manejado esa red de espionaje interno ilegal.

Los contactos del falso todo lo acusan al juez de usar la causa para hacer política y tratan de arrancarle el caso para mandarlo al fuero más político de todos, donde no casualmente atiende el poderoso fiscal de trato asiduo con el falso todo. Mientras tanto, una runfla de espías, contraespías, miserables y alcahuetes desfila por el juzgado de Dolores. Y el mismísimo entonces presidente de la Nación profundiza la grieta al ordenar una investigación del juez de Dolores. La investigación no llega a ningún lado porque no es un crimen caerle mal a un presidente.

Las extorsiones, el tráfico de influencias y demás crímenes y pecados del falso todo quedan ampliamente probados por el juez de Dolores. Hasta sus requeteconocidos fiscal y periodista lo denuncian por estafa. El mitómano charlatán falso todo quiere convertirse en arrepentido, pero sin entregar a sus amigos. El juez de Dolores no compra y ahí sigue el falso todo, preso y abandonado hasta el día de hoy.

En cambio, el influyente periodista y el poderoso fiscal zafan. Siguen trabajando de fiscal y de periodista, cubriendo temas de gran importancia institucional. En un caso, las instancias superiores al juez de Dolores y, en el otro caso, el propio juez determinan que no se pudo acreditar que el periodista y el fiscal estuvieran al tanto de las actividades extorsivas del falso todo. Mucho menos que hayan compartido los beneficios económicos de dichas extorsiones. Queda claro que la información que les proveyó el falso todo, tanto la información falsa como la verdadera, tanto la legítima como la ilegalmente obtenida, fue de gran utilidad para el periodista y para el fiscal. Pero el falso todo negó que el fiscal y el periodista fueran sus cómplices y el juez de Dolores no encontró elementos suficientes para poder contradecirlo.

Es que en el mundo de los espías y los extorsionadores es muy fina la línea entre víctima y cómplice. En el mundo del periodismo, si la información es buena, no importa que la fuente sea mentirosa. Pero, si la información es mala, tendenciosa, fabricada, incompleta, guionada, entonces el periodista queda pegado. El mundo de la Justicia no es muy diferente.

El falso todo existe por una razón. Por lo general, los poderosos necesitan que alguien les haga el trabajo sucio porque mancharse significa perder poder. Entonces se valen de personajes que fabulan, que chapean, que no figuran en ningún lado. Los falsos todo existen, son serviciales y muy requeridos porque cuando quedan al descubierto es fácil despegarse diciendo que todo fue una gran mentira.

Pero queda la historia. Una gran historia contada por una periodista que tuvo un acceso privilegiado al juez, al expediente y al juzgado de Dolores y que usó ese privilegio para desandar una trama de suspenso que nada tiene que envidiarles a las mejores novelas del género. Una historia tan falsa como verdadera, tan argenta como universal. Un falso todo de vínculo verdadero con un periodista y un fiscal. Un juez que los investiga. Una grieta. Un Poder Judicial partido en dos. Un presidente que quiere frenar la investigación. Una red de espionaje al descubierto. Mentiras verdaderas, jugarretas baratas, movidas de alta política, fallos a medida, presiones, amenazas, vértigo y traición. Una novela de no ficción que está pasando ahora, en Argentina, que atraviesa nuestras vidas y nos obliga a optar entre ver o no ver lo que no queremos aceptar.

Santiago O’Donnell

Espiados

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