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Formación reactiva y rasgos de carácter

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En su artículo “Carácter y erotismo anal” (1908), Freud enuncia que los rasgos de carácter son continuaciones inalteradas de las pulsiones originarias, sublimaciones de ellas o bien formaciones reactivas contra ellas. Detallo entonces que: a) el concepto de formación reactiva deja de pertenecer al ámbito sólo de la patología, sino que va a formar parte del proceso por el cual se forma el carácter; y b) el origen de rasgo de carácter se dará a partir de las pulsiones que sufrirán diferentes destinos, posteriormente al Edipo y comienzo de la latencia: formación reactiva, sublimación, o como una continuación inalterada de las pulsiones originarias.

En “Tres ensayos para una teoría sexual” (1905) Freud menciona que en la latencia se edifican diques: asco, sentimiento de vergüenza, reclamos ideales en lo estético y en lo moral (p. 161). Estos diques se erigen a expensas de los impulsos sexuales infantiles y cuya energía se utiliza para otros fines. Aquí se está refiriendo también a la sublimación, proceso al que aludiré más adelante; continúa afirmando que las mociones pulsionales en el período de latencia serían inaplicables o provocarían displacer y por lo tanto se suscitan fuerzas contrarias.

Por lo tanto, la formación reactiva, como proceso normal de defensa, erigida en el período de latencia, daría lugar a rasgos de carácter que en cada individuo tomarían un matiz diferente, según haya sido su trayectoria pulsional. La formación reactiva como un tipo de oposición a una pulsión o empuje pulsional, que se contrapone a una meta pulsional, da lugar a una serie de alteraciones en el yo cuya resultante sería el rasgo de carácter.

En la Conferencia 32 ya citada, “Angustia y vida pulsional”, también se refiere a determinadas características de carácter vinculadas a la pregenitalidad. “En el curso de esos estudios sobre las fases genitales de la libido, hemos obtenido también algunas intelecciones sobre la formación de carácter. Nos llamó la atención un conjunto de propiedades que aparecen reunidas con bastante regularidad: orden, ahorratividad y terquedad y a partir del análisis de esas personas descubrimos que provienen del consumo y del empleo de su erotismo anal no elaborado hasta su acabamiento. Un vínculo semejante quizá todavía más firme, hallamos entre ambición y erotismo uretral.” (p. 94).

En “Carácter y erotismo anal”, dice: “Sería preciso considerar, en general, si otros complejos de carácter no permitirían discernir su pertenencia a las excitaciones de determinadas zonas erógenas. En ese sentido, hasta ahora sólo he tenido noticia sobre la desmedida, ‘ardiente’, ambición de los otrora enuréticos” (p. 158).

Entonces la ambición sería una prolongación directa de la pulsión acogida en el yo integrando un rasgo de carácter. La pulsión busca la satisfacción directa, la formación reactiva mantiene silenciosa la pulsión, rindiendo un producto en el yo, del cual el yo está orgulloso frente al superyó por poder mantener silenciosa la pulsión.

En ambos casos dan lugar a un rasgo de carácter. Sólo que un rasgo de carácter, el que deviene de la formación reactiva, cuesta mantenerlo, mientras que el otro deriva de una continuación directa de la pulsión como alteración duradera en el yo, y se presenta como voluntad, o sea como una manera de acoger en el yo, la pulsión.

Estos rasgos promovidos por la voluntad son funcionales, como por ejemplo aspectos sublimados o creativos, que serían expresión de la pulsión pero por el camino de la sublimación en un cambio de meta (desexualizados). Otros son expresión directa de lo pulsional pero se mantienen sexualizados. Lo sexual no es suficiente para la formación del carácter, sino que se le agrega el trauma. Y se produciría un rasgo de carácter como expresión directa de la pulsión, con una desmentida que es expresión de lo pulsional. En el enfoque psicoanalítico de los rasgos patológicos de carácter habría un margen que no se ha desarrollado tanto como otros que se han investigado, acerca de una enérgica oposición a la pulsión.

Es interesante el planteo que hace Freud en “La represión” (1915), cuando dice que si se satisficieran las mociones pulsionales, provocaría displacer. De ahí el mecanismo de la formación reactiva como medio defensivo. Entonces la formación reactiva sería un mecanismo defensivo que el yo emplea y a la vez lo altera. En referencia al mecanismo de la represión y su relación con la formación reactiva dice: “Como formación sustitutiva hallamos una alteración del yo en la forma de unos escrúpulos de conciencia extremos, lo cual no puede llamarse propiamente un síntoma. Divergen entonces formación sustitutiva y formación de síntoma. También aprendemos algo sobre el mecanismo de la represión. Como lo hace dondequiera, ésta ha producido una sustracción de libido, pero a este fin se sirve de la formación reactiva por fortalecimiento de un opuesto” (p. 151).

En “Análisis terminable e interminable” (1937), Freud se ocupa extensamente de cómo ese yo endeble se altera utilizando mecanismos defensivos, luchando y evitando el peligro, la angustia, el displacer. Uno de los mecanismos de defensa sería la formación reactiva que da lugar a un rasgo de carácter pero, por supuesto, no es el único mecanismo de defensa utilizado por el yo para alterarse.

En el mismo artículo, Freud continúa: “Desde luego que cada persona no emplea todos los mecanismos de defensa posibles, sino sólo cierta selección de ellos, pero estos se fijan en el interior del yo, devienen unos modos regulares de reacción del carácter que durante toda la vida se repiten tan pronto como retorna una situación parecida a la originaria” (p. 240). Por lo tanto, hay distintas defensas frente a la pulsión; la represión también es una defensa, pero, ¿en qué se diferencia de la formación reactiva?

Ambas ofrecen una contrainvestidura a la pulsión, pero en la represión la contrainvestidura sofoca al deseo restringiendo al yo; en cambio en la formación reactiva se crea un producto en el yo, que es el rasgo de carácter. Sin embargo, no podemos dejar de considerar que en este último caso puede haber también un empobrecimiento del yo (más rígido), aunque aparezca el rasgo en el yo que lo altera.

La formación reactiva deriva de un nuevo intento por reprimir, pero con una alteración en el yo. Habría un fracaso de la represión y una exigencia mayor por reprimir que lleva a alterar al yo en una formación reactiva.

Sintetizando, el concepto de formación reactiva deja de pertenecer sólo al ámbito de la patología, puesto que va a formar parte del proceso por el cual se forma el carácter. Sería un proceso normal de defensa, dentro de la etapa de latencia, dando lugar a rasgos de carácter que en cada individuo diferirán, según su trayectoria pulsional.

Este proceso defensivo se opone a una pulsión o empuje pulsional, dando lugar a una serie de alteraciones en el yo cuyo resultado es el rasgo de carácter, como un producto en el yo, del cual el yo está orgulloso frente al superyó al poder mantener silenciosa la pulsión, ya que la formación reactiva deriva de un nuevo intento por reprimir, pero con una alteración en el yo. Habría un fracaso de la represión y una exigencia mayor por reprimir que lleva a alterar al yo en una formación reactiva. Otros rasgos de carácter derivados de una continuación directa de la pulsión producen una alteración duradera en el yo, presentándose como voluntad, o como una forma de incluir en el yo la pulsión.

Estos rasgos promovidos por la voluntad son funcionales, como por ejemplo aspectos sublimados o creativos, que serían expresión de la pulsión pero por el camino de la sublimación en un cambio de meta (desexualizados). Otros son expresión directa de lo pulsional pero se mantienen sexualizados. Lo sexual no es suficiente para la formación del carácter sino que se le agrega el trauma.

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