Читать книгу Diez razones para amarte - María R. Box - Страница 11
ОглавлениеCapítulo cuatro
Hacía poco que había llegado al portal de mi edificio hecha un manojo de nervios. Debían ser las dos de la tarde cuando Naomi apareció toda sudada y agitada por el mensaje que le mandé respecto al hombre que me había ofrecido quedar.
—¿Me estás jodiendo? —preguntó incrédula.
Abrí la puerta de mi edificio y entramos en total silencio, acariciando el fresco que recorría el ambiente.
—No, me entró curiosidad y me apunté a la web. —Entramos en el ascensor y subimos a mi casa. Al entrar, Naomi se lanzó al sofá—. Mira.
Entré en la página y le di a la foto de Aries88, le pasé el móvil a Naomi y millones de maldiciones comenzaron a salir de su boca.
—Está como un queso. ¿Qué vas a responderle?
Me senté a su lado en el sofá y subí los hombros.
—No tengo ni idea —dije—. Es el único que no me ha ofrecido sexo, pero no termino de fiarme. ¿Y si echo el currículum en un McDonald’s?
—Si te cogen y te pagan en tres días el dinero que necesitas para saldar las cuentas...
Naomi había optado por un tono bastante sarcástico. Le di un puñetazo en el brazo, mordiéndome el labio inferior para no hacerle mucho daño.
—No me eres de mucha ayuda.
—¿Qué quieres que te diga? —preguntó—. Por lo que estoy leyendo el hombre solo quiere algo de compañía, no todos van a ser unos salidos. Y tú necesitas dinero urgentemente.
—Tengo a mi madre en el hospital.
Me levanté del sofá y fui hasta la habitación para coger ropa.
—¿Y? —Naomi era imparable—. Se acabó, le voy a responder yo.
—¡¿Qué?! —Me asomé por la puerta para ver cómo Naomi comenzaba a escribir. Dejé caer todo lo que llevaba en brazos para correr a su lado y quitarle el móvil. Ya era tarde, su respuesta había sido leída por Aries88 y se encontraba escribiendo—. ¡¿Estás loca?! —le grité.
—Del coño, nena. —Rio.
—Yo no me estoy riendo.
En aquel momento resonó una notificación. Tragué saliva y bajé la mirada hasta la pantalla del móvil. Me sorprendí al ver su respuesta:
Aries88
Perfecto, quedamos a las ocho de la tarde en el restaurante GIOIA el sábado. Pregunta por Aries88 y, recuerda, pago yo.
—¿Qué ha respondido? —preguntó Naomi.
No sabía qué responderle. Acababa de quedar con un hombre que no conocía de nada en un exclusivo restaurante italiano. Entonces, Naomi me quitó el móvil y comenzó a chillar.
—¡Tenemos que buscarte algo elegante!
—Pero ¿tú estás mal de la cabeza? ¿Te faltaron días en la incubadora al nacer? —pregunté.
Enfadada conmigo misma, fui a recoger la ropa que había tirado.
—Escucha, iré contigo y me quedaré vigilando —dijo—. Esto debe ser como en Pretty Woman.
Juraría que sus ojos se iluminaron.
—¿Estás orgullosa de que sea una especie de escort de lujo? —le pregunté incrédula.
—Imagínate que acabas encontrando al amor de tu vida. —Naomi parecía un maldito emoji, la única diferencia era que sus ojos no podían ponerse como corazones.
La miré con una ceja alzada y añadí:
—A ti te faltan días de incubadora.
—Es tu decisión, Lu. Pero sabes bien que el dinero te hace falta.
—Lo que no entiendo —metí la ropa en una mochila—es tu insistencia. ¿Cómo puedes fiarte tanto de una web y de unos hombres qué no conoces?
Sin mirarla, la escuché suspirar. Le estaba dando la espalda, sin embargo, su respuesta hizo que me girase.
—Porque yo también acudí a esa web cuando comencé la universidad. ¿Cómo te crees que me pago los semestres?
—¿Eres Sugar Baby? —le pregunté con los ojos abiertos. Naomi asintió.
—Quedo con mi Daddy una vez por semana. Tuve suerte de que fuese un hombre amable, algo mayor, pero que solo busca compañía porque su familia no le hace caso.
—¿Llevas así cuatro años? —Apreté la mandíbula, ofendida de enterarme ahora de estas cosas.
Asintió.
—Si no te conté nada fue porque pensaba que me juzgarías.
Puse mis manos en mis caderas, Naomi tenía la cabeza gacha. Estaba como avergonzada.
—¿Por qué iba a juzgarte? Eres mi amiga, mi mejor amiga.
—Lo sé.
—Esto es una locura. —Pasé mi mano por mi nuca—. Voy a quedar con ese hombre, pero necesito que vigiles por si es un pervertido.
—Vale, por cierto, ¿tiene como un diamante en platino en su perfil? —preguntó.
Me quedé en duda, volví a coger el móvil y miré su perfil. Afirmativo.
—Sí, lo tiene. ¿Es malo?
—Para nada. —Rio Naomi—. Esos son de los que más te puedes fiar y son los que más dinero te ofrecen. Has tenido suerte.
—De todos modos no sé si fiarme mucho —dije—. Imagínate que el 88 es por su edad...
Naomi rio, pero se levantó para ayudarme.
—Piensa en que te puede salvar hasta que te llamen de algún trabajo. —Naomi agarró una de las mochilas y se la colgó al hombro—. Entonces, ¿quedamos a las seis aquí? Así te arreglas de forma elegante. Y no me mires así, no voy a dejar que lleves un vaquero.
—No me parece bien dejar a mi madre en el hospital sola tal como está. Además, ¿qué le diría? «Mamá, voy a quedar con un desconocido que me ofrece dinero a cambio de cenar con él».
La escuché reír.
—Te daría un chancletazo. —Naomi abrió la puerta de casa y salió, esperándome apoyada en la pared—. Dile que tienes que hacer un trabajo conmigo y que llegarás tarde, Alba está con ella.
Cogí las llaves y salí, cerré la puerta bastante dubitativa. Ambas comenzamos a caminar hasta llegar al ascensor en pleno silencio. ¿Qué iba a hacer? ¿Arriesgarme a ir o quedarme quieta y perder la oportunidad de terminar mi carrera? Me quedaban solo tres días para realizar el pago de la matrícula y no veía otra salida más que esa porque aún no me habían llamado de ningún trabajo. Esperando al ascensor, cada una apoyada en una pared y sumergida en su mundo de ideas, me sobresalté al escuchar la voz de Naomi de nuevo.
—Yo también tuve miedo, pensaba que me violarían o algo —confesó mirando sus zapatos—. Pero descubrí que en esa web había más que salidos mentales. También hay personas que por cualquier motivo buscan la compañía de gente más joven que ellos. En mi caso, con mi Daddy, resultó ser por querer sentirse joven y no un abuelete al que su familia no le hacía ni caso. Decidió gastarse la herencia en él y ayudar a alguien que lo necesitase.
Subió su mirada hasta fijarse en mí, con una sonrisa torcida en los labios.
—¿De verdad hay hombres buenos en esa web? —pregunté, mordiéndome la mejilla por dentro. Naomi asintió.
—Aunque parezca raro, sí, hay hombres que solo quieren compañía para pasar sus últimos años de vida. Yo llevo con mi Daddy cuatro años, con un contrato estipulado y todo.
—Viéndolo así... —comenté.
—Es una oportunidad, si ves que no encajas con el hombre, no lo vuelves a ver en tu vida —dijo—. Además, la página tiene reglas. Si te pones en contacto con el servicio diciendo que un Daddy al que le has dicho que no te está acosando, lo vetan.
Decididas a dejar el tema para otro momento, Naomi y yo salimos del edificio y anduvimos por las transitadas calles de Madrid hasta llegar al hospital. Naomi había dejado el tema a parte, hablándome de Roberto. En estos momentos, Roberto me parecía un maldito dolor de cabeza. Le tenía muchísimo cariño, pero comenzaba a hartarme de que insistiera tanto en volver con él.
—Está coladito por ti —dijo Naomi—. Cuando lo dejasteis le rompiste el corazón.
—No siento más que cariño por Roberto. Además, no estoy como para pensar en amoríos.
—Pero fue tu primer chico. —Naomi palmeó mi hombro con burla.
—¡Éramos unos críos! —repliqué.
Naomi cruzó el paso de peatones con el semáforo en rojo y me esperó en la acera de enfrente, con las manos en sus caderas y metiéndome prisa. Acabé cruzando la calle, jugándome la vida en las incestuosas y peligrosas calles cercanas al hospital.
—¿Cuánto hace que no hechas un casquete? —me preguntó subiendo y bajando sus cejas.
Resoplé.
—Desde que lo dejé con Roberto. —Naomi abrió los ojos exageradamente—. ¿Qué esperas? No soy de tirarme al primero que me pasa por delante.
—Eso es porque eres una romántica empedernida, no puedes negarlo. Estás loquita por los personajes literarios que lees cada noche antes de irte a dormir.
La miré con reproche. Ese era mi mayor secreto, me encantaban los libros románticos, sobre todo los clásicos. Lo que ahora se tomaba como micromachismo (que un hombre, por ejemplo, te abriese la puerta) a mí me parecía pura caballerosidad. Y me encantaba leer libros donde el protagonista era todo un caballero, de esos que te cortejaban.
—Es posible. —Reí.
Llegamos a la puerta principal del hospital, Naomi subió conmigo a la habitación de mamá. De nuevo, ese olor tan familiar a alcohol y desinfectante invadió mis fosas nasales. No me gustaban los hospitales. Alba se encontraba haciendo deberes, sentada en un sillón cercano a mamá. Las enfermeras se habían encargado de que en la habitación solo estuviésemos nosotras. Incluso nos trajo una bandeja de comida. Sin embargo, cuando el médico pasó a hacer su chequeo, me sacó a rastras de la habitación.
—Tengo que irme a casa, ¿vas a aparecer en el restaurante o te vas a rajar? —preguntó en voz baja.
Lo pensé por unos minutos hasta que acabé respondiendo.
—Nos vemos en mi casa a las seis, mañana.