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Retorno de lo reprimido y rasgos de carácter

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La represión implica desinvestidura y sobreinvestidura de otra representación que hace de contrainvestidura. El yo desinviste a aquellas representaciones, que habían logrado una representación preconsciente, es decir, su enlace con la palabra que le corresponde, supone un proceso de desarticulación, de separación de las huellas mnémicas verbales, desligándose del comercio asociativo.

Ahora bien, Freud da a entender que la investidura sustraída preconsciente será utilizada para la contrainvestidura. La contrainvestidura opera como defensa contra lo pulsional reprimido, y como mecanismo se hace más evidente en la neurosis obsesiva, como una alteración reactiva del yo, en donde da lugar a una formación reactiva. El trabajo de la represión en el caso de la neurosis obsesiva no es exitoso, ya que la formación reactiva es el lugar por donde lo reprimido retorna. Si bien el impulso sádico fue reprimido, el contenido de la representación desaparece y se le sustrae el afecto concomitante. Sin embargo, el afecto desaparecido consigue retornar, mudándose en angustia social, conciencia moral y en reproches exagerados. La representación que había sido rechazada, se reemplaza por medio de un falso enlace con lo nimio o indiferente. En las patologías obsesivas, la apariencia del carácter como su alteración y la coartación de la acción, sumerge al neurótico en la duda interminable.

En consecuencia, vimos cómo Freud enfatiza la contrainvestidura como la acción defensiva predominante en la neurosis obsesiva y que se manifiesta a través de una formación reactiva que altera el carácter, trastrocando en lo opuesto lo pulsional reprimido.

¿Pero, qué sucede en la histeria?, ¿acaso el yo no se altera? Freud asevera que si bien es difícil pesquisar la contrainvestidura, ésta existe, y es indispensable. También en la histeria habría cierto grado de alteración del yo por formación reactiva, y en muchas circunstancias se presenta como el síntoma principal del cuadro (“Inhibición, síntoma y angustia”).

Ese sería el modo en que se resuelve el conflicto de ambivalencia en la histeria. El odio hacia una persona amada es reemplazado por una gran ternura. Pero Freud afirma que las formaciones reactivas en la histeria cobran una modalidad diversa, pues no muestran la naturaleza general de rasgos de carácter, sino que se limitan a relaciones muy especiales. En la histeria, la formación reactiva se evidencia en un objeto determinado no adquiriendo el yo esta modalidad en el carácter en general, es decir que la formación reactiva es puntual y específica a un determinado objeto.

Pero en cambio sí se puede apreciar otro tipo de contrainvestidura en la histeria cuando la moción pulsional reprimida puede ser activada desde adentro, por un refuerzo de la pulsión por excitación interna y desde afuera, por la percepción de un objeto deseable para la pulsión.

Freud afirma que la contrainvestidura histérica se dirige preferentemente hacia afuera, contra una percepción peligrosa. Mediante limitaciones del yo, evita situaciones en que emergería esa percepción, y en el caso en que ésta emerja, logra no prestarle atención. Esta particular actitud evidencia una escotomización de la realidad externa. El yo se ve limitado por la escotomización. La particular indiferencia o rasgo aparentemente ingenuo de las caracteropatías histéricas obedecen a esta limitación.

El mecanismo de la escotomización también se daría con gran intensidad en las fobias. En éstas, en donde lo característico es distanciarse cada vez más de la percepción temida, la escotomización es aún más intensa que en la histeria.

Freud establece entonces una relación entre contrainvestidura externa y represión, así como regresión y contrainvestidura interna (alteración del yo por formación reactiva). Veamos por qué.

Una diferencia entre neurosis obsesiva e histeria es que en la primera el peligro es reconocido como interno; en cambio en la histeria el peligro es tratado como externo. Es la percepción lo que determina la reemergencia, el retorno del impulso que sucumbió a la represión.

Esto debe tener relación en la medida en que en la histeria la defensa opera generando amnesia; algo que no ocurre en la neurosis obsesiva. En la histeria la represión determinaría la amnesia y la desaparición de la conciencia de aquella representación, representante del impulso temido, que posibilita luego que el peligro sea tratado como si fuera externo al aparato. En la conciencia no quedan huellas del impulso temido.

Por lo tanto, el carácter anal enfatizado en la neurosis obsesiva podría suponerse una alteración reactiva del yo, en donde da lugar a formaciones reactivas por donde lo reprimido retorna. Sin embargo, lo que en la neurosis obsesiva perturba por lo disruptivo de sus síntomas generando angustia, en las alteraciones de carácter desaparecería la frontera entre carácter y síntoma.

Otto Fenichel afirma: “En lugar de enfrentarnos con casos de neurosis claramente delineados, estamos viendo cada vez más y más personas afectadas de trastornos menos definidos, más molestos a veces para las personas que rodean al paciente que para este mismo. La fórmula según la cual ‘en la neurosis, lo que ha sido rechazado irrumpe bajo una forma ajena al yo’, ha dejado de ser válida, por cuanto la forma a menudo no es ajena al yo, al punto que el fracaso de la defensa es menos manifiesto, a menudo, que la elaboración de la misma” (Cf. Teoría psicoanalítica de las neurosis, p. 519) (1966) (1976).

El control, el orden, la obstinación y la frugalidad, la extrema exageración por la limpieza, el excesivo cuidado o preocupación por el otro, como una reacción contraria a la hostilidad reprimida, serían rasgos de carácter que enmascaran lo pulsional no permitido.

El superyó se agiganta en los caracteres obsesivos, en manifestaciones de angustias y mortificaciones que sumergen a estos individuos en actitudes cavilosas que muchas veces los anulan en su accionar.

En los rasgos de carácter histéricos no predomina la formación reactiva. Sin embargo, el yo se limita o se defiende ante el “peligro exterior”. La particular ingenuidad es un rasgo que evita tomar cuenta de situaciones con el deseo prohibido. La belle indifférence, sería un rasgo aparente de ingenuidad de las caracteropatías histéricas. La sorpresa frente a una situación enojosa ignorando cómo llegó a ello, es producto de haber parcializado la realidad. La seducción, el gusto por lo armónico o bello son rasgos que remiten al carácter histérico como una necesidad de causar impacto estético; se trataría de desplazamientos que intentan ignorar el complejo de castración. El histrionismo sería otro rasgo de carácter de tipo exhibicionista que apunta a ser admirado, deseado, como un movimiento que intenta distraer del conflicto por la fantasía de castración. Estos rasgos serían producto de la defensa yoica ante la herida narcisista ante la castración.

En los rasgos fóbicos predomina la evitación, la fuga de situaciones de encierro en que el individuo se siente amenazado en sus límites, sería propio de las caracterapatías fóbicas.

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