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Identificación en el carácter

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Vimos cómo los rasgos de carácter pueden ser producto de formaciones reactivas, pero también un rol importante en su constitución lo tienen las identificaciones que se producen en el superyó y también en el yo.

Al ahondar en el tema de la identificación, en “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921) Freud se refiere a tres fuentes del concepto de identificación (cap. VII).

La primera forma es previa a una investidura de objeto; la segunda forma de identificación es posterior a la investidura de objeto, y en la tercera forma de identificación no habría una investidura sexual de objeto y sólo habría “comunidad”. La primera identificación como la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto (se está refiriendo a una identificación preedípica); en segundo lugar, pasa a sustituir a una ligazón libidinosa de objeto por vía regresiva, mediante introyección del objeto en el yo (objeto resignado); y por último, una identificación que surge a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona que no sea objeto de las pulsiones sexuales.

En este último caso Freud se refiere a la identificación de los individuos de la masa y su ligazón con el líder.

Cuando hablamos de un yo real definitivo que devino a partir de un yo placer que lo posibilitó, no podemos dejar de mencionar las primeras identificaciones que son constitutivas del yo que aspira a configurar el yo propio a semejanza del otro, dice Freud en el capítulo VII, del artículo citado (p. 100).

Sin mencionar directamente la primera identificación, “identificación primaria” como tal, alude a ella, a su comportamiento ambivalente y perteneciente a la primera etapa oral de la organización libidinal (p. 99).

También en “El yo y el ello” (1923-1925) refiriéndose a la constitución del yo y a la relación existente entre éste y la identificación, menciona la melancolía, en que un objeto perdido se vuelve a erigir en el yo, vale decir una investidura de objeto es relevada por una identificación. Reflexiona entonces acerca de este proceso de sustitución como que podría participar también en la conformación del yo y contribuir a producir su carácter.

En la Conferencia 31, “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” (1933-1932) se refiere al proceso de esa primera identificación que se acerca a la incorporación o sea una asimilación de un yo a un yo ajeno, a consecuencia de la cual ese primer yo se comporta en ciertos aspectos como el otro, lo imita, por así decir, lo acoge dentro de sí a la manera de una incorporación oral canibalística de la persona ajena (p. 58). Sin duda está hablando de la identificación primaria, sobre la cual se basarán las identificaciones secundarias que conformarán el carácter.

Fue necesario discriminar identificación primaria para poder dedicarnos a las identificaciones secundarias que serán las constituyentes del carácter. Así como también diferenciar el yo placer del yo real definitivo que acogerá esa identificación secundaria.

Al comienzo de la fase oral todavía no es posible distinguir entre investidura de objeto e identificación, pero luego surge la necesidad de investir al objeto con un fin erótico, el yo rigiéndose por el mecanismo del placer-displacer (un yo todavía endeble) debe tomar un camino, “o prestarle su aquiescencia o busca defenderse mediante la represión”.

Pero el carácter de una persona dependerá también –como afirma Freud–, de acoger en el yo determinadas identificaciones (como vía de retener el objeto para sí), o la defensa (mediante la represión) contra la investidura de objeto. Me he referido a la Conferencia 32 en la que Freud afirma que una contrainvestidura puede ser acogida en el interior del yo como parte del carácter, como formación reactiva o como refuerzo de disposiciones. Sabemos hasta qué nivel las identificaciones que conforman el superyó alimentan el carácter de una persona, y cómo ese superyó impone al yo modos de conducta que determinarán su carácter; luego se forman rasgos a partir de los ideales comandados por el superyó en su calidad de ideal del yo.

Sin embargo, podrían formularse interrogantes acerca de algunos rasgos de carácter más tempranos en niños de corta edad, que evidencian características fóbicas o son coléricos, caprichosos, etc., que representan conflictos para los demás; esos rasgos serían anteriores a la constitución del superyó. En párrafos posteriores ampliaré este tema.

Cuando el yo adopta una identificación como sustituto de una elección y por lo tanto se altera, cobrando rasgos del objeto así resignado, intenta proponerse como objeto de amor al ello y así reparar la pérdida.

Pero, ¿cuáles son estos primeros objetos resignados que dan origen a la identificación constitutiva del carácter? Freud se refiere a la identificación con los padres. Esas identificaciones serán “universales y duraderas”.

Sin embargo, no podemos afirmar que el carácter esté formado sólo por estas primeras identificaciones, aunque éstas sean las más firmes, que dejarán huellas determinantes.

En la Conferencia 32, Freud considera que además de la identificación con los padres, también habría identificaciones con otras personas influyentes, pero estas identificaciones serían diferentes a las anteriores ya que en ellas no hubo objeto de deseo (no tendrían que ver con identificaciones eróticas parentales); en la identificación con los padres hubo investidura de objeto, el objeto fue resignado y luego se dio la identificación.

En cuanto a las primeras identificaciones con los padres, para la constitución del carácter desempeñará un rol importante el sexo del niño.

En el artículo “Análisis terminable e interminable” (punto VIII), Freud menciona una diferencia entre los sexos que marcaría el carácter en el niño y en la niña: en la mujer la envidia del pene, y en el hombre “la revuelta contra su actitud pasiva o femenina hacia otro hombre”.

Este factor en ambos sexos influiría sobre el yo (carácter). La aspiración en el niño a la masculinidad aparecería desde el comienzo y la actitud pasiva que presupone la castración es enérgicamente reprimida.

“También en la mujer el querer alcanzar la masculinidad es acorde con el yo, a saber en la fase fálica, antes del desarrollo hacia la feminidad”. Luego el complejo de masculinidad se reprimiría, sobreviniendo el destino hacia la feminidad. Sin embargo, sigue diciendo Freud: “Mucho importa, para estos, que se haya sustraído de la represión en bastante medida el complejo de masculinidad, influyendo de manera permanente sobre el carácter; grandes sectores del complejo son trasmudados de manera normal para contribuir a la edificación de la feminidad; del deseo del pene devendrán el deseo del hijo y del varón portador del pene” (p. 252).

En referencia a rasgos de carácter que provendrían de etapas previas a la constitución del superyó, mencionado en párrafos anteriores, quizá del mismo modo en que hay algunos rasgos de carácter más tempranos, como los de los pacientes autistas, que derivarían del yo real inicial, hay otros posteriores, surgidos desde el yo placer purificado y finalmente otros, que son los rasgos de las caracterologías neuróticas, que corresponderían al yo de realidad definitivo. Habría rasgos de carácter patológicos que aparecerían más tempranamente y que serían anteriores a la constitución del superyó, que no estarían ligados al desarrollo del yo real definitivo sino al del yo placer purificado o surgirían en el momento de transición entre este último y el comienzo del yo real definitivo.

Surgen interrogantes en la observación clínica de niños muy pequeños acerca de algunos rasgos de carácter que evidencian características fóbicas o coléricos que representan conflictos para los demás y que serían anteriores a la etapa fálica. Un caso clínico de una niñita cuyos padres consultaron cuando ésta tenía 4 años por una marcada modalidad colérica, podría ejemplificar lo anteriormente afirmado. En la historia relatada por los padres, abundaban situaciones de viajes de la madre desde los primeros meses de la niña. Una situación que fue contada por los progenitores como una particularidad fisiológica de la niña, durante el primer año de nacida, era la retención de la materia fecal, que mantenía en forma de “tapón” sin evacuar espontáneamente; eran necesarias maniobras manuales para que se desprendiese de la materia fecal. Todo este proceso continuó durante el primer año de la niña. Luego apareció el rasgo de carácter temprano de enojo, rabietas en las que los padres no lograban calmarla. Ya sin saber qué actitud asumir, solicitaron consulta psicoterapéutica (durante el cuarto año de la niña). La ansiedad de pérdida sufrida por esta niña muy tempranamente, posiblemente originó el síntoma de retención fecal y las maniobras manuales que la madre realizaba para que se desprendiese de la materia fecal, vivenciado por la pacientita como un acto violento, devino más adelante en un rasgo colérico proyectando su rabia hacia el mundo externo.

Frances Tustin (1987-1989) se ocupa del carácter en pacientes autistas, y también José Bleger en Simbiosis y ambigüedad alude a la posición glischrocárica (previa a la posición esquizoparanoide de Melanie Klein): “Esta parte inmadura y más primitiva de la personalidad ha quedado segregada del yo más integrado y adaptado, y configura un todo de ciertas características que me han conducido a reconocerlo como el núcleo aglutinado de la personalidad” (p. 83).

Bleger denomina núcleo aglutinado, que en su conceptualización formaría la parte psicótica de la personalidad, como el remanente de la más primitiva organización de la personalidad, anterior a la posición esquizoparanoide.

Cité autores que se han ocupado de resaltar vestigios de las primeras etapas del desarrollo en que predomina la indiferenciación y que según sea las vicisitudes de esos momentos vividos podrían fijarse ciertos rasgos regresivos de tipo autista o confusional. Sería el caso de rasgos de inmadurez con dificultades de discriminación, vacío existencial, etcétera.

Si bien en la postura freudiana, el grueso de la formación del carácter dependerá de los avatares del Edipo, y la constitución del superyó, no se puede dejar de considerar los avatares tempranos, como componentes que marcan el recorrido.

E. Nicolini afirma: “No es necesario insistir en la especificidad e importancia del complejo de castración. Bastará recordar aquí su valor privilegiado en la resignificación de anteriores pérdidas y ofensas perturbadoras del narcisismo. Ellas cobran a menudo así, póstumamente, su eficacia traumática. O adquieren significaciones nuevas. En uno y otro caso se trata de transformaciones que, sabemos, suponen reactualización penosa de aquellas injurias tempranas (pp. 34-35).

Por lo tanto, resumiendo lo anterior, en el carácter cobra importancia el proceso de las identificaciones. Freud plantea que habría una primerísima identificación como la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto (se está refiriendo a una identificación preedípica); en segundo lugar, las identificaciones secundarias que pasan a sustituir una ligazón libidinosa de objeto por vía regresiva, mediante introyección del objeto en el yo (objeto resignado), es decir las identificaciones con los padres. Estas identificaciones van a conformar el superyó como corolario del sepultamiento del Edipo y renuncia al objeto erógeno. El superyó conformado por las identificaciones impone al yo modos de conducta que determinarán su carácter formándose rasgos según las aspiraciones del superyó en su calidad de ideal del yo. Por último, habría otras identificaciones que surgen a raíz de cualquier “comunidad” que llegue a percibirse en una persona que no es objeto de las pulsiones sexuales.

En la conceptualización freudiana, las identificaciones primarias serían el basamento sobre el cual se estructuran las identificaciones secundarias que serán las constituyentes del carácter. En las identificaciones con los padres desempeñará un rol importante el sexo del niño para la constitución de su carácter. Freud menciona una diferencia entre los sexos que marcaría el carácter en el niño y en la niña: en la mujer la envidia del pene, y en el hombre “la revuelta contra su actitud pasiva o femenina hacia otro hombre”.

También a manera de hipótesis, agrego comentarios acerca de la formación de rasgos de carácter más tempranos a la formación del superyó, producto de vivencias traumáticas durante los primeros años de vida.

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