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De Guillermo Coppola a Leonardo Fariña

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El lunes 11 de febrero de 2019 la causa había explotado en los medios de comunicación y solo se conocían los audios extorsivos de Marcelo Sebastián D’Alessio hacia el ahora “señor Pedro” Etchebest. El entonces oficialismo ardía a más no poder y se vislumbraba un contraataque. El kirchnerismo, en su rol de oposición, estudiaba de qué manera podía sacar rédito político.

En tanto, el juez Ramos Padilla estaba inmerso en su despacho analizando más de un centenar de pruebas que superaban sobradamente el delito de extorsión, transgresión que comenzaba a parecer la menor de todas las cometidas. El magistrado había reorganizado su Juzgado; modificó las tareas de varios empleados y empleadas de las tres áreas que tenía a cargo y los concentró en la Secretaría Penal.

Ramos Padilla contaba con una ventaja; varios administrativos habían vivido el mediático “Caso Coppola” en la década de los 90. En octubre de 1996 quien era juez de Dolores, Hernán Bernasconi, en el marco de una investigación de una presunta organización de narcotraficantes, allanó el domicilio en la costa de Guillermo Coppola, exrepresentante de Diego Armando Maradona. La policía encontró una bolsa con 40 gramos de cocaína dentro de un jarrón. Bernasconi lo sentenció como “jefe de una banda de narcos” y ordenó su detención. Coppola estuvo preso 97 días en Dolores.

La investigación pasó por una veintena de jueces y por cuatro ciudades. Al llegar a juicio oral en Buenos Aires, un tribunal decidió absolver a los acusados y varios investigadores, incluido Bernasconi, terminaron presos. El escándalo fue nacional y los móviles de los canales de televisión estuvieron meses cubriendo el caso y haciendo guardias en la puerta del Juzgado Federal N° 1 de dicha ciudad. Había varios empleados que habían sobrevivido a esa investigación y sabían lo que era estar bajo la lupa de la prensa. Por ello, los primeros días respondieron con creces.

Inmersos en la nueva realidad, a media mañana del 11 de febrero, un hombre esbelto, de barbita prolijamente recortada, con un rodete y varios hombres robustos que lo custodiaban se presentó en la mesa de entradas. Su abogado habló primero: “Buenos días, soy el doctor Rodrigo González. Mi cliente, Leonardo Fariña, quiere realizar una declaración por la causa que investiga el juez”. La mujer que los recibió les pidió que aguardasen unos minutos. La empleada le comunicó al juez la novedad. Ramos Padilla tardó unos minutos en recordar quién era el personaje que había causado estupor en el edificio. Accedió al pedido y ordenó que le tomaran declaración y fuera filmado. Intrigado por ponerle una cara al nombre, salió un segundo de su despacho y saludó a los hombres de traje.

Doctor, tengo más custodios yo que usted”, le dijo Fariña al reconocer al juez, con quien buscó romper el hielo en ese primer encuentro. El hombre formaba parte del Sistema de Protección de Testigos y era conocido como el “valijero K”. Años atrás había estado preso por haber confesado la evasión de millones de pesos; ahora acudía a Dolores como un posible damnificado. El juez se limitó a informarle cómo sería la declaración y no cruzó mayores palabras. Ciertamente, a Ramos Padilla le llamó la atención la cantidad de efectivos que tenía, ya que eran muchos más que los que poseía su dependencia.

En la oficina de audiencias del Juzgado habían instalado un sistema de videoconferencia días atrás. Por problemas técnicos la primera declaración de Leonardo Fariña no se grabó correctamente. Amén de ello, el personal había tomado nota de lo pronunciado y, con la ratificación de Fariña al día siguiente, aquella fue un hecho.

Antes de comenzar la audiencia, Rodrigo González renunció a la defensa de D’Alessio por una cuestión lógica de conflicto de intereses. El denominado “valijero K” habló de la supuesta relación que lo unía a Marcelo Sebastián D’Alessio. El espía, con vínculos norteamericanos, afirmaba ser su representante legal en conjunto con Rodrigo González. Fariña negó ello y lo justificó manifestando que, si le requerían al Servicio Penitenciario Federal quiénes habían sido los abogados que lo visitaron durante su detención, D’Alessio no aparecería. Además, expresó que desde que se encontraba en el Programa de Testigos Protegidos e Imputados Colaboradores “poseía una misma línea de teléfono, por lo que se podría corroborar a través de un pedido del listado de llamados que nunca se comunicó con él”.

Realizada dicha aclaración, explicó que conoció a D’Alessio el 22 de febrero de 2018, casi dos años después de su excarcelación (quedó en libertad el 13 de abril de 2016). Ese día se reunieron en el restaurante Grappa, en la calle El Salvador 5802, en pleno barrio de Palermo. Del almuerzo participaron cinco personas: Marcelo Sebastián, Rodrigo González, Gustavo González, Daniel Pedro Santoro y él. Hablaron de la “posibilidad de orientar el testimonio de Fariña en aras de lograr la prisión efectiva de Ricardo Etchegaray”13. Algunos minutos del encuentro fueron filmados y emitidos cuatro días después en el programa de América Animales Sueltos14. En esa emisión, el conductor televisivo Alejandro Fantino se refirió a D’Alessio como el “custodio de Fariña”, y las veces que pasaron los segundos filmados le blurearon la cara.

Otro de los tópicos que Leonardo Fariña declaró en el Juzgado de Ramos Padilla fue en referencia a unos supuestos audios que circulaban en las redes sociales y en algunos medios de comunicación. Afirmó que “nadie le encomendó hacer una cámara oculta a ninguna persona y mucho menos tenía planificado hacerle una al abogado José Manuel Ubeira”, quien, entre otros clientes, tiene a Federico Elaskar y Oscar Thomas, mencionados en la Causa Cuadernos, investigada por Carlos Stornelli. También desmintió una publicación del portal de Horacio Verbitsky, en la que manifestaba que “el Ministerio de Seguridad le pagaba los honorarios a su abogado”15.

En tanto, confesó que al doctor Rodrigo González lo conoció a fines de agosto de 2018 por intermedio de Ramiro Rubinska, un letrado especializado en delitos tributarios y económicos, defensor de José María Núñez Carmona, quien fuera socio del exvicepresidente Amado Boudou. Se sinceró y dijo “no tener un peso” para pagarle a González, pero acordó abonarle luego de publicar un libro que tenía como propuesta.

Quien también declaró en concordancia con Fariña fue su defensor Rodrigo González. Relató haber conocido al espía a finales de julio de 2016, en el marco de otra causa conocida como el “Doble Homicidio del Unicenter”, radicada en el Juzgado Federal de San Isidro a cargo de Sandra Arroyo Salgado, exesposa del fiscal fallecido Alberto Nisman. En esa investigación, González defendía al empresario farmacéutico involucrado, Mario Martín López Magallanes, en tanto que Marcelo D’Alessio, junto a Claudio Fogar, hacían lo propio con el barrabrava de Hinchadas Unidas Argentinas, Marcelo Mallo.

Debido a que tenían clientes con intereses en común, por lo que podrían armar una estrategia en conjunto, se reunieron en la casa de D’Alessio en Canning. En ese encuentro el espía le informó a González que trabajaba para distintas agencias de seguridad. Sin embargo, el letrado de Fariña negó conocer a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y que alguna vez esta le hubiere pagado honorarios.

En el juzgado de Ramos Padilla confesó que la relación con D’Alessio se fortaleció, a tal punto que González fue su representante en la denuncia que le hizo el empresario Gabriel Traficante por extorsión (causa 76091/16); y otra radicada en el Juzgado Federal N° 2 de Lomas de Zamora.

Tanto Leonardo Fariña como su abogado reconocieron haberse reunido en su estudio con Marcelo Sebastián D’Alessio el 11 de febrero a la noche, es decir, entre medio de las dos declaraciones que brindaron al Juzgado de Dolores. En esa reunión el espía les habría contado que la extorsión hacia Etchebest “consistía en quedarse con un 33 % en connivencia y en partes iguales con Ricardo Bogoliuk y Aníbal Degastaldi, presuntos agentes de la AFI”16.

Finalizada las declaraciones, Ramos Padilla las leyó y saludó a los personajes en cuestión. En la soledad de su despacho volvió a leerlas. Las repasó una vez más. Por una parte, los testimonios se habían realizado habiendo conocido varias pruebas de la causa que se habían difundido en los medios, por lo que podían ser relatos contaminados. Además, tenía en su poder conversaciones telefónicas entre D’Alessio y González, y estas daban sobradas pruebas de tener una amistad y una relación fluida. Hablaban, entre otros temas, del pago de honorarios de distintos clientes. Por eso, durante los convulsionados días, las dudosas relaciones entre las ahora supuestas víctimas y el extorsionador quedarían para ser investigadas más adelante.

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